-Unos
apuntes para
la Historia del Mundo Entrerriano
y
para una futura
Entre Ríos en
Común-
“...Quien
nos provoca
que
convierse primero
con
Montes de Oca.
De
Entre Ríos a Misiones
no
almitimos unitarios,
por
desliales y arbitrarios
los
echamos a empujones.
Y
el baile sigue
porque
aún es bastonero
Martín
Rodríguez…”
“Antigua
Litoralera”,
recopilada
por Claudio Martínez Paiva y
musicalizada
por Ricardo Maldonado
Introducción:
El abandono de Ramírez a Artigas y el derrotero entrerriano a manos
de los rivadavianos
Leyendo
con pasión y placer el extraordinario libro, ya clásico y más que
nunca, necesario, “Historia de Entre Ríos” (BsAs, Plus Ultra,
1978) de la gran historiadora entrerriana Beatriz Bosch (1911-2013),
uno se encuentra, entre tantas cosas, con la rebelión del Capitán
Tomás Cóceres, en María Grande, en enero de 1827, primero contra
el gobernador Vicente Zapata, adherente a la política especulativa,
entreguista y empobrecedora del tristemente célebre Bernardino
Rivadavia, quién en 1826 se había hecho elegir como Presidente de
la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Y
después, la rebeliones continuarán también contra la política
parecida de los gobernadores Mateo García de Zuñiga, contra el
reelecto Zapata y al final contra León Solas.
Rivadavia,
unitario y centralista, representaba desde
hacía tiempo los
grandes intereses económicos de BsAs asociados al capital
imperialista británico. Entre Ríos había iniciado un complicado
derrotero politico desde que Francisco “Pancho” Ramírez abandonó
-traicionó- en
1820 la causa revolucionaria artiguista de los Pueblos Libres y
terminó políticamente a la deriva y asesinado -un año después-
por las partidas de su ex aliado Estanislao López.
Lucio
Norberto Mansilla, porteño, ex aliado también de Ramírez contra
Artigas, entrampó al “Supremo” y, desaparecido éste, se quedó
con el poder en Entre Ríos. Más que gobernador, debemos decir que
Mansilla fue un
interventor del poder
central y funcional a los intereses económicos y políticos de BsAs
y de Santa Fe en nuestra provincia. Corrupto, negociante, oligarca,
estafador, entreguista,
Mansilla representó con un estilo tan personal como violento
e impune -hasta que
pudieron enfrentarlo-
los intereses de hacendados, comerciantes y los sectores de dinero
-la burguesía
propietaria criolla y
extranjera-,
que en Entre Ríos estaban asociados y dependían del comercio, los
créditos y el puerto de BsAs.
Mansilla
y sus aliados impusieron a gobernadores como
Vicente Zapata y León
Solas. No pudieron construir una hegemonía absoluta -nunca se podrá,
dijo alguna vez Antonio Gramsci- porque un
sector de los hacendados
y milicianos entrerrianos resistieron hasta donde pudieron y porque
los sectores populares nunca lo aceptaron. Ricardo
López Jordán (padre) -quién fuera medio hermano de Francisco
Ramírez-, a su manera, yendo y viniendo en política como varios en
esa época, y el joven diputado provincial Justo Jose de Urquiza
representaban esos intereses propietarios entrerrianos que no querían
romper del todo el sistema, pero que no iban a entregar del todo la
gestión política provincial en ese marco. Era
un equilibrio difícil e inestable (1).
Pero
en 1827, surgen nuevamente
voces rebeldes,
subalternas
y populares, como la de Tomás Cóceres, que van a poner en jaque la
política rivadaviana y van a incomodar también -en
una compleja lucha de clases-
a esos federalistas propietarios
entrerrianos que,
cuando las papas quemaron, siempre terminaron de parte de los
sectores de poder y de
los negocios fáciles, y
abandonando a las clases populares entrerrianas, argentinas y
sudamericanas.
