“Podemos comprender la relación del ser de los humanos
con el ser de todos los seres si seguimos la indicación
del pensamiento simbólico”
PAUL RICOEUR
“Los hombres sintieron primero necesidad; después buscaron
utilidad; seguidamente se preocuparon de su comodidad;
todavía después se divirtieron placenteramente; más tarde,
el lujo los volvió disolutos y finalmente, se han vuelto
locos y han perdido su sustancia”
GIAMBATTISTA VICO
Principios de Ciencia Nueva
“Se trata de pasarse de la raya. Sí, tiene que ver con eso.
No lo había pensado, pero sí, claro. O sea, en definitiva
todo el conflicto viene porque se pasaron de la raya”
SELVA ALMADA
“Inconfundible luz de provincia”
Entrevista de Patricia Kolesnicov, Revista Ñ,
BsAs, 12/9/2020
El Génesis Bíblico ha dado lugar a innumerables interpretaciones. ¿Qué lecturas podemos hacer hoy en medio del drama histórico postmoderno?. ¿Hay hay alguna clave de lectura que no hemos explorado?. Para nosotros, simbólicamente puede pensarse la imagen del árbol del bien y del mal como un límite ecológico a la par que moral. Primeramente, antes de avanzar en la biohermenéutica ecológica de la introducción bíblica que proponemos, trataremos de establecer algunas bases de acuerdo sobre la idea de Dios, para que tratemos de entendernos creyentes y no creyentes. El trabajo hermenéutico es un trabajo de interpretación, de diálogo cuidadoso y crítico a la vez, y sobre todo es un trabajo de comprensión del horizonte histórico y cultural de las y los autores de un texto, de los debates y la complejidad de su contexto y de la articulación del análisis de esa experiencia con nuestro propio horizonte epocal.
Para los cabalistas como Michael Laitman, cuando hablamos de la Naturaleza o de las leyes de la Naturaleza nos referimos al Creador, y viceversa, cuando hablamos del Creador nos referimos a la Naturaleza o a sus leyes como sinónimos. Para Leonardo Boff, Dios es energía suprema, espíritu, futuro absoluto, pasión infinita de comunicación y expansión. Concepciones como éstas, cercanas al panteísmo o al panenteísmo -al Dios que es Naturaleza o al Dios que es Naturaleza y Universo aunque los trasciende- nos permiten establecer puentes de diálogo con otras religiones y cosmovisiones, y nos permite buscar un entendimiento entre los que creen y los que no creen.
En los capítulos del Génesis pueden observarse dos concepciones vitales: la primera, que historiadores como Lynn White han denominado “monárquica” nos muestra a los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, que reciben el mandato de llenar la tierra y someterla (Gen 1, 28). En la segunda concepción, Dios ha creado el Jardín del Edén, el paraíso, y ha puesto a las y los humanos a cultivar y cuidar el mismo (Gen 2, 15). En seguida el Dios-Yahvé-Naturaleza marca un límite: “puedes comer de cualquier árbol que haya en el jardín, menos del árbol de la Ciencia del bien y del mal; porque el día que comas de él, morirás sin remedio” (Gen 2, 16-17). Las y los estudiosos de los textos sagrados nos explican que “Adán” y “Eva” son conceptos simbólicos, que el primero está refiriéndose a la Humanidad y el segundo a la Vida. Las y los escribas bíblicos están reflexionando profundamente sobre los dramas humanos en el marco de su espacio de experiencia. El drama ampliado que vivimos a principios del Siglo XXI donde la deforestación, la contaminación, el saqueo de los bienes comunes, la superexplotación ambiental y social, ponen en peligro la vida en el planeta, parece aclarar aquel mandato de reconocer los límites para no morir sin remedio. Las dos concepciones que se atravesaban en esos debates y luchas del Cercano y Medio Oriente asiático parecen mostrar las dos posibilidades, los dos caminos que los humanos tenían en su transición al neolítico.
EL DRAMA NEOLÍTICO, LAS POSIBILIDADES Y TENSIONES HUMANAS
“La neurosis es la forma de evitar la nada
evitando el ser”
PAUL TILLICH
“El coraje de existir”
“Padre
decidme
qué
le han hecho al río
que ya no canta.
Resbala
como
un barbo
muerto bajo un palmo
de espuma blanca...”
JOAN MANUEL SERRAT
“Padre”
“...La Biblia no descarga la culpa en los otros, sino que
devuelve el problema y pone al hombre ante su propia
conciencia. Ella quiere que cada uno descubra en sí
a Adán y a Eva...”
CARLOS MESTERS
“Paraíso terrestre. ¿Nostalgia o esperanza?”
Génesis 2, la introducción del yahvista, explica Ariel Alvarez Valdez, contiene las tradiciones más antiguas de Israel, el pueblo de Dios, el pueblo trabajador y oprimido del Cercano y Medio Oriente antiguos. Fue escrito probablemente hacia el Siglo VIII aC. Génesis 1 es posterior, se le atribuye a un grupo de sacerdotes judíos del siglo VI aC en el marco del cautiverio de su pueblo en Babilonia. Para reafirmar su fe en el marco de las tentaciones culturales-zoomórficas y materiales babilónicas, estos sacerdotes expresan un reinado del ser y del espíritu más allá de esas idolatrías. Esa concepción religiosa a la defensiva fue interpretada después lamentablemente como “monárquica”, como legitimación del dominio humano sobre la Naturaleza. La compilación bíblica, que incluye las dos versiones del Génesis y que conocemos hoy, fue realizada hacia el siglo IV aC. Quién la haya realizado prefirió arrancar con la visión sacerdotal. Nosotros volveremos sobre la tradición más antigua, la del Génesis 2, que conecta con las tradiciones, creencias y mitos más lejanos de esos pueblos que entre los ríos Tigris y Eufrates iniciaban la revolución meso y neolítica, la etapa en que los primeros humanos pasaban de ser cazadores-recolectores a habitantes de las primeras ciudades en el marco del descubrimiento de las técnicas de la agricultura y la ganadería. La y/o el o los escribas de Génesis 2, inspirados por su fe, expresaron simbólica y éticamente los dramas y las alternativas vitales de esas primeras sociedades humanas mesopotámicas. Reinterpretaron y discutieron las creencias de su región y de su época de manera poética y profunda: fueron hermeneutas extraordinarios.
En medio del Edén estaban el árbol de la Vida y el árbol de la Ciencia del bien y del mal (Gen 2, 9). Yahvé pone a Adán, a la humanidad y a Eva, la vida, a cuidar ese paraíso ecológico originario, con un mandato de prudencia. Tentada y engañada por la serpiente, la vida social neolítica come del fruto prohibido, se pasa del límite ambiental y moral sostenible e inicia lo que la tradición religiosa explica como la caída y que nosotros traduciremos como el distanciamiento de la sustentabilidad natural y vital. Para Paul Ricoeur, la serpiente bíblica simboliza la animalidad humana. Para nosotros, simboliza una posibilidad de esa animalidad sapiens: la posibilidad de decidir solos, egoísta, egocéntrica, antropocéntrica e irresponsablemente, producto del miedo, el deseo, la necesidad y la inseguridad mal manejados. Había dos posibilidades para las y los dramaturgos de ese Edén mesolítico: una era cultivar y cuidar la Naturaleza respetando límites y la otra, hacer lo que se les antoje o los que les parezca sin pensarlo mucho. En nuestra lectura, la primer opción era ser naturalmente humanos y la segunda -jugando con título nietzschiano- era ser demasiado humanos. Los datos científicos y los hechos nos muestran que predominó la segunda opción, pero también que la primera nunca dejó de estar latente. En la naturaleza humana, que es siempre una naturaleza abierta en situación, en situaciones cambiantes y complejas, están las posibilidades del bien y del mal. Nuestro ser batalla todos los días entre ser naturalmente humano y ser demasiado humano, demasiado ideológicamente humano.
