Kirchner,
Clarín, De la Sota, Urribarri, Binner, UCR, hermanados en el poroto
DANIEL TIRSO FIOROTTO
Revista Análisis - Paraná - 13/9/2012
DANIEL TIRSO FIOROTTO
Revista Análisis - Paraná - 13/9/2012
La
confluencia de distintos sectores de la política y la economía del
país para sacarle jugo a la soja y a las promesas de gas esquisto se
ha convertido en principal política de estado. ¿Cómo logró la
multinacional Monsanto pegar con “Intacta rr2 PRO” a Cristina
Kirchner, José Manuel de la Sota, el grupo Clarín, el socialista
Hermes Binner, los radicales, la Sociedad Rural, los pooles y otros
grupos detrás de su modelo? ¿Por qué Monsanto distribuirá la
nueva soja transgénica en Entre Ríos antes que en el núcleo de la
pampa húmeda? ¿A qué malformaciones nos expone el régimen?
La
estadounidense Monsanto pintó agosto de rojo en el almanaque. Todos
los años celebrará, en agosto, la habilitación que dio el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner a su nueva patente, la semilla
Intacta, que le permitirá recaudar por millones entre los argentinos
dispuestos a sembrarla hasta en las banquinas.
Ya
no hay discusión, casi. Monsanto es legal en su reclamo de royalties
(derechos de autor), se adueña de las semillas bajo el amparo del
estado, y por si fuera poco, es “el orgullo” de la presidente.
De
poco sirvió el grito del embriólogo Andrés Carrasco sobre la
contribución del glifosato a crear monstruos desde el embrión, en
el seno de las mamás entrerrianas, argentinas, ante el peso del peso
sobre peso que ofrece Monsanto.
“Aquí
tengo, y esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy
orgullosa, el prospecto de Monsanto”, había dicho en junio la
presidente Cristina Fernandez en su visita a los Estados Unidos, tras
escuchar como música la promesa de inversiones millonarias. Dos
meses después aprobó la soja Intacta rr2 Pro bt, con un sistema que
obligará a los agricultores a pagar sí o sí la patente a Monsanto
cada vez que usen la semilla o cada vez que la vendan. El sueño de
la multinacional se cumplía con creces. Monsanto hizo su agosto y
para desviarnos del eje la Cancillería salió a cuestionar a Uruguay
y a su pastera, y desde Economía le apuntaron a Techint. Fuegos de
artificio: la noticia es la transparencia en torno del maridaje del
gobierno argentino con la firma supuestamente más odiada, en lo que
sería el “cristinismonsanto”.
El
abrazo con Clarín
Y
festejaron Monsanto, el kirchnerismo y Clarín, al mismo tiempo.
“Ganar
eficiencia en el uso de los recursos ambientales y sustentabilidad de
producción son aspectos muy importantes para el manejo agronómico
de los cultivos. Por ello, todas las nuevas tecnologías se
encolumnan tras estos objetivos”, se pudo leer en el diario de
Buenos Aires.
Hace
años que Clarín, La Nación y otros medios y grupos económicos
trabajan a favor del modelo sojero Monsanto, lo mismo que el
gobierno, pero en el gobierno sostenían en el discurso algo
distinto. Ahora, sin dar explicaciones a sus seguidores, Monsanto
pasó a ser una perlita del progresismo y la militancia quedó
patinando en seco.
“Desde
hace 16 años, luego del lanzamiento del RR1, que confería
exclusivamente la resistencia al Round Up, no se conocían nuevos
eventos transgénicos en soja. En este caso, para el BtRR2, la
compañía norteamericana buscó el consenso de la cadena de la soja
en Argentina que le permitiría traer su portfolio de variedades y
que le sea reconocida la propiedad intelectual como obtentor de este
desarrollo”.
Eso
dijo Clarín sin ocultar una sensación de triunfo. Eso firmó
el gobierno con “orgullo”. Y eso festejó Monsanto.
Monsanto
buscó consenso en “la cadena de la soja”, es decir, en los
pooles, las exportadores y los grandes grupos, o sea, la cadena de
contados beneficiarios del régimen, que con pocos nombres suman el
60 % de la producción. ¿Podrían dar, por caso, los nombres
de diez verdaderos trabajadores de la tierra a quienes hayan
consultado?
Rr
significa resistente al Roundup (glifosato). Así, uno riega de
glifosato, mata todo lo verde, y la soja resiste. Pero rr2 resiste
también a otros males.