La
primera rebelión
de Cóceres contra el
capitalismo especulativo neocolonial
El
gobernador Zapata había resultado designado al cargo como parte de
una fórmula de acuerdo entre los sectores que promovían a Ricardo
López Jordán (padre) por un lado -con el
joven Justo Jose de
Urquiza jugando fuerte políticamente ya aquí como secretario del
medio hermano de Ramírez y/o componedor de grandes intereses cuando
fuera necesario-, y los sectores que defendían a León Solas -como
el
operador político Juan Francisco Seguí- y
la política frontalmente rivadaviana de Mansilla y
su ¿extraña? alianza con Estanislao López.
En medio de la Guerra
con el Brasil -se acordaron muy tarde BsAs y las Provincias Unidas de
escuchar el reclamo de Artigas, que claro, ya para ésta época no
era más un peligro de clase, porque estaba derrotado y exiliado-,
Rivadavia envió
en misión política a Manuel de Escalada para lograr un acuerdo
político entre las partes. De
allí surgió la designación de Zapata.
Pero
el equilibrio de la balanza política burguesa de Zapata se
inclinaba, por el peso de la economía política provincial
dependiente y por la falta de fuerza y referencia política propia,
para BsAs. El gobernador decide adherir a la peligrosa y antipopular
política especulativa y monetaria de Rivadavia y cía, y
allí va encontrar la furia popular.
Dice
Beatriz Bosch:
“Una
medida de orden económico acarrea graves disturbios. Creado el Banco
Nacional en el mes de febrero (1826), su emisión de papel moneda
constituye novedad recibida con gran desconfianza. Pronto los
billetes alcanzan un deprecio del 40% de su valor, mientras la deuda
oficial llega a nueve millones de pesos. El gobernador Zapata ordena
la circulación del papel moneda sin consultar a la legislatura. Hay
enorme resistencia a aceptarlo por la diferencia de valor con la
moneda metálica...(2)”
Ricardo
López Jordán (padre), Comandante de Concepción del Uruguay, deja
en suspenso ese decreto. El diputado Urquiza y otros en la
Legislatura lo estudian, concilian y acuerdan esa política monetaria
-tantos han acordado hasta hoy cosas parecidas-. El diputado Jose
Miguel Romero tiene que reconocer -como señaló la Prof.Bosch- que
“los señores magnates eran los que reportaban la ventaja y los
infelices padecían”.
Y
no era cualquier cosa esa política monetaria, como no son cualquier
cosa las políticas económicas. De fondo estaba el grave problema de
un gobierno central de las Provincias Unidas argentinas y
sudamericanas entregando los resortes de la soberanía política
-hipotecando hasta las tierras públicas- al capital imperial
británico y a la especulación burguesa y oligárquica. Era un
capitalismo especulativo neocolonialista el que se estaba imponiendo
paso a paso y Zapata le abría las puertas en Entre Ríos.
Como
recuerda el Prof. Juan Antonio Vilar, una
parte del capital de ese banco Nacional provenía del empréstito
Baring Brothers, la estafa rivadaviana con la Baring, -el origen de
la deuda externa argentina generado por el gobierno rivadaviano y sus
socios burgueses nacionales y británicos- y la hegemonía de “cinco
accionistas ingleses” (3) en ese banco gracias a una maniobra
infame de los rivadavianos. Entre paréntesis, la disputa por las
minas del Famatina, en La Rioja, ya era parte de las disputas del
poder. En nuestra época, la Asamblea Ambiental y Popular de Famatina
es un ejemplo extraordinario y ejemplar de rebeldía,
organización, lucha,
acción colectiva directa y autodeterminación popular soberana.
Famatina es hoy la
historia de un pueblo que en nueve años expulsó a cuatro mineras
transnacionales,
imperialistas y biocidas (4).
La
rebeldía popular estalló aquella vez en Entre Ríos. El 12 de enero
de 1827 el gobernador Zapata informa a la Legislatura sobre revueltas
originadas por la resistencia a recibir el papel moneda. “En María
Grande se ha sublevado el capitán Tomás Cóceres”, nos cuenta
Beatriz Bosch. Hilarion Campos, jefe militar en Matanza (Victoria)
también se resiste.
