Hay una fascinación creciente en la figura de Roberto "Robi" Santucho. En medio del desconcierto del hoy, surge el impulso de buscar en sus ideas y su vida las respuestas que nos están siendo negadas. Pero volver a Santucho no significa retroceder a 1976. Retornar a Santucho es aceptar ante todo que Santucho está muerto y que su propuesta particular ha naufragado, pero que al mismo tiempo es portador de una llama emancipatoria que quema todavía. Es pues necesario deslindar entre aquello que Robi hizo y el espacio potencial que desplegó: la dimensión en la que Santucho resulta superior a sí mismo.
Pedro Cazes Camarero
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