Según Félix Ortiz Fernández, pueden considerarse dos sentidos a la idea del dominio en el Génesis. Por un lado, el dominio puede ser entendido como explotación y por el otro, como responsabilidad. El dominio como explotación, líbido dominandi -deseo de dominio- según San Agustín, es la cosmovisión que algunos caracterizan como “monárquica” y el dominio como responsabilidad, como autodominio si se quiere para no caer en un contrasentido, es la línea de reflexión edénica, equilibrada, natural y ecológica. Esta dialéctica, esta tensión, esta contradicción entre dominio y equilibrio, entre abuso y justicia, puede verse en varios capítulos del primer libro de la Biblia. La conflictividad social de la transición neolítica mesopotámica se expresa en las tensiones interpretadas y narradas por las y/o los escribas de la Biblia, según sus tradiciones y concepciones. Así del equilibrio de los árboles del jardín edénico y del deseo reptil de dominio pasamos a la disputa del labrador Caín y su hermano, el pastor Abel (Gen 4, 2) y después a la dialéctica de Noé, salvado por justo junto a su arca ecológica de la tormentosa justicia natural y divina, aunque después no pudiera evitar entrar en conflicto con sus hijos (Gen 9, 20-25). En la historia de Noé pueden verse las concepciones de dominio (Gen 9, 1-3) y de compromiso y equilibrio (Gen 7, 1-4 y Gen 9, 8-11). El camino del patriarca Abraham y de su familia es dramático también, pero después de un pacto político prudente con Abimelec, Abraham plantó un árbol en Bersebá y allí, invocó el nombre de Yahvé, Dios Eterno (Gen 21, 33). Un claro símbolo cultural y espiritual de prudencia ecológica, de cuidado de la Naturaleza, de la Creación. La tensión interna está en el poema que recita Isaac: se canta a la fertilidad de la tierra, pero también se canta a la futura servidumbre de las naciones ante los suyos (Gen 27, 27-29). Después tenemos la extraordinaria historia de José, vendido por sus hermanos celosos y crueles como esclavo, sobreviviente en la cárcel egipcia y lúcido interpretador de sueños. José es el único que pudo interpretar los atribulados sueños del Faraón, anticipándose a las teorías que Freud, Jung, Fromm y tantas y tantos otros desarrollaron miles de años después. José le dice al rey egipcio que las siete vacas hermosas y las siete espigas que ha soñado son siete años de abundancia y que las siete vacas raquíticas y feas, y las siete espigas feas y quemadas serán siete años de hambre (Gen 41, 25-31). José aconseja que los funcionarios reales recauden la quinta parte de la cosecha durante los siete años de abundancia y que recojan y almacenen víveres a nombre del Faraón para evitar la muerte por inanición cuando sobrevenga la época mala (Gen 41, 34-36). La lucidez política de José lo eleva al cargo de primer ministro. Su gestión es exitosa: sus hermanos terminan a sus pies, se reencuentra con su padre, perdona a los que lo maltrataron y paso a paso, José va estatizando todas las tierras de Egipto que los habitantes entregan a cambio de protección y alimentación. El Faraón será dueño de las tierras, pero sólo quedará con una quinta parte de la cosecha, ya que lo demás será para los propios campesinos labradores (Gen 47, 20-24). La política de José, respetuosa de los ciclos naturales, prudente, planificadora y equitativa, se emparenta a la política inca del ayllú y a la política misionera jesuítica del tupambaé y el abambaé. Alcira Argumedo ha analizado nuestras culturas nativas como de sociedades de amparo. José se aproxima a la felicidad de su fe porque trata de respetar los equilibrios naturales y sociales. No hay Edén, porque el edén ecológico, social y moral originario se perdió, pero hay un camino político, moral y ambiental donde lo natural y lo justo tratan de contener y evitar lo demasiado humano. De lo que se trata es de la sustentabilidad en todos los órdenes: en el gobierno de José conviven su Dios con el embalsamamiento egipcio (Gen 50, 2).
ADN QUERUBÍN: LOS SECRETOS DE NUESTRA NATURALEZA
“La lechuza de Minerva remonta el vuelo al atardecer”
GEORG HEGEL
“Es ese admirable, ese inmortal instinto de lo bello el que nos lleva
a considerar la tierra y sus espectáculos como un compendio,
como una correspondencia del Cielo. La sed insaciable de todo lo
que está más allá, y que revela la vida, es la más viva prueba de
nuestra inmortalidad. Es a la vez con la poesía y a través de la
poesía, con la música, como el alma vislumbra los esplendores
situados más allá de la tumba; y, cuando un exquisito poema lleva
las lágrimas al borde de los ojos, esas lágrimas no son la prueba
de un exceso de gozo, antes bien son el testimonio de una irritada
melancolía, de una súplica de los nervios, de una naturaleza
exiliada en lo imperfecto que querría adueñarse de inmediato,
en la tierra misma, de un paraíso revelado”
CHARLES BAUDELAIRE
“Edgar Allan Poe”
“...Resta decir que, en La historia universal, la naturaleza es una
presencia constante, algo así como la sombra inseparable de
toda experiencia humana, el metrónomo que marca el compás
de la vida. De ahí la importancia de la figura del árbol, así
como también de los insectos y otros seres vivos...”
SOFÍA TRABALLI, “En el infinito espectro de lo posible”,
comentario a “La historia universal” de la escocesa
Ali Smith, Revista Ñ, BsAs, 22/8/2020
En “El Gran Código, una lectura mitológica y literaria de la Biblia”, Northrop Frye propone pensar que hay dos niveles espirituales en la relación entre los humanos y la naturaleza según el libro sagrado. El nivel inferior está explicado en el pacto de Dios con Noé después del diluvio, y es la idea de dominio, de reinado que comentamos cuando repasamos Génesis 9. El nivel superior de esta relación, explica el brillante crítico canadiense, es el que se le asigna a Adán y Eva en el jardín del Edén, y es la idea del cuidado, de la prudencia ecológica, de la integración en el ser natural contra la idea de distanciamiento que expresa la ideología de la dominación.
