ARGENPRESS CULTURAL
Para una visión clasemediera y racista del ciudadano medio de la ciudad de Buenos Aires, lo que viene del interior del país tiene el sabor de “atrasado”. “Civilización y barbarie”, el falso dilema que planteara un liberal europeizante como Domingo Faustino Sarmiento a fines del siglo XIX, sigue estando presente: por supuesto, la capital representa la civilización. De más está decir lo que, para esa cosmovisión, significa el interior, con su piel morena y su elemento indígena como raíz. En esa lógica, hay una música que por antonomasia se liga con el interior criollo, “no civilizado”, representación obligada de lo popular (faltaría agregar: maloliente y de mal gusto). Nos referimos al chamamé. Al menos, así fue por años; hoy, eso ha ido cambiando algo.
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