“¡Federales!
No siervos”. Así reza un pasacalle de diez metros prendido en
el alambrado a pasitos del arroyo Espinillo. Rojo intenso para
el “federales” y el signo de admiración.
En
medio de la soledad y la lluvia, el cartel interpela.
Fue
colgado por manifestantes bajo un intenso chaparrón, en el
mediodía de este sábado 22 de febrero, cuando se cumplieron 200
años de la Batalla del Espinillo.
Y
no está solo, en verdad. Más allá, otro cartel
dice “200 años de lucha federal. Basta de entrega”. Al lado uno
enorme, blanco, con letras rojas sangrantes: “A los combatientes”.
En
la esquina de enfrente, en un montecito: “Fuera Monsanto, Chevrón,
UPM, Goldman S. Aratirí”. Y junto al monolito que
recuerda la Batalla y saluda a José Artigas: “Sí a la soberanía
federal. Basta de centralismo”.
Aguacero
sobre el Espinillo, a 25 kilómetros de Paraná, en el momento que
manifestantes de distintos puntos de la región llegaban por la ruta
nacional 18 y los caminos vecinales para protagonizar una “rueda de
mate”, en la que acordaron leer documentos alusivos a la
independencia, el federalismo, contra el capitalismo, contra el
imperialismo; declaraciones por la vida comunitaria y cooperativa,
por la integración del hombre en la naturaleza como mandan las
antiguas sabidurías de Abya yala, América.
En
los alambrados, bajos los árboles, se desparramaron como hormigas
con palas, tenazas, alambres, cañas, plastilleras pintadas, para
decir “presente” a los combatientes del Espinillo,en el
bicentenario de una batalla que los gauchos entrerrianos y orientales
libraron contra una invasión centralista que irrumpió para matar a
Artigas. Para abortar la incipiente revolución social
independentista.
Allí
se vio a las chicas y los muchachos mojados de la cabeza a los pies,
tensando las plastilleras, cortando los yuyos para que sus mensajes
se vieran mejor.
El
encuentro duró una hora y media, lo que llevó atar los carteles y
tomarse unos mates bajo los paraguas. El temporal impidió que
continuaran los actos en ese lugar.
Entonces
los manifestantes de la Junta Americana por los Pueblos Libres, el
Foro Artiguista Entrerriano, los docentes de Agmer, algunos
campesinos de la zona, varios estudiantes, se dirigieron a una casa
vecina que se llama La Soñada, nada menos, para leer, bajo techo,
las consignas, e intercambiar ideas sobre el significado del
federalismo y de las luchas por la independencia que, según los
artiguistas reunidos allí, deben continuar.
Había
profesores universitarios, obreros, cooperativistas, periodistas,
niños incluso. Todos mojados, leyendo y escuchando documentos
medulosos que fueron redactados con jornadas de debates e
intercambios.
Las
declaraciones terminaban, y no por casualidad, en frases como
“Artigas vuelve por el otro lado”, o “Artigas vuelve con los
que luchan”, en sintonía con un eslogan que está labrado en el
mármol, en el monolito del Espinillo, que dice “Lanza ayer, hoy
camino, Artigas vuelve”.
Bajo
un quincho hablaron, entonces, historiadores, pensadores, militantes
sociales y gremiales, cantó Jorge Méndez y recitó unos poemas, y
hubo lugar también para saludar la presencia activa de un artiguista
censurado en estos días, Mario Alarcón Muñiz.
Los
textos fueron firmados por agrupaciones de entrerrianos, santafesinos
y orientales, y sus interpretaciones de la realidad actual, a la luz
de las luchas federales independentistas y republicanas, merecen un
capítulo aparte.
Bajo
la lluvia tronó el “Mueran las multinacionales”, y se escucharon
análisis medulosos en torno del auxilio que presta el estado, sea
nacional o provincial, a los grandes grupos financieros, y contra los
intereses de los trabajadores y campesinos. Eso, ayer y hoy.
No
sintetizaremos aquí documentos que darían para decenas de páginas.
Nos quedamos con la imagen de las chicas y los muchachos provistos de
palas y carteles y alambres para alzar sus ideales con las fibras más
fuertes que son las del conocimiento y el amor.
Un
22 de febrero nació Entre Ríos en el campo de batalla, con un
pueblo sostenido en los principios de aquellas Instrucciones del año
13 y en siglos de resistencia de nuestros pueblos a la invasión
europea.
Un
22 de febrero se plantó el federalismo frente al atropello de la
oligarquía, que ya quería cambiar al mandón de España por un
mandón en Buenos Aires, para que todo siguiera más o menos
parecido.
Las
organizaciones sociales, culturales, gremiales, han izado nuevamente
la banda roja y no hay modo de desviar la savia profunda, milenaria,
que mana de una fecha rescatada desde el pie. Esas organizaciones
dicen unidad, dicen que hay que recuperar en la soberanía de los
pueblos, la soberanía originaria para ponerla al servicio de la
unidad. Y le gritan un rotundo no a la uniformidad, en cambio, con
que el poder instituido pretende consolidar sus mercados.
¿Pero
es que son masas compactas, en acuerdo absoluto? No. Son militantes
que buscan honestamente sus caminos. Unos dicen “reforma
agraria integral y sustentable con el objetivo de consolidar nuestra
soberanía alimentaria… La tierra para el que la trabaja y la
cuida, con chacras mixtas y cooperativas, con otro modelo político y
social de producción”. Otros dicen “la
especie humana del Abya yala desconoce los títulos de propiedad
particular sobre grandes superficies porque aquí el
hombre es de la tierra, no la tierra del hombre.
Y menos aún acepta patentes sobre semillas toqueteadas en su
genética. Esas son repudiables expresiones del genocidio de
occidente”.
Unos
ponen el acento en las luchas revolucionarias. Otros se sostienen en
la armonía del hombre y la naturaleza que sintetiza el “sumak
kawsay”, el Buen vivir, en equilibrio con el entorno. Las miradas
se complementan. Y lo que en principio parece una confluencia de
voces, a poco se torna voz nueva y antigua al mismo tiempo, una voz
que dice que la Liga de los Pueblos Libres sigue latiendo, no en las
declamaciones de arriba sino en las mateadas de abajo.
¡Salud,
combatientes del Espinillo! ¡Salud, fantasmas desdibujados bajo la
lluvia, sembrando conciencia en la estimulante soledad del Espinillo!
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