Nosotros ponemos un matiz en la inspiradora interpretación de Frye, diciendo que nos parece que los dos niveles o concepciones se expresan a la par, dialécticamente, en cada capítulo bíblico. En la historia de Noé también hubo un momento ecológico aunque claro, no igual al momento originario del Edén. Lo importante acá es que, como piensa Frye, el mundo paradisíaco desapareció y los humanos retrocedieron vitalmente, trabajando con el sudor de su frente ante una naturaleza que ahora se les presenta indiferente y extraña. De todas maneras, nos dice el crítico literario, “existe un elemento del trabajo que es una imagen que el hombre perdió, pero que todavía puede recobrar” y que nunca recordará verdaderamente hasta que no conozca a la perfección el Infierno, y no se dé cuenta de que el placer que obtiene dominando y explotando, ya sea a su prójimo o a la naturaleza misma, es parte de ese mundo infernal. Cuando nos separemos por completo de ese mundo, el orden natural adquirirá un aspecto muy diferente. Frye recuerda la sentencia de Schopenhauer: los animales viven en un infierno del cual los hombres son los demonios. El canadiense cita los pasajes de Isaías 11, 6-9 y de Oseas 2, 2 donde se anuncia un posible futuro de convivencia maravillosa entre todos los seres de la Naturaleza. Para Frye, “los secretos fundamentales de la naturaleza no serán revelados hasta que el hombre haya cesado en su labor autodestructiva, que le impide ver en qué clase de mundo está”. A comienzos del Siglo XXI, aproximarse a compartir los secretos de la naturaleza es estudiar y afirmar la ecología profunda en forma multicultural y promover la biofilia y la biomímesis, esa ciencia que investiga la Naturaleza como fuente de inspiración de tecnologías innovadoras y sustentables. En nuestra lectura, estas claves permiten comprender mejor muchas cosas: Génesis 3, 24, nos dice que después de expulsar a los humanos del Edén originario, Dios puso querubines al cuidado del Jardín. Los querubines son animales mitológicos híbridos que simbólicamente pueden verse en distintas culturas. Las antiguas sabidurías surgidas en las orillas de los ríos de Asia y en las orillas de todos los ríos intuían y pensaban las potencias de la Naturaleza mezcladas en formas de querubines. Esas potencias marcaban y marcan un límite a la soberbia del humano desalmado, distanciado, demasiado humano, que pone en peligro -demoníacamente, negativamente- la vida en el planeta. La biofilia y la necrofilia -eros y tánatos, las pulsiones de vida y muerte- laten en cada ser humano abierto a las situaciones, complejas y apremiantes. El pecado original, el error original, es un pecado ecológico. La esencia contradictoria de la técnica, surgida en el neolítico, se muestra en esta dialéctica religiosa y cultural. Para salvar al mundo, la noosfera -el intelecto general vital- debe recombinarse como biomímesis. El antropólogo, filósofo y matemático español Jesús Mosterín explicó que desde esta etapa de la denominada prehistoria ha estado actuando la selección artificial, además de la natural, y que el genoma humano contiene genes procedentes de prosimios, reptiles, peces y bacterias. Son los querubines que llevamos dentro. Es el secreto ecológico de nuestro ser que hoy se nos revela en el marco de un diálogo constructivo entre la genética, la antropología, la eco-historia, la religión, la semiótica y la hermenéutica. Jesús Conill propone la noción de biohermenéutica. Somos naturaleza creada, natura naturata, existencialmente lábil e insegura, abierta a las posibilidades del ser naturalmente humanos o demasiado humanos, inseguros, soberbios, violentos y vitalmente peligrosos. Con Heidegger, pero sin caer en su política de Caín, podemos pensar en la diferencia entre una existencia del ser -dasein- auténtica, apropiada -eigentliche- o como diríamos nosotros, natural, equilibrada, sustentable y un modo de ser o una existencia inauténtica, inapropiada -das man-. El problema es que los dos modos de ser laten permanente y contradictoriamente en nuestra existencia: debemos fortalecer los caminos políticos, éticos, ecológicos, educativos, culturales y espirituales que nos permitan reencontrarnos con nuestro ser social natural. Contra los discursos de la “sosteniblablá”, el escritor y militante español Jorge Riechmann propone una nueva ética política basada en el principio de precaución, la biomímesis, la autolimitación, la ecoeficiencia y el reconocimiento de la finitud humana. Franco “Bifo” Berardi afirma que la destrucción ambiental sistemática es prueba de que no creemos en la mortalidad. Félix Guattari propuso hace tiempo una Ecosofía, basada en la triple ecología ambiental, mental-personal y social. Edgar Morin, recuerda hoy, después de la crisis abierta por el coronavirus, la necesidad de practicar una ecología de la acción. Lucía Carbonell piensa en una ecosofía transcultural y transreligiosa. La cuestión es cada vez más urgente.
ADN EDÉN: EL TIEMPO ES ÁRBOL
“...¿Qué significa “teología” para Walter Benjamin?
El interrogante se aclarará a medida que examinemos
las tesis, pero el término remite a dos conceptos
fundamentales: la rememoración (Eingedenken) y la
redención mesiánica (Erlösung)… ambos son
componentes esenciales del nuevo “concepto de historia”
construido por las tesis...”
MICHAEL LÖWY
“Walter Benjamin. Aviso de Incendio”
“...Si bien los documentalistas aseguran que la nostalgia fue
identificada por el flaco Johannes Hoffer en el Siglo XVII,
no significa que antes no haya existido. Me da la impresión
de que mucho antes, Adán y Eva fueron el primer par de
nostálgicos irredimibles...”
LUIS E. JACOBI, “El génesis de la nostalgia”,
Mangrullo, Paralelo 32, Crespo, E.Ríos, 29/8/2020
“...Jürgen Habermas se centra en la fuerza explosiva en el siglo XII y XIII
con la disputa sobre la transmisión de Aristóteles por el arabismo al que
se opondrá Tomas de Aquino. El nominalismo escolástico preparará el
camino para una contemplación imparcial y empirica de la naturaleza.
Con ello cierra el paso para descubrir un manuscrito divino en el libro
de la naturaleza. Este hecho es trascendental. Prepara el camino una
epistemología que asigna a la naturaleza convertirse en el objeto de las
ciencias naturales...”
JORDI ORTEGA
“Jürgen Habermas cumple 90 años publicando
‘Auch eine Geschichte der Philosophie’”
La Vanguardia, Barcelona, 9/9/2019
La antropología nos muestra hoy las pruebas de ese paraíso perdido en la transición neolítica. En su Antropología Cultural, Barbara Miller explica que la revolución neolítica comenzó en el Creciente Fértil mesopoptámico asiático unos 10.000 años antes de Cristo o 12.000 años antes del presente y comprende una rápida transformación tecnológica relacionada con la domesticación de plantas y animales, y la creación y el uso de herramientas como hoces o piedras de moler. Hacia el 10.000 aC, los pobladores de la región delineada por los ríos Tigris y Eufrates habían domesticado el centeno, y después del 9.000 aC el trigo y la cebada. El desarrollo del sedentarismo neolítico no fue tan sencillo: quizá a causa de la creciente sequedad del entorno y la sequedad excesiva - “maldita sea la tierra por tu culpa” (Gen 2, 17) – la población de gacelas, que era la base de la alimentación, había disminuido y los animales domésticos ocuparon su lugar como fuente de carne. La escasez tal vez impulsó la sustitución, piensa Miller. “El paraíso perdido” es un subtítulo que el antropólogo Mircea Eliade coloca en el capítulo dedicado a la revolución del mesolítico y del neolítico. El mismo subtítulo emplea páginas más adelante cuando habla del relato de Caín y Abel en el primer tomo de su libro “Historia de las creencias y las ideas religiosas”. El periodista español Guillermo Altares confirma esta conflictividad neolítica cuando repasa los últimos avances de la antropología y la genética en su trabajo “Esta sí fue una auténtica revolución” publicado en el diario El País de Madrid en Abril de 2018. Con Yuval Harari, Altares nos explica que la revolución agrícola iniciada en el neolítico hizo que la vida fuera más difícil, y con James Scott afirma polémicamente que vivíamos mejor como cazadores-recolectores. Para Scott, el neolítico es un proceso de idas y vueltas, donde los logros humanos se combinan con epidemias, deforestación, salinización del suelo y cambios climáticos. Altares redondea conceptualmente su nota con una apreciación del antropólogo francés Jean Guilaine: un entorno natural transformado bien regulado puede alimentar gran número de bocas, pero está claro que este mensaje sublime puede ser pervertido. La dialéctica cuidado vs dominio, integración natural y social vs distanciamiento y conflicto está confirmada en estos estudios. La o el o los escribas yahvistas de Génesis 2 expresaron estas tensiones y este drama humano iniciado en el neolítico y no concluido aún. Los dos árboles centrales del Edén son el símbolo de estas posibilidades. En un trabajo colectivo de la Sociedad Argentina de Profesores de Sagrada Escritura, titulado “Mito y Hermenéutica”, coordinado por Severino Croatto y publicado en 1973, Francisco García Bazán interpreta que el árbol de la vida simboliza la posibilidad hacia el ámbito cósmico-espiritual, como perduración en el ser, y que el árbol de la ciencia del bien y del mal simboliza el extravío del límite de la sustancialización separadora. Lo extraordinario es que hoy, la correspondencia y el diálogo entre ciencias y humanidades puede llevarnos a grados profundos de la comprensión de nosotros mismos, a reencontrarnos con la conciencia del ser expresada de diferentes maneras históricas, culturales y religiosas. El notable biólogo Edward Wilson, padre del concepto de biodiversidad, cita en su trabajo “Los origenes de la creatividad humana” la hipótesis de la sabana de Gordon Orians. En un interpelante trabajo de campo, Orians confirma el instinto de selección de hábitat: “cuando se les ha preguntado, personas de diversas culturas han expresado preferencia por la siguiente ubicación del hogar: situado sobre terreno elevado que se abre a una amplia extensión de sabana tachonada de pequeños árboles y bosquecillos, con una elevación de superficie rocosa o de bosque denso en la parte de atrás que actúa como barrera; y finalmente, cerca de un lago, un río u otra masa de agua. Su paisaje deseado se acerca mucho al ambiente africano en el que se originaron nuestros antepasados humanos y prehumanos”. Todavía hay mucha Madre Naturaleza en nuestros genes, afirma Wilson. Incluso más, explica Orians, “la forma de los árboles ampliamente usados por los jardineros (desde los templos de Kioto hasta las fincas baroniales de Inglaterra) posee rasgos en común con las acacias dominantes en las sabanas africanas”. Es lo que podríamos denominar metafóricamente nuestro ADN Edénico. En los mitos se expresan memorias y reflexiones antiguas de las culturas. La memoria del paraíso perdido del Génesis parece articular simbólicamente dos dimensiones temporales, la del paraíso perdido de los primeros sapiens movilizados en el paleolítico común africano y la del edén perdido en la transición neolítica del Cercano Oriente asiático. Giambattista Vico ha explicado, en forma genial, las naturalezas poética, heroica y humana que se despliegan como formas de conciencia social en los ciclos históricos. Buscando sobrevivir, esos Adanes-Evas paleolíticos y neolíticos fueron distanciándose, paso a paso, de la vida natural originaria. Los trabajos y los días les permitieron evolucionar conflictivamente en el marco de diferentes modos socializados de ser, pero la procesión del paraíso perdido iba y va por dentro. Estaban y estamos naturalmente equivocados, estamos equivocados en la relación con pretensión dominante que hemos establecido con la Naturaleza y estamos equivocados porque es una de las posibilidades naturales de nuestro ser, lo mismo que la posibilidad de la enmienda. Estamos histórica, política y ecológicamente equivocados pero no sabemos como resolver la contradicción. Es la larga dialéctica de Adán y Eva: ser naturalmente humanos y ser demasiado humanos.