El
Presidente Rivadavia envía cuatro mil pesos de auxilio, pero nada
resulta suficiente. Ante las dificultades para crear recursos, Zapata
renuncia el 26 de enero. En su lugar se elige a Mateo García de
Zúñiga. Por
ley provincial, el gobierno de Entre Ríos deroga la circulación de
ese papel moneda rivadaviano: en el mismo enero de 1827 se prohibe la
circulación del papel moneda emitido por el Banco Nacional. La
hegemonía oligárquica e imperialista se retarda un poco.
Los
rebeldes reclaman auxilio a las tropas y expulsión de los porteños
de todos los cargos públicos. El diputado Urquiza salva la
situación, defendiendo a los porteños, y proponiendo a los rebeldes
que depongan su actitud y que serán atendidos. Así sucede. Hasta
allí llega políticamente la intuición de clase de la rebeldía
popular regional.
La
segunda rebelión contra entreguistas y explotadores
García
de Zúñiga gobierna con mano dura y ajustando la economía. El poder
central quiere imponer la Constitución unitaria y vertical de 1826.
Entre Ríos, que venía debatiendo política y socialmente fuerte su
posición, había reafirmado ideas republicanas, federales y
autonomistas, y rechaza -con otro fuerte protagonismo del diputado
Urquiza- esa Ley máxima antipopular, aunque plantea seguir
colaborando en la Guerra con el Brasil y proyecta una política de
pactos interprovinciales. El diputado nacional por Entre Ríos,
Casiano Calderón, se había desentendido de la posición provincial
y había votado por la política unitaria en ese congreso
constituyente.
La
guerra con el Brasil traía algunos trastornos. El Gral Rodríguez
organiza el ejército en el Campo del Molino cerca de Concepción del
Uruguay, pero se desarrollan muchos tumultos y deserciones. Además
de las privaciones, no podemos olvidarnos que ese Rodríguez unitario
era repudiado por los criollos subalternos desde hacía tiempo. La
“Antigua Litoralera” recopilada por Claudio Martínez Paiva y
musicalizada por Ricardo Maldonado así lo demuestra -nuestras
músicas analizadas reflexiva y contextualmente pueden ser grandes
documentos históricos-. Según Beatriz Bosch, con esas deserciones
surgen allí los matreros.
García
de Zuñiga y López Jordán padre, entre otros, van y vienen con la
política. Parecen apoyar la lucha contra los brasileños pero tienen
acuerdos con la política imperial de los mismos. Entre otras cosas,
estaba en juego la recuperación de la Provincia Oriental del Uruguay
-invadida desde 1816 por los portugueses y después por los
brasileños independientes- y la integridad política soberana y
nacional de las Provincias Unidas del Sur.
Las
Provincias Unidas triunfan militarmente en la Batalla de Ituzaingó
(1827), en Río Grande del Sur (hoy sur “gaúcho” de Brasil,
antes Misiones Orientales y pueblos de la Liga Federal artiguista),
pero ante la especulación de los jefes militares como Alvear y cía,
el triunfo no significa la derrota completa del enemigo. De todas
maneras, cien prisioneros brasileños son trasladados a Nogoyá y
“distribuidos” entre los vecinos, porque no hay celdas para
todos. Varios se fugan. Los demás después son trasladados a Paraná.
El
gobierno ofrece un desahogo económico a la población: realizar
“vaquerías” en territorio del enemigo brasileño, es decir
“cazar” vacas, arriarlas y expropiarlas para el pueblo. Las
vaquerías habían sido una de las actividades más importantes en la
era colonial en Entre Ríos y el Litoral. Los “gauderios”, los
gauchos habían surgido con ellas.