La
nueva patente habilitada por el gobierno da garantías contra tres
obstáculos mayores de este desarrollo sojero: Rachiplusia
(oruga medidora), Anticarsia gemmatalis (oruga de las leguminosas), y
homo sapiens sapiens (bípedos aptos para el destierro, según la
definición no escrita del régimen).
Desde
el hospital materno infantil San Roque de Paraná gritan los casos
demielomeningoceles,
gastroquisis, polimalformaciones, linfomas, leucemias, que llegan de
San José, Maciá, Lucas González, Federal, Valle María, y tantas
ciudades, y hay expertos que sostienen que estamos ante una “masacre”
y que debe investigarse entre las causas el sistema agrario marca
Monsanto-Cargill, pero desde los gobiernos, ante la duda, prefieren
seguir embolsando, expresar su “orgullo” por la multinacional,
dejar en veremos el principio precautorio (consagrado en pactos
internacionales y en nuestra propia ley ambiental), y que sea lo que
Monsanto quiera.
El
sinceramiento
Organizaciones
sociales, gremios, legisladores, organismos públicos especializados,
profesionales y colegios, agrupaciones ambientalistas y universidades
están exponiendo en estos días sus reflexiones en torno del uso y
la tenencia de la tierra.
Tanto
en el orden nacional como en el provincial se avecinan debates
intensos, principalmente desde el sinceramiento de la alianza
del oficialismo con la multinacional estadounidense y su modelo de
producción con sustancias químicas y transgénicos.
Circula
entre los ambientalistas de Paraná un video que ensambla la catarata
de elogios de Cristina Fernández a Monsanto, en su última visita a
los Estados Unidos, con los documentales conocidos sobre la
inquietante historia de esa multinacional y sus engaños (El mundo
según Monsanto de Marie
Monique Robin).
El
último anzuelo de Monsanto fue una promesa de desembolso millonario
en “Malvinas Argentinas”, una localidad de la provincia de
Córdoba a la que le quedará chingueando el nombre, desde la
incursión neocolonialista estadounidense.
Las
marchas masivas de los vecinos contra Monsanto, con carteles que
gritan Fuera Monsanto, de poco sirvieron para que los “enemigos”
Cristina Fernández y Juan Manuel de la Sota se juntaran a favor de
la multinacional.
Pero
en verdad el modelo de mucha soja y abultados ingresos para el estado
nacional ya venía seduciendo vía money a la Casa Rosada.
El
caso es que Monsanto celebró que el gobierno argentino habilitara su
nueva patente, con la que embolsará millones, y anunció que los
“productores” de la mayor parte de la soja de la Argentina habían
aceptado su propuesta.
No
es difícil para las multinacionales juntar las cabezas de pooles y
exportadores que controlan desde el poder financiero y especulativo
(con anuencia del gobierno) la mayor parte del negocio sojero, y se
hacen pasar (ante los desprevenidos) por agricultores. Es vox pópuli
que el 5 % de los “productores” concentra el 60 % de la soja en
la Argentina (lo mismo ocurre en Paraguay y Brasil).
Lo
cierto es que si a la Argentina se le ha cuestionado una y otra vez
la ausencia de políticas de estado, hoy la tiene y se llama
Monsanto. Esa palabra actúa a la manera del huevo en la masa porque
une ingredientes que aparentan ser inconciliables como las figuras
principales del gobierno nacional, el gobierno de Entre Ríos,
Clarín, La Nación, Cargill, los pooles, el capital financiero, los
gobiernos de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires provincia, Buenos Aires
ciudad (todos supuestos adversarios de Cristina Fernández), la
Sociedad Rural y algunos partidos llamados “de oposición” como
el radicalismo, el Pro y el socialismo, aliados en el régimen de los
agronegocios bajo el mega proyecto que desembarcó durante el
menemismo y se perfeccionó en la actual gestión. La puntada final
fue en este agosto con Intacta, y la Argentina quedó a un paso del
partido único sojero de la plutocracia.
Se
viene el debate
Iniciativas
sobre el uso de sustancias químicas en la producción agraria, el
ordenamiento del monte nativo, el arraigo de la juventud en áreas
rurales, el arrendamiento, junto a otros proyectos que discuten el
sistema impositivo y la distribución de los recursos
(nación-provincia), provocarán intercambios de información y
enfrentamientos cruzados en lo que resta del año.