DIALÉCTICA DEL PODER CULTURAL Y COSIFICACIÓN. RESPONSABILIDAD Y HORIZONTES. EL REGRESO A LA VIRTUD DE LA SENCILLEZ
“Lo natural generó un derecho común y
la usurpación creó el derecho privado”
SAN AMBROSIO
“...El 15 de agosto de 1964, cuando el Che entregaba a un grupo
de trabajadores reconocimientos por su actitud de vanguardia
en el trabajo, aclaraba que el poema no era de su autoría, sino
«de un hombre desesperado (…) un viejo poeta -León Felipe-
que está llegando al final de su vida», y recitaba de memoria:
«Pero el hombre es un niño laborioso y estúpido/ que ha
convertido el trabajo en una sudorosa jornada,/ convirtió el
palo del tambor en una azada/ y en vez de tocar sobre la tierra
una canción de júbilo,/ se puso a cavar./ Quiero decir que nadie
ha podido cavar al ritmo del sol,/ y que nadie todavía ha cortado
una espiga con amor y/ con gracia».
DAILY PÉREZ GUILLÉN
“Ernesto Che Guevara y León Felipe: una amistad entrañable”
Juventud Rebelde, 28/11/2015
“El hombre es un ser en situación… tiene sin dudas
compromisos que cumplir”
CARLOS “BETO” SFORZA
“Comentario a Gabriel Marcel”
En “El Ocaso de la Edad Moderna”, Romano Guardini expuso esos riesgos en los que estaba y está inserta la vida social humana: la creación de cultura era una construcción de seguridades vitales frente a una naturaleza no comprendida ni dominada por los seres humanos primitivos. Así, la naturaleza se transformó en fuente de bienes inagotables hasta que entramos en la denominada modernidad eurocéntrica: el riesgo tiene ahora su origen en las mismas creaciones culturales que habían servido para enfrentar aquel primer riesgo, aquellas primeras inseguridades. El poder humano, técnico y político no domina sus efectos. El poder, insiste Guardini, tiene poder sobre las cosas pero no tiene poder sobre el poder mismo. El poder fue por un camino histórico demasiado humano. En “El coraje de existir”, Paul Tillich abordó contemporáneamente a Guardini la misma cuestión: la seguridad humana que quedó garantizada por el buen funcionamiento de mecanismos para el control técnico de la naturaleza, por el refinado control psicológico de la persona, por el rápidamente creciente control organizacional de la sociedad fue comprada a un alto precio, y es que los humanos se convierten en un medio al servicio de los medios. La humanidad moderna y consumista cae bajo la esclavitud de los objetos que ella misma ha creado, alienadamente. Aquí Tillich repasa la crítica de los filósofos europeos de la vida, como Pascal, Kierkegaard, Marx y Bergson contra este poder destructivo de la auto-objetivación. Hemos de agregar que, después de Tillich, Hans Georg Gadamer afirmó magistralmente en el mismo sentido que “el ser natural hombre (Naturwesen Mensch) rebasa “por naturaleza” (“von Natur”) su propia determinación natural”. Volviendo a las ideas de Tillich, teólogo luterano fallecido en 1965, debemos decir que describió con precisión las tres angustias que aparecen en la conciencia humana y que coexisten, más allá de que en cada epoca histórica una pueda predominar sobre las otras. Tillich analiza la angustia de la muerte, la angustia del absurdo, de la vaciedad y de la pérdida de significado y la angustia de la culpa y la condenación. ¿Es la angustia postmoderna una suma de angustias existenciales? ¿Podrá la conciencia ecológica globalizarse desde la angustia existencial movilizadora?. Cuando Hans Jonas escribió en “El Principio de Responsabilidad” (1979) que tenemos que obrar de tal modo que los efectos de nuestra acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en el planeta, estaba creando una clave histórica necesaria para fortalecer el coraje de existir, y a su manera, estaba actualizando el mandato bíblico de no comer de los frutos prohibidos. Hemos hecho y seguimos haciendo sistémicamente mucho daño ambiental: tenemos que trabajar con sensatez en la regeneración ecológica y social sin esperar respuestas inmediatas de la Madre Naturaleza. El sendero de la salvación es una posibilidad con la responsabilidad colectiva, pero no es segura: la Gaia, la Naturaleza decidirá en el futuro si perdona los excesos generados desde que se inició el Antropoceno y el Capitaloceno. El futuro está abierto para ver si la sostenibilidad social y ambiental genera -como piensa Thomas Berry- una época Ecozoica o si caemos en un caos Tecnozoico y ecocida. La vieja discusión de Lutero contra Erasmo sobre el libre o servo arbitrio parece inclinarse, en el contexto de crisis ambiental y civilizatoria hacia la idea del servo arbitrio luterano: nuestra voluntad está determinada, esclavizada por el pecado ecológico. Hay libertad de opciones para comprometerse a reparar el daño o para no hacer nada, pero la segunda posibilidad es una irresponsabilidad que pone en peligro al mundo de la vida propio y global. Michel Serres reclamó un nuevo contrato natural y aseguró que “solo depende de nosotros que todo no dependa de nosotros”.
Wilhelm Dilthey explicó a finales del Siglo XIX y principios del XX que podemos encontrar tres concepciones del mundo en la filosofía occidental: el naturalismo, como el de los epicúreos, donde los humanos están determinados por la naturaleza, el idealismo subjetivo como el de Kant en el que existe una conciencia separada de la naturaleza por su libre albedrío y el idealismo objetivo, como el de Hegel, Spinoza y Giordano Bruno donde los humanos son conscientes de su armonía con la naturaleza. A principios del Siglo XXI habría que revisar esas concepciones de Dilthey desde un punto de vista decolonial y transmoderno para y evaluar que tanta diferencia hay en el fondo entre ellas y que diálogo enriquecedor pueden tener con otras concepciones culturales. Nuestras ideas de ser naturalmente humano y demasiado humano tratan de ser una vuelta de tuerca en este asunto. Habría que hacerle justicia a Kant, que supo ver como origen del mal al interés propio de los humanos. La serpiente bíblica tal vez sea, como hemos visto, un símbolo de ese interés propio mal manejado. Rousseau fue por un camino parecido en su “Discurso sobre el Origen de la Desigualdad entre los Hombres”.
