sábado, 28 de enero de 2017

Piglia y la respiración entrerriana

Por Mauricio Castaldo (*)
…Pero, ¿ quién de nosotros no tiene un secreto ?…”
Ricardo Piglia, “Respiración Artificial”

…Alguna otra cosa anduvo pasando que no sabemos, algo que
viene de lejos y que fue lo que modificó al General.
Y de eso parece que no hay quien conozca…”
Piglia, “Las Actas del Juicio”
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Nadie dijo, este 6 de enero triste para nuestras letras, que la gran novela “Respiración Artificial” del maestro Ricardo Piglia se ubica casi centralmente en Entre Ríos, y más precisamente en Concordia. La muerte se llevó el cuerpo del escritor de Adrogué, y muchos escribieron epitafios elogiosos y agradecidos, pero nadie, lo que se dice nadie, dijo una palabra sobre Piglia y Entre Ríos, salvo algún tibio recuerdo a su cuento “Las actas del juicio”. Nadie se hizo alguna pregunta para pensar sobre eso. Nadie se puso a pensar que probablemente Piglia nos estaba dando alguna pista.
Muchos, muchísimos, en todo el mundo, recordaron aquella notable escena de “Respiración Artificial”, donde Piglia crea un diálogo donde el polaco Tardewski explica su investigación sobre el posible encuentro entre Hitler y Kafka en un café de Praga en los primeros años del Siglo XX, antes de que Hitler fuera Hitler y cuando Kafka recién estaba empezando a ser Kafka. El personaje que Piglia hace hablar nos mueve a pensar una relación entre el delirio criminal del futuro canciller del Reich y la deshumanización sistémica anticipada por Kafka en “La Metamorfosis” y en “El Proceso” (1). Todo bien, pero nadie dijo que esa escena profunda de reflexión, tan interpelante hasta hoy, Piglia la ubicó en Entre Ríos.
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Ese mismo exiliado polaco de Piglia a nuestra tierra, plantea poco antes el derrotero de la racionalidad burguesa occidental, de Descartes a Hitler, anticipándose notablemente a trabajos como el de Robert Kurz – “Razón Sangrienta” (2) – y a los actuales estudios de la subalternidad. Pero, ¿Porqué Piglia situó estos momentos literarios extraordinarios en la costa entrerriana del Uruguay?.
El propio autor había escrito, cuando era muy joven -en 1964- un cuento notable titulado primero “Las dos muertes”, y después “Las Actas del Juicio”, donde hace hablar con fuerza a uno de los acusados por el atentado revolucionario contra Urquiza, y había confesado después su admiración por las montoneras entrerrianas (3), a las que vuelve a elogiar en “Respiración Artificial”, haciéndole decir a otro de los personajes -Ossorio, veterano de guerra que alguna vez fue rosista- que “he oído decir que los entrerrianos (de a caballo) son los mejores soldados del mundo”. Nada más ni nada menos.

Entre Ríos, refugio histórico

Piglia le hace decir a Tardewski que si no hubiera llegado a Concordia, tal vez hubiera podido graduarse y realizarse intelectual y profesionalmente en Europa, pero también hubiera podido ser asesinado por los nazis o masacrado en algún campo de concentración. Entre Ríos fue un refugio, un gran rancho de paz, de convivencia y de integración solidaria en la primera mitad del siglo pasado, y está documentado, más allá de las contradicciones, luchas y tensiones que sucedieron, como sucede en toda sociedad de clases. En “Tierra de Promesas”, Susana Chiaramonte, Elena Finvarb y Graciela Rotman nos muestran -entre tantas cosas- que algunos de los que escaparon a la infame “Noche nazi de los Cristales Rotos”, sobrevieron en nuestra tierra entrerriana. ¿Es artificial la respiración de un exiliado en éstas condiciones? ¿No da chances de continuar la vida igual la respiración artificial?. ¿No fue Entre Ríos, a su manera, un ejemplo de paz y convivencia para el mundo, en medio de las guerras mundiales?. Tanto dijo también Gerchunoff en “Los gauchos judíos” y en “Entre Ríos, mi país”. Tan bien lo reafirmó su yerno Amaro Villanueva (4). ¿No deberíamos enseñar entonces que la “civilización” estaba acá y la barbarie allá?. ¿No lo enseña Piglia, a su manera?...