A
pesar de los vaivenes, en las últimas semanas el gobierno nacional
aportó mayor claridad a los debates al sincerar su relación con
Monsanto, para que no quedaran dudas ni en los Estados Unidos ni en
los seguidores locales del oficialismo.
Los
elogios de la presidente a Monsanto y su opinión (infundada) de que
sin transgénicos el mundo se muere de hambre, facilitaron la
comprensión de las políticas que hasta ahora habían sido iguales,
pro soja, pero con un discurso anti sojero.
Las
agrupaciones ambientales y los (contados) gremios de pequeños y
medianos productores que luchan por la diversidad productiva y la
agricultura con agricultores, es decir, por políticas de arraigo y
en una economía sustentable, verán ahora aceitadas sus tareas.
Lo
cierto es que hoy la soja genéticamente modificada por Monsanto para
resistir al glifosato, el uso extensivo del glifosato de Monsanto
para matar todo lo que no sea soja, las patentes de Monsanto en
distintos granos, son la línea central de la economía argentina que
hizo en un poroto sus cimientos.
Gualeguaychú
y la coherencia
De
los proyectos más conocidos en torno al uso de sustancias químicas
y al arraigo de los pobladores en su región, casi todos permiten
convivir con el régimen Monsanto, pero morigerando sus efectos
nocivos sobre la salud, el ambiente y las poblaciones rurales y
semiurbanas, empujadas al éxodo.
El
modelo que concentra la propiedad y el uso de la tierra va unido a
una cierta naturalización o resignación, principalmente en Entre
Ríos donde el flagelo de la expulsión de habitantes (750 mil
ciudadanos echados en seis décadas) no sensibiliza ni a los
gobernantes ni a los dirigentes gremiales del campo y la ciudad (con
excepciones), que tienen a la vista las consecuencias del destierro
como sistema, principalmente en la proliferación de taperas y
pueblos fantasmas pero también en los censos.
Lo
cierto es que el régimen pone en verdaderos aprietos a sus
seguidores. Se nota, por dar un caso extremo, entre los kirchneristas
de Gualeguaychú que lanzan misiles hacia el otro lado del río por
la presencia de la pastera UPM, en una cruzada ambiental, mientras
por otro lado aplauden el maridaje con Monsanto y los transgénicos,
y la explotación del gas esquisto.
Kirchnerista
y Pro
Veamos
qué más dijo Clarín ante el sinceramiento sojero del gobierno
menem-kirchnerista: “El
secretario de Agricultura, Lorenzo Basso, ya firmó la resolución
que dispone la liberación comercial de la soja ‘Intacta RR2 Pro’,
que fue modificada genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo
que como su antecesor será resistente al glifosato (el más popular
herbicida) y le agregará resistencia al ataque de insectos. Era una
vuelta de tuerca necesaria, pues la soja RR original es una
tecnología que tras 17 años que estaba comenzando a mostrar
flaquezas. Por caso, hay malezas que han ido adquiriendo
resistencia”.
Luego
recordó el acuerdo de Monsanto con la industria semillera por “un
sistema que le permita cobrar de los productores los royalties
correspondientes”.
“De
todos modos, la decisión de apurar el paso y liberar comercialmente
el nuevo evento OGM (organismos genéticamente modificados) se dio
luego de una reunión a fines de junio entre directivos de Monsanto y
la presidenta Cristina Kirchner. Luego de escuchar anuncios de
inversiones millonarias, ella misma dio garantías de que se
respetará la patente de la nueva soja RR2”.
“Un
estudio del experto Eduardo Trigo, a fin de 2011, afirmó que la
superficie sembrada con soja sería de apenas 10 millones de
hectáreas (y no de 20 millones, como llegó a ser) si (Felipe) Solá
no hubiese firmado aquella resolución de 1996 (aceptando el ingreso
transgénico). Trigo calculó también que toda la soja de más que
se produjo en estos 15 años permitió el ingreso de 62.000 millones
de dólares adicionales al país. El dato sirve, al menos, para
entender la verdadera dimensión de estos latosos temas técnicos”.
Clarín
y los gobiernos nacional y provinciales de distinto signo coinciden
en que la abrupta tendencia al monocultivo, la apropiación de la
genética por multinacionales estadounidenses, la producción a gran
escala y sin agricultores, el vuelco del capital financiero al agro
para desplazar a los campesinos, los daños a la salud, vida y la
biodiversidad por la fumigación con sustancias químicas, son, en
fin “latosos temas técnicos”. Y alumbran lo que ya estaba a la
luz: los miles de millones de dólares, ante los cuales, el arraigo,
las pymes, el trabajo sano y la vida misma se convierten en víctimas,
si acaso, de “daños colaterales”.
