-Una mirada sobre Cien años de Soledad en Netflix-
1) LITERATURA, STREAMING E HISTORIA
Muy interesante la primera temporada de “Cien años de soledad” en Netflix. Confieso haberla empezado a mirar con el prejuicio de estar frente a un negocio más de esa plataforma norteamericana, ahora con la obra de un grande de la literatura latino – latidoamericana, prejuicio recargado además porque horas antes pude leer una crítica despiadada a esta puesta en escena en el instagram del diario El País de Madrid. Por suerte, no era tan malo como lo pintaban, y si bien está claro que no hay que pedirle al cine o a la producción de series para plataformas que sea exactamente igual a la Literatura o a la Historia, no dejamos de mirar con cierta desconfianza el camino artístico y siempre -aunque haya gente que por opción personal no quiera hablar de esto- ideológico que traza el creador o adaptador. El resultado es positivo, interpelante, movilizador.
Mi lectura juvenil del libro de García Márquez -allá por 1995/96- fue más bien existencialista. Yo recién empezaba el profesorado de Historia y disfruté de una obra divertida, desopilante en algunas páginas y para mí en ese momento, crítica de ciertas costumbres sociales en las que nos movíamos. Si me quedó una idea de drama social, de tiempo circular de las frustraciones populares, y esa idea quedó ratificada ahora que vi la serie, pero ya con una mirada más amplia de nuestra historia, de la política y con una dirección creo más clara de la reflexión sobre el sentido de “Cien años”. Cuando falleció el Premio Nobel Colombiano, en abril de 2014, escribí unos apuntes en internet dónde me preguntaba porqué no había por ejemplo una novela de García Márquez sobre la Revolución Cubana, siendo conocida su amistad pública con Fidel Castro. Hoy intentaré volver sobre ese tema.
Miré la primer temporada de la serie con 23 años de trabajo docente y con mucha más formación que aquel jovencito pretendida y necesariamente rebelde frente a la Argentina menemista. Pude apreciar el trabajo artístico, tanto del escritor como de los directores ahora, desde un punto de vista tanto o más histórico que existencial y social. La serie me hizo pensar no sólo en los dramas y tragedias amorosas, vitales, cotidianas si no en las grandes contradicciones y limitaciones de la historia política latinoamericana.
2) SÍMBOLOS DE LA
SOLEDAD POLÍTICA LATINOAMERICANA
LA DIALÉCTICA MACONDINA: En cada capítulo de la serie iban apareciendo personajes y situaciones que no pude dejar de pensarlas como símbolos de nuestra historia y de nuestra cultura. Así, la fundación de Macondo y sus primeros pasos como pueblo me hicieron reflexionar sobre la contradicción pasada y presente de nuestra subjetividad política como latino – latidoamericanos: la intención utópica de fundar pueblos libres, autónomos -la hermosa música afro y afro-criolla de la serie era, a su manera, la música de las repúblicas de los quilombos, de esos negros y negras que se escapaban de la esclavitud en nuestra macro-región- y por otro lado -por el mismo lado, pero desde otro costado- una subjetividad colonial, colonizada, copada por los intereses, las lógicas desgraciadas y las violencias de la civilización moderna europea. Somos esa subjetividad política y social contradictoria, utópica por un lado y colonizada por el otro, al mismo tiempo. Queremos la libertad y la autonomía de Macondo pero nos enloquecemos, o nos enloquecen, o las dos cosas, con la búsqueda de las fórmulas de la alquimia, en sus formas actuales. Los inicios de Macondo me llevaron a recordar el concepto de barroco latinoamericano, elaborado por el estudioso ecuatoriano -nacionalizado mexicano- Bolívar Echeverría. Claro está que esa resistencia social y cultural mestiza, muy nuestra, enfrenta una complejidad y unas tensiones más que complicadas. Macondo aparerece por momentos como una experiencia social de lo podríamos definir barroco latinoamericano tardío, pero es una experiencia que queda disciplinada, dominada por la formación de nuestros estados nacionales (1850-1900) modernos, burgueses, burocráticos, oligárquicos, liberales - conservadores.