El
Capitán Tomás Cóceres, junto al Comandante Miguel Acevedo dirigen
las vaquerías. Gran parte de los vecinos de la Costa del Uruguay
participan de estas faenas. Se producen refriegas violentas con el
enemigo. Se denuncian excesos. El gobierno da un paso atrás y
prohibe las vaquerías: parece que la reapropiación popular de la
riqueza se le estaba yendo de las manos a los gobernantes y a la
clase dominante. Ahí se produce la segunda revuelta que protagoniza
Cóceres junto al Capitán de Feliciano, Jacinto Palomero, en
Setiembre de 1827.
Por
iniciativa del diputado Urquiza, el congreso provincial declara fuera
de la ley a estos “robin hoods cimarrones”, a estos “bandidos
rurales”. El gobernador García de Zúñiga pone precio a las
cabezas: la de Cóceres es la más cara, se pagará quinientos pesos
por ella. Los tenientes coroneles Manuel Antonio Urdinarrain y
Ricardo López Jordán padre tienen órdenes de reprimir y fusilar a
los rebeldes. Y el “Ejército del Orden” gubernamental y patronal
“se servirá de los ganados y de los caballos que se tomen a los
anarquistas”, como indica la prof. Bosch. No fuera a ser, que de
una vez por todas, las vaquitas sean nuestras, del pueblo trabajador,
y las penas sean ajenas, sean de los explotadores y entreguistas.
Fragmento del decreto que pide la captura de Tomás Cóceres.
(click para ampliar la imagen)
Como
siempre, nuestra burguesía defendió su bolsillo antes que la
soberanía: el avance de nuestros rebeldes cimarrones hubiera
debilitado tal vez más a los imperialistas brasileños y se hubiera
recuperado la Provincia Oriental, con un avance de protagonismo
popular. La Banda Oriental terminó siendo un país aparte, el estado
tapón del imperio británico en el Río de la Plata, gracias a las
transas y entregas de los burgueses de BsAs, de Montevideo, de Entre
Ríos y de Brasil, socios directos e indirectos del capital imperial
y de sus puertos funcionales.
Los
mayores Blas Martínez y Juan Ignacio Reyes, desde los suburbios de
Paraná, piden al congreso provincial la deposición de García de
Zúñiga. Otra vez el diputado Urquiza se pone en medio, la
Legislatura vota y termina eligiendo nuevamente a Zapata, quién pide
un préstamo de cuatro mil pesos para tratar de satisfascer a los
rebeldes.
El
contexto es cada vez más delicado. El poder central firma el tratado
de paz con Brasil que produce gran rechazo, y la renuncia de
Rivadavia. Zapata busca un equilibrio político y social: nombra a
Cóceres y Palomero comandantes de los departamentos donde habían
iniciado la protesta. León Solas es designado “General en Armas”.
Urquiza sigue presidiendo el congreso provincial.
Una
tercera rebelión política y el violento final
Zapata,
en Octubre de ese 1827 le entrega el manejo de las relaciones
exteriores de Entre Ríos a BsAs, en el marco de una grave penuria
financiera. Un par de meses más tarde renuncia nuevamente y se
vuelve a elegir gobernador a León Solas, quién tiene que
enfrentarse a una nueva rebelión encabezada esta vez por el
Comandante de Paraná, Juan Santa María. Se suman enseguida Tomás
Cóceres, Ildefonso Burgos y Jose María del Castillo. El congreso
provincial vuelve a retroceder y designa otra vez a Zapata, pero
Castillo favorece la fuga de Solas que estaba encarcelado. Cóceres
arresta por su parte a Zapata. ¿Que cosas se habrán dicho o pensado
en ese momento?. Tantas veces el pueblo trabajador y luchador sabe lo
que no quiere, pero no sabe lo que quiere ni como lograrlo: no puede
superar sus propias contradicciones y límites políticos e
ideológicos. El congreso designa otra vez a Solas. En la
Legislatura, como antes en los cabildos, están las figuras políticas
regionales que representan los intereses económicos y sociales más
fuertes de cada zona, y los hacendados entrerrianos van y vienen en
su imposible y patético equilibrio de clases sociales y de
correlación de fuerzas políticas en ese marco.