El
lector puede obtener en internet abundante información sobre los
riesgos de la explotación del gas esquisto, también prometido en
estos meses para Entre Ríos como una tabla de salvación.
Falta
decir, entre tantas cosas, que aquí como en distintas zonas de Abya
Yala (América) se están organizando los vecinos para resistir.
dtf
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Cristina,
Binner y De la Sota deslumbrados
Dijo
Cristina Fernández en USA: “Estuve con Monsanto, que nos anunciaba
una inversión muy importante en materia de maíz (...) Y además
estaban muy contentos porque Argentina hoy está –digamos– a la
vanguardia en materia de eventos biotecnológicos… Aquí tengo —y
esto la verdad que se los quiero mostrar porque estoy muy orgullosa—
el prospecto de Monsanto. Vieron que cuando hacen prospecto es porque
ya está hecha la inversión, sino no te hacen prospecto. Así que
una inversión muy importante en Malvinas Argentinas, en la provincia
de Córdoba, en materia de maíz con una nueva digamos semilla de
carácter transgénico, que se llama Intacta”.
“La
inversión de Monsanto es importantísima también y va a ayudar a la
concreción de nuestro plan, tanto agroalimentario 20-20, como
nuestro plan también industrial. Y me decía, hoy, su titular que
les había impresionado mucho el apoyo que nuestro Gobierno estaba
dando a la ciencia y a la tecnología. Tengan ustedes la certeza que
vamos a seguir en la misma línea”.
“Yo
le comentaba —y la gente de Monsanto no lo sabía— que tenemos
una Patagonia, en la cual algún productor argentino tiene
producción, por ejemplo, forrajera y que uno lo puede observar en
medio de la estepa patagónica los círculos que solamente con riego
producen forraje de primerísima calidad. Y tenemos también agua en
la Patagonia, porque cuando me tocó inaugurar, el otro día, una
ampliación de un emprendimiento minero: Cerro Vanguardia, en mi
provincia, lo habíamos inaugurado cuando Néstor era Gobernador y
cuando otros eran los propietarios, ahora hay nuevos propietarios. Y
han pasado de la minería a cielo abierto a minería en excavación y
es justamente donde han encontrado en plena Patagonia ríos
subterráneos. A ellos les causa problemas, pero a nosotros nos ha
llenado de alegría, porque esto nos da la idea de que el elemento
vital: agua, nos va a permitir extender la frontera agropecuaria”.
“También
una Argentina con un potencial energético muy importante: tenemos el
tercer yacimiento descubierto —hasta ahora— de gas shale”.
En
coincidencia con la presidente, para el socialista Hermes Binner, la
soja es “un producto estrella”, porque con ese grano se puede
producir biocombustible, carnes, aceite, y por eso “tiene una
potencialidad extraordinaria”.
“La
pelea por ese plus de la soja es muy grande, tanto del gobierno que
trata de quedarse con las retencinoes y de los productores que dicen
‘es mía’. Es un precio excepcional de un producto excepcional
que tiene a partir de esta realidad una importancia clave para la
recuperación de la Argentina. Hoy con el déficit de la balanza
comercial todos miran a la soja como elemento que puede recuperar una
balanza comercial positiva en la argentina”, comentó estos días
Hermes Binner en un programa televisivo de Neuquén llamado Cartago.
José
Manuel de la Sota defendió, a su hora, la inversión de Monsanto en
su provincia de Córdoba: “Producir semillas no tienen ningún
efecto contaminante. (…) Entonces todos deberíamos andar con
taparrabo porque todo acto humano tiene algún impacto ambiental”,
manifestó el por estas horas adversario del gobierno nacional
(excepto en temas sojeros).
Sin
embargo, tranquilizó a los ambientalistas al decir que “los
entiende”.
A
las incontables advertencias de agrupaciones que protegen el ambiente
y la vida sobre los daños que producirá la consolidación del
modelo Monsanto se sumaron algunos pocos dirigentes y es el caso del
entrerriano Alfredo de Ángeli de la Federación Agraria Argentina.
“Perderemos el derecho propio del uso de la semilla. Esto se llama
perder un derecho ancestral que es el uso propio de la semilla, no
seremos dueños de decidir sobre nuestra semilla. Hay un acuerdo muy
avanzado en el que el gobierno le daría las regalías extendidas a
Monsanto, y así perdemos el derecho del uso propio de semillas. Esto
significa más soja y más concentrada”, alertó.
