Ha
muerto en París, justo en éste momento de París, el gran poeta
entrerriano Arnaldo Calveyra, nacido panza verde en los campos del
pueblo provincial de Mansilla. El contexto de su muerte, que
lamentablemente no está en la portada de la mayoría de los medios,
y una lectura propia de la excelente nota que Pablo Gianera escribió
hoy para La Nación (“ArnaldoCalveyra: el poeta argentino era uno de los autores más originalesde la literatura en lengua española”),
nos lleva a expresar algunas reflexiones, diciendo
con la mayor claridad de que lectura
somos culpables, como planteaba Louis Althusser -¿Sui Charlie hoy
también, o no?- en la primera parte de “Para leer El Capital”.
TIERRA,
PUEBLO Y LETRAS
El
padre de Calveyra trabajaba en el campo y la madre era maestra. La
influencia directa e indirecta, y el legado cultural del magisterio
entrerriano son extraordinarios, infinitos. Arnaldo
fue a estudiar Letras después a La Plata. Da la sensación de que
forjó, articuló, una de las mejores combinaciones federales y
culturales de su época: la sensibilidad profunda de nuestra tierra y
del pueblo con la sensibilidad y la profundidad del
estudio y de las letras
universitarias. El resultado no pudo ser mejor. Nunca puede fallar
esa combinación.
A
su manera, Calveyra, como seguramente
tantos otros, superó el falso dilema de “civilización o
barbarie”, superó -como diría Manuel Claps analizando las ideas
del gran educador oriental José Pedro Varela- el doble error, “el error de la ignorancia y el error del saber presuntuoso”.
LAS
SEÑALES Y EL CAMINO DE
LAS BOLITAS
Y
Calveyra murió -sin irse nunca de nuestro mundo de
la vida- en París, en el
París más global que nunca que discute ser o no ser Charlie Hebdo.
No recordaremos a Calveyra por haber
provocado a nadie: parece una señal cultural que nuestro poeta haya
abandonado físicamente París y el mundo en éstos días.
Como
todas las señales que daba en sus obras y que da al principio de
“Sucedió en Ganduxer”: la bella historia que grandes y chicos
pueden disfrutar juntos sucede con la “bolita” que cae del
bolsillo de un niño y se va a rodar la
vida por Barcelona, buscando el mar, buscando
el abrazo del agua, y el autor no dejó
de usar la palabra “bolita” al comienzo de la historia. La
edición de Adriana Hidalgo (BsAs, 2013, ilustraciones de Mercedes
Miró) aclaró en la primer página que, “en tiempos de la infancia
del autor, los niños utilizaban la palabra “bolita” en los
juegos de canicas”.
No
tuvo vergüenza cultural Calveyra de escribir y contar bolitas, ni en
París ni en Barcelona ni en ningún lado. Es una extraordinaria
señal semiótica y cultural de un autor extraordinario, que hoy sale
a rodar el cielo y las redes de la cultura global como esa bolita, como
esa bolilla.
EL
DOBLE HORIZONTE, LA CUARTA DIMENSIÓN
Calveyra
nunca dejó de sentir su tierra, sea cual sea, el lugar donde
estuviera. Dice bellamente Gianera, “La
experiencia del campo entrerriano no lo abandonó nunca del todo.
Decía que cuando abría la ventana de su departamento parisino podía
ver el horizonte de provincias. "Doble horizonte", llamaba
a esa experiencia o también "cuarta dimensión". El poeta
habitaba en un lugar entre distancias.”
Hay una mirada allí que no se deja colonizar
y hay un planteo, una propuesta: lo local y lo global están
conectados, pero conectados de la mejor manera posible. Porque la
madre naturaleza y los pueblos trabajadores viven,
sufren y sienten en común, a la par
de que conviven -hoy como pueden- con sus ricas diferencias
culturales.
Veo París y veo Mansilla, veo Mansilla y veo
París. Veo María Grande, veo Paraná, veo Entre Ríos, veo
Sudamérica y veo Marsella, Roma, las banlieues -las barriadas
humildes parisinas-, Madrid y los indignados, veo Frankfurt y las
ciudades alemanes donde se discute si pasan o no el racismo y el
fascismo. Veo el Sena y veo el Paraná. Veo el
Rin, veo el Támesis y veo el Río Uruguay. No
veo palmeras donde las hay.
Calveyra nos
interpela a profundizar la doble mirada sensible, profunda y
comprometida, la mirada amplia en un doble horizonte común, local y
global. La mirada auténticamente federal, justo
en al año del Bicentenario del Congreso artiguista de los Pueblos
Libres. Ya Amaro Villanueva se y nos
preguntaba si llegará alguna vez el “federalismo universal”. La
mirada sensible hacia un doble horizonte ayudará a que la necesaria
democracia global federal llegue algún día.
La doble mirada, nos permitimos interpretar,
que defienda lo mejor de lo nuestro y respete a los otros, porque una
democracia pluralista y popular. Multidimensional, comunitaria y
sustentable tendrá que superar los límites del liberalismo
individualista tan burgués como hipócrita y tan cómplice como
siempre con la colonialidad del poder.
CONVOCATORIA A LA LECTURA, MÁS QUE NUNCA.
Calveyra
ahora es un clásico que nos convoca a la lectura, pero no a
cualquier lectura, a una lectura sensible y comprometida con lo
nuestro y con el mundo, que son dos aspectos entrelazados de lo común
que necesitamos liberar.
Prof.
Mauricio Castaldo
María
Grande, Entre Ríos
17/1/2015
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