El ginebrino afirmó que el primero que dijo “esto es mío” fundó la sociedad civil, y que a partir de ahí la inocencia natural quedó ahogada por ese arranque reptil, aunque latente en el marco del desarrollo de la historia política y social. Para Rousseau, nuestra tarea es “medir la distancia entre el hombre del hombre, el ser histórico, y el hombre de la naturaleza”, es decir entre el ser demasiado humano o históricamente humano y el ser naturalmente humano. Tenemos que desentrañar que hay de originario en los procesos históricos, que le han añadido las circunstancias y el denominado progreso al fondo natural de los humanos. Este ejercicio de reflexión nos debe predisponer a pensar las bases del derecho natural, donde el interés por la conservación vital debe volver a desplegarse sin dañar a otro ser sensible, salvo por la propia necesidad de conservación. Sigue siendo certera la crítica de Rousseau a Hobbes: la causa que le impide a los “salvajes” usar la “razón” es la misma que les impide abusar de sus facultades. El sentimiento natural debe volver a tener la satisfacción y la tranquilidad de hacer el bien con el menor daño posible. La degradación de ser se evita, según el autor del Discurso y del Contrato Social, con una vida sencilla. El gran Alejo Peyret encontró una clave en estas ideas del romanticismo ilustrado cuando sentenció que “es cierto que Rousseau no conoció la ley del progreso; pero sin tener conciencia de ello, lo preparó y cuando pedía el regreso al estado de naturaleza, a la selva primitiva, en realidad empujaba a las sociedades al porvenir”. La ética política rousseauniana-europea se emparenta con las antiguas sabidurías de otros continentes. Los asiáticos denominan wu-wei y wabi sabi a la conducta consciente humana que acompaña el ritmo natural de las cosas sin forzarlas, sin desequilibrarlas y sin obsesionarse por ninguna perfección antinatural. En Nuestra América – Abya Yala, esa ética nativa se expresa como sumak kawsay, como búsqueda filosófica y práctica del buen vivir y del buen convivir entre los humanos y con la Madre Tierra.
INTERCAMBIO ORGÁNICO E INORGÁNICO. ¿RESOLVEREMOS EL ENIGMA?. EL DEVENIR DE LOS ADANES EUROPEOS
“...La rueda única del arado canta el salmo de
las siembras fecundas y a lo lejos, el trapo rojo
se despliega con orgullo de bandera; el gurí
acecha a una víbora que se despereza al sol...”
ALBERTO GERCHUNOFF, “El Surco”, en
“Los gauchos judíos”
“...El hombre, como el vegetal, tiene sus raíces hondas en la tierra.
Lo telúrico influye en los modos de la conducta. No obstante el
paisaje, que va en sus ojos, toca a sus aspectos exteriores, quizás a
los valores estéticos que posee, pero en la profundidad del ser está
la totalidad de la tierra con sus formas de sustentación, la influencia
social y las estructuras económicas y el devenir de los acontecimientos
lugareños, en el impresionante panorama de la historia”
ELIO LEYES
“Esencia de lo entrerriano”, en
“Voz telúrica en Gerchunoff”
“...Falso y contra natura, el ideal racista de una sola rama
que acapara para sí sola toda la savia del Árbol y que se
eleva sobre la muerte de todas las otras ramas. Hace falta
nada menos que el crecimiento combinado del ramaje
entero si se quiere llegar hasta el Sol...”
TEILHARD DE CHARDIN
“El fenómeno humano”
Theodor Adorno también pensó, en “La idea de historia natural”, que debemos comprender todo ser o todo ente como ensamble el ser histórico y el ser natural y que el elemento dialéctico en los mitos trágicos puede observarse en la posibilidad de reconciliación que acompaña a la caída y a la culpa. Karl Löwith analizó críticamente las diferencias entre la vida de las personas comunes y las teorías intelectuales. En “El sentido de la historia” aseveró que “más inteligente que la superior visión de los filósofos y teólogos, es el sentido común del hombre natural, y el menos común del creyente en Cristo, que no pretende ver en el cañamazo de la historia humana el designio de Dios o del mismo proceso histórico. Más bien trata de liberar al hombre de la historia opresiva del mundo, sugiriendo una actitud, ya de escepticismo o de fe, que tiene ciertamente sus raíces en una experiencia histórica, aunque se halle separada de ella y la sobrepase en alcance, permitiendo de esta forma al hombre soportarla con una resignación completa y una confiada esperanza”. Una de las filosofías que Löwith pasó por el tamiz de la teología fue la de Karl Marx, pero se le escapó el potencial ecológico -que hoy podemos ver mejor- de la dialéctica marxista bien leída, especialmente la de los Manuscritos Económicos-Filosóficos del socialista alemán.
En “El concepto de naturaleza en Marx”, Alfred Schmidt dedicó un capítulo a la concepción de intercambio orgánico -stoffwechsel- entre hombre y naturaleza y sus aspectos especulativos. Este intercambio orgánico está vinculado con las leyes naturales que preceden a los hombres, resume Schmidt, y recupera aquella idea de Marx de que “el hombre sólo puede proceder en su producción como la naturaleza misma, es decir, sólo puede cambiar las formas de la sustancia”. La conciencia ecológica postmoderna le da un nuevo sentido hoy a las nociones de orgánico e inorgánico. Una lectura ambientalista del Marx profundo puede generar un encuentro entre la utopía concreta y el principio de responsabilidad. Tal vez sea tiempo de reescribir el Prefacio marxista para la Contribución a la Crítica de la Economía Política: en la producción social y material de su vida, las sociedades han establecido diferentes relaciones con la Naturaleza y a partir de allí, distintas relaciones sociales y culturales de producción e intercambio, llegando en el mundo moderno, capitalista, imperialista, colonialista, racista y eurocéntrico a niveles políticamente suicidas de explotación y degradación natural y social. Rita Segato ha recuperado, en el marco de la crisis del coronavirus, la idea de ruptura metabólica o desequilibrio de la relación entre los seres humanos con la naturaleza, planteada por Marx. En los Manuscritos de 1844, Marx pensó la democratización socialista revolucionaria de todas las relaciones vitales como un reencuentro liberador con el ser natural, enriquecido por las largas luchas históricas. Una lectura ecológica y democrática de esas líneas hoy tiene una fuerza impresionante. Los seres humanos organizados de un modo diferente, autodeterminados cooperativa y comunitariamente con justicia y autosustentables se reencuentran con el paraíso perdido. Escribió Marx: “El comunismo como superación positiva de la propiedad privada en cuanto autoextrañamiento del hombre, y por ello como apropiación real de la esencia humana por y para el hombre; por ello como retorno del hombre para sí en cuanto hombre social, es decir, humano; retorno pleno, consciente y efectuado dentro de toda la riqueza de la evolución humana hasta el presente. Este comunismo es, como completo naturalismo = humanismo, como completo humanismo = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la solución definitiva del litigio entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre individuo y género. Es el enigma resuelto de la historia y sabe que es la solución”.