Solas
pone mano dura y el primero de agosto de 1828, Cóceres y Santa María
son fusilados en Nogoyá. El voluble de Solas -Beatriz Bosch plantea
que cada politico y caudillejo de esa época como Solas tiene su
“avatar”, y que eran “specimens” sin convicciones- pensó que
así terminaba con la rebeldía que fue tagüé antes de los tagüé
(5), y que continuó de distintas formas y continuará, porque el
espíritu político de la tierra puede estar dormido, pero siempre
está latente y hay momentos en los que despierta con fuerza.
Esos
panza verdes, bien tagüé, llevaron después al propio Urquiza -casi
30 años después- a hacer de Paraná la capital de la Confederación
Argentina, esos tagüé ayudaron a defender Paysandú y se negaron a
ir a la infame Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay
revolucionario. Esos tagüé cimarrones y revolucionarios
ajusticiaron al propio Urquiza cuando volvió a darle la espalda al
pueblo, y se la jugaron por Entre Ríos, y por una República Federal
justa y solidaria, con el otro López Jordán, con Ricardo López
Jordán hijo allá por 1870.
Ese
espíritu panza verde ha resistido y resiste como puede las entregas
y transas del poder, que igualmente nos ha hecho mucho, mucho daño.
Ese espíritu del pueblo profundo que está harto de estar
“coparticipado”, es decir jodido, por las especulaciones del
poder político y económico concentrado y asociado, y sus migajas
miserables. Ese espíritu militante entrerriano, litoraleño y
sudamericano que hoy más que nunca plantea, a la par de la
solidaridad con los que más lo necesitan, defender nuestra tierra y
parar los desmontes, los envenenamientos, los represamientos, la
segregación urbana y social, como así también parar la impunidad
que nunca rinde cuentas, porque el agua hoy nos llegó hasta el
cuello. Ese espíritu de resistencia y de lucha, hoy tal vez
disperso, pero vivo, que necesita una coordinación, una
organización, una plataforma plural común de los afectados por el
ajuste, la entrega y el saqueo, una acción colectiva directa y
autónoma más fuerte y el desarrollo, paso y paso, desde abajo,
confederal y democráticamente, de una Entre Ríos en Común
emancipada, para una Argentina, una Sudamérica y un mundo en común.
León
Solas, como todos los políticos de su clase, terminó sin pena ni
gloria. Fue y vino, y cambió muchas veces de vereda en la lucha
política. De acompañar a Hereñú en el triunfo federal en El
Espinillo en 1814 a jugar con los unitarios más burgueses, corruptos
y criminales -entre otros, con el Montes de Oca también repudiado en
la popular “Antigua Litoralera”-. Jugó con Rivadavia y con
Rosas, que más da, era parte funcional del surgimiento de la
oligarquía porteña y sus socios. La historia y la política están
llenas de éstos miserables políticos y militares “transas” que
al final no fueron a ningún lado políticamente, pero que hicieron
grandes daños al pueblo, porque el pueblo no se supo defender como
debía.
El
estanciero, político y militar unitario Solas terminó expropiado
por Rosas y Urquiza. Murió sin pena ni gloria en Paysandú en 1841,
tal vez creyendo todavía lo que habrán dicho algunos alcahuetes y
cómplices: “León estás para más, estás para más”, capaz le
habrán dicho, y el se habrá muerto -como otros- soñando sus sueños
políticos corruptos e infames, arrecostado en alguna palmera.
Por
una nueva epistemología y una nueva pedagogía de nuestra historia
Hasta
aquí nuestro repaso introductorio de las rebeliones protagonizadas
por Tomás Cóceres y otros luchadores en esa etapa de la historia
entrerriana, argentina y sudamericana. Hemos intentado realizar una
doble lectura reflexiva y sintomática del trabajo clásico e
imprescindible de Beatriz Bosch. Una lectura detallada y lineal junto
a una lectura y una interpretación, una hermenéutica, crítica,
dialéctica y entre líneas, un estudio de la subalternidad, sólo
introductorio y a nuestra humilde manera.
