Nunca como ahora las elecciones adelantadas para el 28 de junio, se presentan como una verdadera trampa para los trabajadores y los sectores populares.
La enorme crisis económica que se descarga sobre las espaldas del pueblo, pretende ser sacada de las calles, las tomas de fábricas y tierras, marchas y huelgas, y llevadas a las urnas para dirimir allí que fracción de la burguesía será la encargada de blandir el látigo contra los trabajadores. Pero esta vez, la trampa viene acompañada por la farsa. Trampa y farsa en varios sentidos.
En primer lugar es inocultable que el adelantamiento de las elecciones está determinado por la necesidad de dirimir, antes de octubre, cual de las dos fracciones en que hoy esta dividida la burguesía, logra hegemonizar el ajuste antipopular que necesitan aplicar. Estas medidas no la pueden postergar hasta octubre, y el adelantamiento a junio, aparece como una medida de emergencia de un gobierno debilitado y con rápida perdida de consenso social, que sin embargo se cree como el más apto para pilotear la crisis, a la que intenta suavizar con subsidios a los industriales y haciéndose cargo de pagar por unos meses a 40.000 trabajadores ya suspendidos, un salario de 600$.
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