El pecado original de Occidente es haberse separado filósoficamente de la Tierra. Leyendo a contrapelo unas líneas de “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset encontramos una clave histórica. Para el pensador español, era positivo que los griegos antiguos hubieran fortalecido una segunda naturaleza histórica, política, social y cultural y se hubieran separado “de la planta y el animal”. Aquí Ortega cita a Sócrates, quien afirmó: “yo no tengo que ver con los árboles en el campo, yo sólo tengo que ver con los hombres en la ciudad”. La lucha histórica entre la ciudad “racional” y el campo “vegetal” no ha dado buenos resultados. Löwith -a mediados del Siglo XX- recordaba aquella sentencia de Arnol Toynbee: el curso normal de desintegración de las denominadas civilizaciones es exactamente tres latidos y medio y se supone que el Occidente ha sobrepasado ya latido y medio. A principios del Siglo XXI, el capitalismo globalizado produce en dos semanas el equivalente a todo lo producido en el año completo de 1900 y el consumo excede hace tiempo la capacidad natural del planeta. Los ambientalistas reclaman que debemos cuidar nuestra huella ecológica y aliviar la mochila consumista. Ortega y Gasset llamó la atención, en la obra citada, sobre el “novísimo Adán” egocéntrico que surgía en el Siglo XIX con el desarrollo de la Segunda Revolución Industrial, y que empezaba a perder contradictoriamente su propia cabeza. Las ciencias sociales europeas contemporáneas buscan fortalecer esta autocrítica: el economista alemán Ulrich Brand expresa que no podemos salvar el planeta sin luchar por la emancipación social, y aporta un corte epistemológico con una noción de postdesarrollo que va más allá de las lógicas del capitalismo y del mercado e integre la concepción andina del Buen Vivir y el Buen Convivir. Las nociones de “progreso” y “desarrollo” probablemente deberíamos tacharlas para siempre. André Gorz pensó círculos de cooperación social más allá del interés y del dinero. Enrico Berlinguer avisó en la Italia de los ´70 que la austeridad entendida como sencillez igualitaria, como sobriedad y no como ajuste, podía ser una palanca de superación de la alienación sistémica. El ecologismo político y cultural se expresa de diferentes maneras hoy en Europa y en el mundo: Dinamarca afirma una economía 100% orgánica y renovable, todavía en un marco mercantil aunque controlado públicamente; en Alemania, el partido moderado de Los Verdes gobierna el estado de Baaden-Württemberg desde 2011, liderado por el militante católico y ambientalista Winfried Kretschmann. En esa región germana se encuentra la Selva Negra donde Heidegger tenía su cabaña y donde el poeta Paul Celan esperó infructuosamente una autocrítica política del filósofo. Los modos propios, impropios, adecuados, inadecuados y poéticos de ser se mueven como las hojas de los árboles del bosque. Los Verdes franceses avanzan en las elecciones municipales de 2020: ya Voltaire profetizó en el “Cándido” que lo más sensato era aprender de las otras culturas y empezar a cultivar nuestro propio jardín. El ex ministro griego, Yanis Varoufakis propone una transición a la sustentabilidad global basada en un Plan Marshall ecológico que apueste por las tecnologías verdes, que democratice empresas y que se construya en base a un acuerdo verde internacional. La investigadora y activista canadiense Naomi Klein se suma, en la Internacional Progresista, al reclamo de un plan de reparación cívico e intergeneracional que reconstruya las relaciones naturales y sociales rotas antes de la pandemia del coronavirus y patentizadas por ella.
Francois Houtart ha propuesto una Declaración Universal del Bien Común. Hans Küng una ética mundial basada en el encuentro y el diálogo de los mejores valores de todas las religiones. Las teologías comprometidas vienen afirmando su conciencia ecológica: a la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco se suma la Declaración Islámica sobre el Cambio Climático Global que comienza diciendo claramente que “no tenemos derecho a oprimir al resto de la Creación o a causarle daño”. La Iglesia Evangélica Metodista Argentina expresa públicamente su compromiso de movilizarse con todos los que luchan por la defensa de nuestra Casa Común y promueve una ciudadanía ecológica. El metodismo se declara contra la megaminería contaminante y reza sin ingenuidad por la quema de nuestras islas y de nuestros ecosistemas diciendo: “Dios de amor, te damos gracias por la creación que nos has dado, por sus montes, sus valles, sus llanuras y humedales. Queremos pedirte que la protejas del fuego, que preserves la vida de las personas pobladoras que pueden perderlo todo, como así también que guardes y fortalezcas a quienes combaten el fuego con gran vocación de servicio. Te pedimos que el humo no nos impida descubrir quienes están detrás de estos incendios, enriqueciéndose a tan alto costo. Que tu justicia se revele en medio nuestro. Oramos en el nombre de Jesús. Amén”. El encuentro ecuménico resulta prometedor con estas iniciativas.
UNA FE COMÚN PARA VOLVER A LA TIERRA. NUESTRO PECADO Y LA OTRA SERPIENTE. LA TRANSOBJETIVIDAD
“Tiene, pues, ella -la rata- una forma bellísima según su género,
las patitas tan finas y los pelitos tan suaves, de manera que
parece que debe haber sido creada por la Palabra de Dios.
Por eso admiramos también esta criatura y obra de Dios.
Lo mismo también podría decirse con respecto a las moscas.
MARTIN LUTERO
Comentario al Génesis
“El día que la ciencia de la historia decida regir sus especulaciones
por estos misterios de los orígenes y de las postrimerías conquistará
una visión del mundo y del acaecer mundano tan libre y válida
como es el fluir de ese acontecer”
HÉCTOR A. MURENA
“Sabemos que toda la creación sigue con sus gemidos
y dolores de parto”
SAN PABLO, “Carta a los Romanos” (8, 22)
De las entrañas del árbol de la sabiduría oriental, la hindú Vandana Shiva viene hace muchos años dando ejemplo de coherencia y pacifismo activo y movilizado por la justicia ambiental y social. El abrazo que salva árboles -Chipko- y el feminismo se integran en una lucha por la Democracia de la Tierra. Shiva asesoró al gobierno de Bután, que prefirió empezar a medir la Felicidad Nacional Bruta y no el Producto Bruto Interno. En los EE.UU, Donna Haraway busca articular ecologismo, feminismo y un uso sustentable, democrático y liberador de la tecnología cyborg que ya forma parte de nuestros cuerpos y de nuestras mentes. La joven sueca Greta Thunberg lidera la indignación de la Generación Pulgarcita -el concepto es de Michel Serres- animando el movimiento Viernes por el Futuro. A fines de setiembre de 2020, la televisión pública alemana DW TV presenta un informe titulado “Menos estrés en el campo, ¿porqué?” y muestra una investigación de campo que confirma que los campesinos tienen más anticuerpos biológicos que los “urbanitas” para manejar mejor momentos y procesos estresantes. Hay que volver a la tierra y que hay forjar un nuevo equilibrio vital entre ciudad y campo, comprendidos como partes de una nueva cultura sostenible de la Tierra. La colonización agraria, el cooperativismo y la sustentabilidad son ejes fundamentales del “Plan San Martin” para el desarrollo humano integral que la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y algunas organizaciones gremiales presentaron públicamente en agosto de 2020. En la misma línea, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) presenta el proyecto de ley para poner en marcha un Plan Procrear Rural.
¿Cuál fue el pecado original de Nuestra América? Héctor Alvarez Murena, traductor argentino de Walter Benjamin y de los autores de la Escuela de Frankfurt, pensó autobiográficamente con ese interrogante que tanto colonizadores como inmigrantes tres siglos después vinieron con un espíritu de “campamento americano”, desafiando a la Naturaleza por no sentirse salidos de su vientre. El pecado original era sentimentalmente, para muchos europeos, percibirse expulsados de su tierra a la que mitificaban como un paraíso. Es una pena que Murena no haya leído las excepciones de Alejo Peyret o Alberto Gerchunoff pero es cierto que ese resentimiento colonial y gringo se instaló fuerte en nuestro país generando un complejo ideológico de inferioridad falso pero política y culturalmente dañiño, muy a medida de las distintas poses adoptadas por el liberalismo, las elites y el medio pelo. Murena pensó que si no encontramos “el nombre secreto” de nuestra tierra seremos sepultados por su fertilidad nunca apaciguada. Hoy tenemos los nombres: Abya Yala, Ivy marä ey, Sumak Kawsay, Ayllú, Whipala, Tupambaé, es decir el mosaico confederal de nombres nativos para decir tierra viva, tierra sin mal, buen convivir, comunidad, biodiversidad y propiedad colectiva cristiana-guaraní. Murena planteó lúcidamente el símbolo de la serpiente bíblica como la condena de la tecnocracia hegemónica. Para evitar caer en la trampa, el autor de “El pecado original de América” propuso forjar una transobjetividad, una filosofía que vaya más allá de los objetos -como también vimos en Tillich y otras y otros autores- de las cosas fetichizadas, de la objetividad científico técnica impuesta desde el Norte, cosificadora, enajenadora, opresiva y mutiladora de la vida social, natural y cultural. Murena echó las bases de una hermenéutica soberana que hoy puede avanzar mucho más desde un punto de vista transmoderno -como dice Enrique Dussel- y decolonial.