FORMAS DE LA ALQUIMIA: La figura de Melquíades, el gitano, es un símbolo de la racionalidad instrumental alquimista. La ciencia como gitana de la vida moderna es una idea provocadora, si cuidamos la apreciación respetuosa de la cultura gitana. Melquíades aporta racionalidad para seguir superando supersticiones en Macondo pero también trae la ilusión alquimista, el anhelo intenso de encontrar la fórmula para llegar al oro fácil -la pucha si no es la ideología colonial-, al enriquecimiento rápido, al realismo mágico capitalista. Los diálogos entre el primer Buendía de Macondo y Melquíades son uno de los ejes simbólicos más fuertes y profundos de la serie.
Desde aquel gitano literario al presente, podemos pensar las variadas formas que el alquimismo ideológico ha adoptado en nuestra región y en el mundo globalizado: votar candidatos tan psiquiátricos como algún Buendía para llegar a la dolarización de una economía sin pensar las consecuencias, volverse adictos a las apuestas digitales, jugar con bit-coins, con seguidores en Youtube y en las redes, proyectar startups, usar “inteligencia artificial”, soñar manijeado con ser Maradona o Messi sin estudiar, sin trabajar -en medio de una economía política hegemónica nefasta que conspira contra el trabajo digno-, sin defender valores democráticos...hay tantas formas de alquimismo ideológico y social. Las biotecnologías avanzan con clonación y robótica: Yuval Harari nos avisa que nuestra especie hoy se cree el Homo Deus. “El Alquimista” incluso ha sido el título de un exitoso libro de autoayuda de Paulo Coelho. ¿Tan lejos estamos de José Arcadio Buendía?. Por otro lado, no podemos olvidar el dato histórico que una parte importante de la ciencia europea moderna empezó como experimento alquimista: ahí está la biografía de Isaac Newton para confirmarlo. La racionalidad científico – técnica occidental no está tan lejos en la historia de las ferias gitanas, mal que les pese a las y los fundamentalistas del viejo y nuevo positivismo.
GESTOS DECOLONIALES: Hay escenas de la serie que podemos pensarlas en clave decolonial, por ejemplo cuando Ursula encuentra los caminos que unen a Macondo con el mundo junto a un grupo de nativos. De todas maneras, el símbolo fuerte de la opresión es la niña nativa abandonada y adoptada, que come tierra por las noches: el ensayista argentino Bernardo Canal Feijóo supo hablar -en términos psicoanalíticos- de la forclusión, de ese rechazo ideológico y cultural “moderno” al sufrimiento de los pueblos originarios que quedó en el inconsciente de nuestro folklore y nuestra cultura. En Macondo, esa forclusión se paga con un insomnio permanente y al no dormir para vivir trabajando y pensando en acumular bienes y riquezas. Forclusión y plusvalía perpetua, no dormir y trabajar todos los días para que otros, para que un grupo de políticos, empresarios y mafiosos de la clase dominante se enriquezcan a costa del pueblo mientras hacen el verso de “seguir haciendo un esfuerzo”: “Cien años” se transforma aquí en una gran denuncia al delirio del capitalismo posmoderno y de los discursos neoliberales.
Arcadio Buendía, el improvisado maestro de escuela que se transforma en jefe político y militar liberal en la guerra civil, se inspira en una imagen de Napoleón Bonaparte para vestirse. ¿Es una crítica al militarismo eurocéntrico moderno o es una ironía literaria y ahora cinematográfica contra las pretensiones estratégicas de este Buendía al que se le suben todos los humos en la patética lucha política?...¿O es un poco las dos cosas?... Las batallas entre liberales y conservadores católicos son batallas latinoamericanas entre dos variantes, dos opciones del mundo ideológico europeo, colonial e imperialista que, como se ve, sangraron a nuestros pueblos para poco y nada. Eso sí, las impresentables contradicciones de estos liberales napoleónicos -que no demoraran más tarde en entenderse con los conservadores contra las “amenazas” de los obreros socialistas y comunistas- nos remiten a “El Mito Liberal” del intelectual marxista argentino Héctor P. Agosti.