Creemos
que es necesario avanzar en otra manera de estudiar y enseñar
nuestra historia. La historia de fechas, gobiernos y caudillos debe
dar paso a la historia de la compleja lucha política, social y
cultural de clases. Necesitamos avanzar en el desarrollo de otra
epistemología, otra forma de conocer, de construir el conocimiento
de nuestra historia, y de otra pedagogía, otra manera de enseñarla.
Una epistemología y una pedagogía diferentes implican otra
semiótica, otro discurso, otro análisis y otras imágenes de
nuestro devenir.
Reproducir
los conceptos de la historiografía tradicional, aunque sea
críticamente, sigue siendo operar en los marcos del poder. Hablar
que la etapa de 1821-1832 (desde la muerte de Ramírez hasta la
llegada al poder de Pascual Echagüe) es la etapa de la “anarquía
entrerriana” es reproducir un concepto epistemológica e
ideológicamente falso y estrecho originado por el poder dominante.
Mejor es estudiar a fondo y pensar. No hubo tal “anarquía”
porque a-narquía significa etimológicamente “sin gobierno” y
gobernantes lamentablemente hubo, y de terror. No hubo tal “anarquía”
porque el socialismo anarquista o el comunismo anarquista implica, en
teoría política, la gestión pública y común de la riqueza y la
más amplia democracia directa. No estuvimos ni cerca en esa época,
salvo tal vez en algún fogón de Cóceres y sus paisanos cerca de
Río Grande.
Podemos
analizar las cosas, pensar y definir la época con otro título. Uno
más adecuado, más concreto, puede ser -por ejemplo “La lucha
política y social en Entre Ríos en la Era del Cuadrilátero
Rivadaviano y Rosista”. Las metáforas, las ironías, la
creatividad comunicativa crítica, pueden ser parte valiosa de una
nueva manera de estudiar, pensar y enseñar la dinámica y la
complejidad de nuestra historia.
Los
cambios y acontecimientos históricos, ¿los logró la movilización
solitaria de caudillos y “próceres” o los logró la movilización
revolucionaria de los pueblos?.
¿Tan
difícil es darse cuenta? ¿A dónde vamos a ir negándonos como pueblo nuestra historia profunda?.
Prof.
Mauricio Castaldo
María
Grande, Entre Ríos
1/1/2016
Facebook:
Mauricio Castaldo
Twitter:
@castaldoedgar
NOTAS:
(1)
Para conocer más detalles de las fluctuaciones del comercio
entrerriano y su dependencia con BsAs en ésta epoca, puede verse la
obra del Prof. Oscar F. Urquiza Almandoz, “Historia
Económica y Social de Entre Ríos” (1600-1854), BsAs, Banco
Unido del Litoral, 1978, pags. 226-234.
(2)
Beatriz Bosch, ob.cit, p.102.
(3)
Juan Antonio Vilar, “Revolución
y Lucha por la Organización. Primera y Segunda Décadas de la
revolución 1810-1829”,
Paraná, EDUNER, 2014,
pp.197-198.
(4)
“Famatina:
la historia de un pueblo que en nueve años expulsó a cuatro
mineras”, BsAs,
La Nación, 8/11/2015,
http://www.lanacion.com.ar/1843559-famatina-la-historia-de-un-pueblo-que-en-nueve-anos-expulso-a-cuatro-mineras
(5)
Roque Casals
explicó el surgimiento de los conceptos de “panza verde” y
“tagüé”, hablando de los soldados de Echagüe y de Urquiza en
la Revista paceña Cuando El Pago se Hace Canto. Nosotros ampliamos
la idea aquí. El trabajo de Casals puede verse, por ejemplo, en
http://www.chamame.com.br/panza-verde-y-tague