Rodolfo Kusch, por su parte, diferenció el ser nativo con fuertes raíces en la Madre Tierra de la “civilización” artificial y ficticia. Otra serpiente, Quetzalcoatl, fue interpretada por Kusch como símbolo de la frustración de las culturas originarias del centro geográfico de nuestro continente. La serpiente emplumada une sin fundir, para este antropólogo, la verdad de la tierra -simbolizada por la serpiente/coatl con la verdad del cielo, simbolizada por el pájaro/quetzal. Debemos seguir estudiando y pensando toda esta extraordinaria mitología y sus significados abiertos. Quetzalcoatl, además de ser una divinidad, es el nombre de un rey de Tula (895-947) -Acatl Topiltzin Quetzalcoatl- que terminó engañado y desterrado y que después de conversar con el dios del fuego, algún día volverá como niño. Gobernó con prudencia y justicia, dejando de lado por ejemplo los sacrificios humanos. La llegada de los conquistadores europeos confundió a muchos nativos que esperaban a su rey-mito liberador. La historia ecológica del continente ya se viene estudiando, lo mismo que la necesaria historia ambiental mundial, y es importante evaluar la sostenibilidad en todos los órdenes antes y después del genocidio europeo en nuestra tierra. Para nosotros, el pecado original de Nuestra América-Abya Yala se simboliza en la entrega de la Malinche a los europeos -esos Adanes malditos del Siglo XVI- por parte de nuestros pueblos originarios. Entregar nuestras Malinches, nuestras vidas humildes como fruto sin prohibiciones al colonialismo, a la explotación y a la violencia en todas sus formas sigue siendo un símbolo de nuestras graves y peligrosas contradicciones como pueblo.
UNA POLÍTICA POÉTICA: LOS DERECHOS DE LA NATURALEZA. EL REENCUENTRO CON EL SER
“...Tierra: aquí mi amor se reparte y se construye.
Aquí está mi destino verdadero.
Aquí planto el horcón, aquí abro el surco,
aquí es donde me afirmo para llegar al cielo.
Aquí estoy con el árbol, con el trigo y la rosa,
donde repunto sueños, donde aseguro mi cantar.
Volveré al fin, puñado de tierra sosegada,
a tu seno materno, calladito y en paz”
MARCELINO ROMÁN
“Tierra de amor”
“...La santidad de vida está más cerca de lo que pensamos
del sentido de la preservación de la naturaleza”
JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA
“Bautizar el ecologismo”
Diario ABC, Madrid, 15/12/2019
“Para
que los hombres no tengan vergüenza de la belleza de las
flores,
para que las cosas sean ellas mismas: formas sensibles o
profundas
de la unidad o espejos de nuestro esfuerzo
por
penetrar el mundo,
con el semblante emocionado y pasajero de
nuestros sueños.
o la armonía de nuestra paz en la soledad de
nuestro pensamiento,
para que podamos mirar y tocar sin
pudor
las flores, sí, todas las flores,
y seamos iguales a
nosotros mismos en la hermandad delicada,
para que las cosas no
sean mercancías,
y se abra como una flor toda la nobleza del
hombre:
iremos todos hasta nuestro extremo límite,
nos
perderemos en la hora del don con la sonrisa
anónima y segura
de una simiente en la noche de la tierra.”
JUAN L. ORTIZ
“Para que los hombres...”, en
“La rama hacia el este”
Primavera bajo el velo
el sol de los espinillos
nos recuerda la vida
Anónimo de El Tala
Las luchas ambientales, nativas y populares en nuestra macroregión impulsan la noción jurídica de la Naturaleza como sujeto de derechos. Bolivia y Ecuador incorporan en sus nuevas Cartas Magnas la concepción del Buen Convivir pero las contradicciones políticas y sociales dejan el articulado legal como intención que sólo sostienen los movimientos campesinos e indígenas. En 2016, por iniciativa de diferentes organizaciones sociales, la Corte Constitucional de Colombia declaró al Río Atrato sujeto de derechos, en medio de enfrentamientos violentos y un desprecio al río y a su ecosistema. Antes los ríos Ganges de la India y el Wanganui de Nueva Zelanda también habían logrado el mismo status legal. Es un hermoso y necesario paso teórico, epistemológico, es la superación formal del pecado ecológico que necesita después los pasos prácticos para ser realidad concreta. En Entre Ríos, el Foro Ecologista y otras organizaciones han planteado con justicia que el Delta también sea sujeto de derechos. Habrá que pelear por esa bandera: toda la poesía y la cultura entrerriana, especialmente toda la poesía del gran Juan L. Ortiz está detrás de esta reivindicación. La ontología orticiana es una síntesis maravillosa y necesaria de las preocupaciones multiculturales y políticas por el reencuentro con el ser común natural y la liberación de lo sagrado en la alegría eterna e infinita de la sencillez, la sensibilidad y la fraternidad. Ser el Delta, ser el río, ser-el-río y ser-la-tierra en un mundo de la vida soberano.
La poética profunda entrerriana es una poética ecológica. “Nuestra identidad es romper fronteras” afirma Tirso Fiorotto y se refiere a los límites epistemológicos instituidos y hegemónicos que el arte entrerriano y litoraleño atraviesa permanentemente a través de su historia. Es un aspecto de la transobjetividad planteada por Murena y de la hermenéutica mundial transmoderna reclamada por Dussel. “Mirar la cultura en la naturaleza” dice Fiorotto, sin separarlas, y recuerda los ejemplos de Aníbal Sampayo, Linares Cardozo, Héctor Jorge Deut, Miguel “Zurdo” Martínez, Juan L. Ortiz, Atahualpa Yupanqui y Romildo Risso. De este poeta oriental, Fiorotto subraya aquel verso que rezaba “si hay leña cáida en el monte/ yo no v’ia cortar un árbol. Po’el aire no puedo dir/ de no, ni pisaba el pasto”. Hay una ética del ser naturalmente humano en esas bellas líneas, hay un compromiso de evitar el pecado ecológico, de respetar los tiempos de la Madre Tierra. La misma ética del ser y la misma ontología orticiana se expresa en el pensamiento de Fortunato Calderón Correa: “cuando vemos pasar un río -escribe el periodista y ensayista entrerriano- sentados a la orilla, la paz no se interrumpe con la idea de que el agua fluye con esfuerzo y podría detenerse. Nada nos sugiere esa idea, estamos ante una imagen de la eternidad y momentáneamente participamos de ella, somos eternos también nosotros”.
En su maravillosa obra de teatro “El eclipse de la pelota”, el escritor entrerriano Arnaldo Calveyra pensó creativamente un encuentro abierto de culturas. La diosa griega Deméter, que busca a su hija, es uno de los personajes. Por el otro lado están los mellizos Ixbalanqué y Hunahpú y la familia Xibalba: Calveyra afirmó que se inspiró en el Popol Vuh de los mayas. En un momento de la obra, el narrador dice “hace mucho, mucho tiempo, los animales estaban más avanzados que los seres humanos en el conocimiento de ciertos productos de la tierra. En épocas de hambre, les enseñaban a los hombres a alimentarse de esas plantas”. Era el wu wei del Edén, donde la biomímesis potenciaba los querubines que llevamos dentro para forjar los primeros pasos del ser naturalmente humano. Nuestras abuelas y nuestras madres trataron de no perder esa sabiduría antigua. Tenemos que defender y continuar esa tradición cultural. En otro momento de la obra de Calveyra, el cuervo le ofrece a la víbora blanca tragarla para volar juntos y llegar hasta la cancha, y la víbora agradece y acepta la gentileza. Podemos imaginarnos hoy una nueva obra calveyrana, donde la serpiente emplumada está volviendo al Edén después de un largo y complicado recorrido. La gente está mejor, más tranquila y feliz. Un gurí juega con los pichones de Quetzalcoatl mientra su familia corta las espigas por primera vez con amor: ahora empezamos a entender mejor a Alberto Gerchunoff y a León Felipe. La obra puede titularse, si queremos, “Reencuentro en el Paraíso”. El viento grita que pasa algo increíble. En el nuevo Edén están los árboles y las plantas de todas las culturas del mundo: nadie toca lo que no debe tocar. Durante años, los descendientes de Adán, Eva y de los Xibalba han restaurado y regenerado la biodiversidad terrenal. El árbol de la ciencia del bien y del mal recuperó su identidad: es el árbol “inútil” del que habla la antigua sabiduría oriental, es el árbol que simboliza la vida natural y social más allá de la maldita lógica de la utilidad y del interés. El viento sigue gritando algo. Amaro Villanueva abre el portillo y nos explica que el árbol que está al lado del “inútil” es el Nalladigua de los mocovíes, el ombú que los nativos litoraleños plantaban al lado de cada tumba con la esperanza de que se pudieran restituir las ramas cortadas por el egoísmo y llegar así al cielo. El viento nos empuja y nos envuelve, feliz: llegamos al centro del Paraíso. El árbol de la vida es un sauce y se ve una luz delicada que lo rodea. Juan L. nos sonríe mientras acaricia a su gato: admiramos a su lado el aura del sauce.