DOSCIENTOS AÑOS: Hay otras escenas simbólicas, sintomáticas, proféticas. Del daguerrotipo a las selfies, las y los seres humanos idiotados por la tecnología del mercado, pasaron de querer capturar a Dios en una imagen a tratar de verse como dioses con filtros digitales o fotoshop... El gitano Melquíades capaz tenía más sentido común que nosotros... Hay mucho más para hablar en esta primera temporada de la versión plataforma del libro de García Márquez: el amor libre y las pasiones contra las convenciones sociales -la potencia del deseo tropical-, los dramas existenciales -la tremenda muerte de la chica embarazada-, los guachos – gauchos de la vida popular, Ursula como símbolo del sentido común que tenían nuestras madres y abuelas, las madres de la sociedad patriarcal del deber pero con suficiente coraje para forjar sus espacios de autonomía y decisión, y Aureliano, ese Leandro N. Alem colombiano luchando, muchas veces en soledad, por un liberalismo político y por una democracia formal que nunca llega, y que ni sus propios correligionarios terminan acompañando... Doscientos años son ya, más de doscientos, de independencia política latino – latidoamericana del imperio español y sin embargo la soledad política continúa. ¿De qué soledad son tantos años? De la soledad de la subjetividad política colonizada, individualista, en cualquiera de sus formas ideológicas.
3) LOS RIESGOS Y LA SUPERACIÓN DEL REALISMO MÁGICO:
La serie basada en la obra de García Márquez es un hecho positivo, lo mismo que la versión Netflix de Pedro Páramo de Juan Rulfo. Ojalá despierte más interés por la literatura y la cultura latidoamericanas, y ojalá movilice la reflexión crítica sobre nuestra historia, nuestra política y nuestra vida ideológica y social. Ha sido importante que los hijos del gran escritor condicionen a la empresa de streaming a producir todo en Colombia: es importante que no se pierda la soberanía cultural frente a los intereses del espectáculo. Habrá cosas que se escaparan al condicionamiento respetuoso: una escena amorosa, secundaria tal vez en el libro puede transformarse en una escena más que erótica en la pantalla, porque la ideología Netflix no resignará ciertas cosas, pero bueno, es parte de las reglas del juego.
Gabriel García Márquez escribió “Cien años de soledad” en medio de los interminables enfrentamientos políticos y sociales que frustraban el desarrollo humano en Colombia en los años ´60. Conflictos parecidos nos han hecho mucho daño a todos en toda la región. Podemos pensar esta gran novela como una crítica irónica y creativa a la situación, cuando ya todo el continente hablaba de la Revolución Cubana, triunfante en 1959 y movilizadora de esperanzas y militancias juveniles, populares y realmente revolucionarias. No hubo ficción del Gabo sobre la revolución conducida por su amigo Fidel Castro porque su decisión literaria fue que la lucha revolucionaria no era una ficción. Las extraordinarias “Notas de prensa” del autor de “Cien años” son el necesario complemento a la lectura de su literatura: sus ideas políticas, progresistas y democráticas están muy claras en estas notas. El denominado “realismo mágico” corre su riesgo: para gente sin mucha formación puede dejar la imagen de nuestra región como un show cultural bizarro y patético, mediocre y sin salida. José Pablo Feinmann supo llamar la atención sobre este riesgo artístico, tan a gusto de la mirada eurocentrada o globalizada. ¿Cómo hacer para dejar de vernos como los Buendía? Es decir, para forjar otra imagen política y cultural latidoamericana y para nosotros mismos dejar de vernos con la mirada colonial – neocolonial...
