“La explotación es producción del tiempo de la dominación
contra el tiempo de la liberación”
TONI NEGRI (**)
La crisis del covid, la confirmación del cambio climático y la guerra de Rusia y Ucrania son revelaciones del comienzo histórico del Siglo XXI, de una manera probablemente inesperada. La nueva normalidad del trabajo se parece bastante a la vieja normalidad, pero con el agregado de un aprendizaje forzoso y desparejo del uso de nuevas tecnologías de comunicación. La nueva normalidad laboral se recarga de plustrabajo virtual, en algunos sectores más que otros seguramente, dependiendo de las posibilidades y necesidades estratégicas. Es un desafío político, gremial y cultural reconocer las horas de trabajo virtual como trabajo y conquistar tiempos vitales de descanso real y desconexión también.
En 2014, la lucha social y el debate público logró una ley en Alemania que prohíbe a los jefes enviar mensajes a los empleados fuera del horario laboral, salvo emergencias reales. El trabajo hiperconectado, competitivo y precario en sociedades golpeadas por largos años de ajuste neoliberal, enferma y deprime, tal como lo ha planteado con fuerza el coreano ByungChul Han. Al stress y la depresión psicológica se le suma una impotencia transformada en niveles de un odio ideológico inusitado que nos recuerdan a los años treinta del siglo pasado. Es el mortal combat psicopolítico cotidiano del capitalismo posmoderno.
En Bélgica, Nueva Zelanda, Islandia y otros países ya empieza a tomar forma el planteo de una semana laboral de cuatro días, junto con la reducción de horas de trabajo. La Renta Básica Universal se postula también con más insistencia. En Argentina, en cambio, ciertas iniciativas parecidas necesitan más impulso político, sindical y social. El Primero de Mayo significa un recordatorio para las, los y les trabajadorxs acerca de que la pelea por la liberación de los tiempos de la explotación es fundamental para garantizar la salud, la justicia y la vida.
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