Prof. Mauricio Castaldo
María Grande, Entre Ríos
NOTAS:
La concepción de Naturaleza de MICHAEL LAITMAN en su “Kabalá para aprendices”, introducción de Ervin Laszlo, Santiago de Chile, Editorial Norma, 2008. El Génesis lo leemos en nuestra BIBLIA Latinoamericana, LXXXII Edición, Ediciones Paulinas Verbo Divino. La de Leonardo Boff en JUAN NAVARRETE CANO, “La eco-teología de la creación de Leonardo Boff”, Revista Palabra y Razón, Nro 1, Universidad Católica del Maule, Chile, 2012, p.125, ver http://revistapyr.ucm.cl/issue/view/30. Una introducción a la teoría de LYNN WHITE Jr en https://counterbalance.org/enviro/intro-frame.html. La aclaración de ARIEL ALVAREZ VALDÉS, “Porqué en la Biblia hay dos creaciones del mundo?” en Revista Criterio, Nro 2434, Año 2017, ver https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2017/03/11/por-que-en-la-biblia-hay-dos-creaciones-del-mundo/. La interpretación de PAUL RICOEUR en su trabajo compartido con ANDRÉ LACOCQUE, “Pensar la Biblia. Estudios exegéticos y hermeneúticos”, Barcelona, Herder, 2001, capítulo “Grietas en el Muro”. Los dos conceptos de dominio en FÉLIX ORTIZ FERNÁNDEZ, “Postmodernidad, ecología y cuidado de la creación”, Protestante Digital, 11/8/2011,https://protestantedigital.com/print/26261/Postmodernidad_ecologia_y_cuidado_de_la_creacion. El gran libro de NORTHROP FRYE, “El Gran Código. Una lectura mitológica y literaria de la Biblia”, Barcelona, Gedisa, 1988, pp.101-102. Una introducción al trabajo de JESÚS MOSTERÍN, “La naturaleza humana”, en https://core.ac.uk/download/pdf/71044678.pdf. La biohermenéutica de JESÚS CONILL, en “¿Puede mantenerse hoy el concepto de naturaleza humana”, Revista Fronteras CTR, Universidad Comillas, ver https://blogs.comillas.edu/FronterasCTR/2018/10/24/puede-mantenerse-hoy-el-concepto-de-naturaleza-humana/. Los cambios en el neolítico del Cercano Oriente, analizados por BARBARA MILLER en “Antropología Cultural”, Pearson Educación, Uned, 2011, pp. 61-62 y por MIRCEA ELIADE en “Historia de las creencias y las ideas religiosas”, Tomo I, Barcelona, Paidós, 1999, p.55 y p.219. El imprescindible artículo de GUILLERMO ALTARES, “Esta si fue una auténtica revolución”, Diario El País de Madrid, 21/4/2018, ver https://elpais.com/elpais/2018/04/20/ciencia/1524219983_369281.html. El libro “Mito y Hermenéutica”, dirigido por Severino Croatto, BsAs, El Escudo, 1973, ver http://files.jcjarquin-com-ni.webnode.es/200000024-f0bb3f2aef/mito%20y%20hermeneutica%20-%20varios%20autores_Jguzman.pdf. El ADN edénico en EDWARD WILSON, “Los origenes de la creatividad humana”, cap 13, Barcelona, Planeta, 2018. El poder sin control en ROMANO GUARDINI, “El ocaso de la edad moderna”, 1963, pp.66-67 y en PAUL TILLICH, “El coraje de existir”, Barcelona, Estela, 1968, p.41 y p.132. La interpelación de HANS JONAS en “El principio de responsabilidad”, Barcelona, Herder, 1995. Las reflexiones críticas de JEAN JACQUES ROUSSEAU en el “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, Madrid, Alba, 1998, y las de ALEJO PEYRET en sus “Discursos”, BsAs, Lajuane, 1907, p.91. El ensamble de THEODOR ADORNO en su trabajo “La idea de historia natural”, ver https://bancodelecturas.wordpress.com/2016/08/20/theodor-w-adorno/ y el hombre natural según KARL LÖWITH en “El sentido de la historia”, BsAs, Aguilar, p. 4 y p.20 la cita de Toynbee. ALFRED SCHMIDT, “El concepto de naturaleza en Marx”, Madrid, Siglo XXI Editores, 1976, p.84. El enigma resuelto según Marx en la p.150. RITA SEGATO, “Coronavirus: todos somos mortales. Del significante vacío a la naturaleza abierta de la historia”, La Tinta, 29/4/2020, ver https://latinta.com.ar/2020/04/coronavirus-mortales-significante-vacio-naturaleza/. JOSE ORTEGA Y GASSET, “La rebelión de las masas”, Barcelona, Biblioteca de los Grandes Pensadores, 2004, p.186 y p.310. La traducción de la cita de LUTERO del latín al castellano se la debemos a la generosidad del Prof. RENÉ KRÜGER. En setiembre de 2020, “Una rata detectora de minas fue premiada por su valor”, publicó Página 12. ¿Otra tesis comprobada de Lutero?. Ver la nota en https://www.pagina12.com.ar/294649-una-rata-detectora-de-minas-fue-premiada-por-su-valor. El Plan San Martin, analizado por LAURA VALES el diario Página 12, BsAs, 11/8/2020, ver https://www.pagina12.com.ar/284306-el-plan-marshall-criollo-para-la-post-pandemia y la propuesta de la UTT, “Trabajadores de la tierra reclaman un procrear rural”, en https://vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_716/id_11881/trabajadores-de-la-tierra-reclaman-un-procrear-rural. Una introducción al pensamiento de H.A. Murena por HÉCTOR SCHMUCLER en https://www.espaciomurena.com/7310/ y el repaso de MARÍA ROSA LOJO a las ideas de Murena y Kusch en “H.A. Murena y Rodolfo Kusch: «Barbarie» como seducción o pecado”, ver https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=52129. Los bautismos populares y la lucha para que el Río Atrato no quede sólo en formalidad jurídica, analizada por MILO DEL CASTILLO y JAVIER SULÉ ORTEGA, “Tres ríos en el mundo tienen derechos. Uno es este y vive amenazado”, Diario El País de Madrid, 20/4/2019, ver https://elpais.com/elpais/2019/03/25/planeta_futuro/1553542771_231121.html. La noticia “Amparo para declarar al Delta sujeto de derecho”, 10/7/2020, en http://www.justiciaambiental.org/2020/07/17/amparo-para-declarar-el-delta-parana-como-sujeto-de-derecho/. La epistemología poética transfronteriza y transobjetiva de TIRSO FIOROTTO en “Nuestra identidad es romper fronteras”, El Miércoles de C. del Uruguay, 18/2/2016, ver https://www.elmiercolesdigital.com.ar/nuestra-identidad-es-romper-fronteras/. El libro de FORTUNATO CALDERÓN CORREA, “A la luz de la tradición eterna”, Rosario, Ultimo Recurso y JAPL, Junta Abya Yala por los Pueblos Libres, p.21. Recomendamos el capítulo sobre los árboles sagrados en las pp. 127 y 129, como así también las páginas dedicadas por Calderón a Juan L. Ortiz, Rodolfo Kusch y Vandana Shiva. El pluriverso transmoderno de ENRIQUE DUSSEL en “Pablo de Tarso en la filosofía política actual y otros ensayos”, México, Ediciones Paulinas, 2012, ver https://enriquedussel.com/txt/Textos_Libros/64.Pablo_de_Tarso.pdf. El “Eclipse de la pelota” de ARNALDO CALVEYRA en su “Teatro Reunido”, Paraná, Eduner, 2012, pp. 537-591.-
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