UN QUILOMBO LINDO, MÁS ALLÁ DE MACONDO: Colombia hoy nos da el ejemplo de un aprendizaje político y cultural. Uno lee o mira los avances del gobierno del Pacto Histórico encabezado por Gustavo Petro y Francia Márquez y no puede sino aplaudir algunas medidas que buscan superar una larga soledad. Lo dijimos hace poco en una charla en Concepción del Uruguay: “en este mes de Julio de 2024, leímos en el twitter -la red X- del Partido Comunista Colombiano dos noticias muy destacables del proceso político de ese país hermano. Por un lado, el Presidente Petro, insta al nuevo Ministro de Educación Daniel Rojas -quien antes estaba a cargo del ente nacional encargado de las expropiaciones a los narcotraficantes- a “romper dentro de su ministerio y de la educación superior las deficiencias de la misma, que convierte a los colombianos en obreros y obreras de un sistema en dónde unos hacen las ganancias y los demás trabajan para ellos”. Por su parte, la Ministra de Agricultura y Desarrollo Agrario Martha Carvajalino, afirma al entregarle tierras expropiadas a cien familias campesinas en el marco de Reforma Agraria que, “la hoja de coca fue su sustento, hoy siembran alimento de verdad”, y convoca a todos a “asumir la reforma agraria para una Colombia Potencia Alimentaria y Potencia Mundial de la Vida”. Redistribución justa de la tierra en un marco político y educativo popular, multicultural, originario, afro criollo, feminista y ecologista como parte de un proceso difícil y complejo de revolución democrática -atacado permanentemente por los medios y las redes sucias del poder dominante resentido”. El pueblo profundo de Colombia parece empezar a dejar de comer tierra. ¿Qué escribiría hoy el Gabo? ¿Quién hará alguna serie sobre estos hechos tan o más extraordinarios que los que sucedían en Macondo?...Colombia nos muestra el camino actualizado de los quilombolas y de la tierra sin mal. Citando al filósofo italiano Gianni Váttimo, dijimos en “La Señorita Renée” que, “...sin utopías, sin proyectos grandes, la historia es pura repetición. Incluso desde un punto de mirada filosófico, el ser acontece en la medida en la cual hay novedades, hay transformaciones de los sistemas sociales, de las relaciones de producción…”
SER O NO SER UTOPÍA:
¿Dónde estaba la utopía en Macondo para no vivir repitiendo
frustraciones y fracasos? ¿En la idea original de un pueblo
autónomo, liberado de políticos burócratas, de violencias
instituciones e ideológicas y de dogmas religiosos conservadores?
¿En el amor familiar abierto a las adopciones interculturales? Lo
cierto es que el pueblo colombiano entendió que tal vez la
literatura es la verdadera alquimia universal y que la lucha política
y social debe ser algo diferente a una búsqueda alquimista. Es la
generación de acontecimientos colectivos profundamente democráticos
y transformadores las que superar los ciclos de opresión,
supervivencia, dramatismo y resistencia en todas sus formas. ¿Dónde
está nuestra utopía política concreta hoy para no ser como los
Buendía? Y no es una pregunta para buscar lejos o para caer en un
imposible: miremos la valentía y la constancia de tantas
organizaciones del campo popular, la economía social, los
movimientos de derechos humanos, las mujeres contra el machismo, los
pueblos originarios, los jóvenes por las universidades y la
educación, el compromiso del arte y la cultura, los colectivos
ambientalistas que son una gran esperanza...¿Qué falta para
encontrarse y ser utopía?...
Mauricio Castaldo
Brindemos contra la peste de la soledad
Culminamos el año con la Gabomanía desatada por culpa de la serie Cien años de soledad, que obviamente ha originado diversas reacciones. Cada una de las decenas de millones de personas que hemos leído la novela, en cualquiera de los cincuenta y tantos idiomas diferentes en que ha sido traducida, teníamos nuestra propia y muy particular serie en el imaginario.
Por: Jaime Cedano Roldán
Pero realmente la invitación de esta columna es a que, mirando el contexto político mundial, hablemos de la estrecha relación que existe entre la novela y el discurso “La soledad de América Latina”, que García Márquez pronunciara en Estocolmo en 1982, al recibir el Premio Nobel. Un discurso, que, como el libro, es necesario volver a leer, o hacerlo por primera vez si aún no se ha hecho. Macondo y siete generaciones de sus familias fundadoras sufrieron cien años de soledad, de guerras fratricidas, de pestes, de olvidos y derrotas. Pero no era solo una terrible realidad colombiana, lo era también de toda nuestra América Latina, andina, amazónica y caribeña...
P.C. Colombiano - Leer Completo