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Vaquero
fue al grano
El
vicepresidente de Monsanto Argentina, Pablo Vaquero, explicó por qué
empezarán con Intacta en el litoral y el noroeste, a fines del año
2013, antes que en el núcleo sojero. “Porque tenemos variedades de
grupos largo ya desarrollados por Nidera y Don Mario, lo que nos
lleva a arrancar por esa región. No tenemos todavía grupos cortos
para la pampa húmeda”.
Se
refirió así, ante las preguntas de Infocampo, a las variedades de
soja según su modo de maduración, para las distintas latitudes.
Le
preguntaron cómo funcionará el sistema, y Vaquero fue, claro, al
grano: “Muy similar al Brasil. Paga al momento de la compra de la
semilla certificada o si la guarda para resembrar a la campaña
siguiente. Y va a haber un control en el grano para que aquellos
productores que no hayan pagado en esas dos instancias, que
obviamente va a ser un valor más alto porque nos interesa que el
sistema se base en el pago en la bolsa o en el uso propio oneroso”.
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Teratógenos
con aval del estado
La
teratología estudia a las criaturas anormales. Del antiguo griego
theratos: monstruo.
Teratógeno es un agente que puede provocar un
defecto congénito, una sustancia que afecta al embrión.
El
doctor Andrés Carrasco, investigador destacado del Conicet, aseguró
en sus visitas a Paraná que el Roudup es teratógeno, es decir,
provoca malformaciones. Genera monstruos.
“El glifosato es
teratógeno porque induce la variación de concentraciones de un
viejo y conocido teratógeno experimental de la clínica médica
llamado ácido retinoico”, manifestó el investigador.
El
glifosato, agregó, “inhibe algunos genes pero no directamente
porque no es una sustancia endógena del embrión: los inhibe a
través de un mecanismo indirecto, que es el ácido retinoico, un
derivado de la vitamina A que todos los vertebrados tienen, que
regula muchos genes. Es un viejo teratógeno por exceso o por
ausencia. El glifosato incrementa la cantidad de ácido retinoico en
el embrión, y al interferir en el metabolismo produce la
malformación”.
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La
expulsión, una enfermedad
Pequeñas
organizaciones sociales en Entre Ríos sostienen, a diferencia de los
partidos políticos de mayor alcance electoral, que la vida
sustentable y el arraigo en esta provincia tienen como condición
sine qua non la expulsión de las multinacionales, por considerarlos
factores de distorsión y extractivismo incompatibles con la
sociedad.
Empezando,
claro, por las que se apropian de las semillas.
Desde
esa perspectiva, con reformas paulatinas o abruptas, los entrerrianos
pueden imaginar un desenvolvimiento autónomo con sistema propio. Los
problemas de Entre Ríos no son comunes a todas las regiones del
país, y por eso exigen respuestas particulares.
Desde
el mismo instante en que se considere la expulsión de habitantes
como una enfermedad social, las respuestas comenzarán a ser
adecuadas a la magnitud del problema. Del diagnóstico dependerán
los medicamentos.
Si
se llega a la conclusión de que la condena al destierro de miles de
entrerrianos es un mal que debe curarse, entonces se establecerá una
emergencia en torno de las oportunidades de trabajo para los jóvenes,
y principalmente mirando a las grandes masas de jóvenes hacinados en
barrios más o menos marginales de Paraná, Concordia, Concepción
del Uruguay, Gualeguaychú y otras cincuenta ciudades.
El
desarraigo no es un problema del campo, es un problema de las
personas, y sus efectos se notan mejor en las grandes urbes, donde se
agolpan las víctimas.
Para
empezar un plan de acceso a la tierra hay que analizar una serie de
factores que deben atenderse al mismo tiempo, porque uno cobra
sentido al lado del otro.
Frente
a la concentración de la tenencia y el uso de la tierra, frente a la
petróleo dependencia y la consolidación del modelo
Monsanto-Cargill, los grupos privilegiados del régimen; y frente a
la fumigación masiva, la pérdida de biodiversidad y la expulsión
masiva de habitantes, existen planes muy distintos de trabajo,
arraigo, distribución, capacitación, salud, solidaridad, que ven en
los grupos concentrados y sus aliados en los partidos políticos
verdaderos enemigos del desarrollo digno.
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