El eje de las políticas neoliberales en las últimas cuatro décadas fue la crítica al Estado, y por eso las privatizaciones y la creciente mercantilización. Claro que debe reconocerse que pese a la prédica, el Estado siempre estuvo, está y estará.
El neoliberalismo se estrenó en el Cono Sur de América hace 40 años (1973-2013), con todo el peso del terrorismo de Estado, y se generalizó como política mundial con la militarización mundial inducida por Thatcher y Reagan.
Por eso, Theotonio Dos Santos insiste que no hay vuelta del “libre mercado” con el neoliberalismo, sino “mercado monopólico”, donde resulta clave el papel del Estado para organizar la mundialización capitalista, del comercio, la industria, el agro, los servicios.
Sin el papel del Estado es impensable el desarrollo capitalista contemporáneo. Es una cuestión asumida con la crisis, incluso antes de la gran depresión de 1930 y que ahora, luego de la crisis mundial desatada en 2007/8 reaparece con intensidad y mucha fuerza.
No hay dudas del papel del Estado en la economía, siendo la cuestión fiscal uno de esos canales de participación. El Estado moderno gestiona una masa gigantesca de recursos que asigna según sea su proyecto político, plan económico o estrategia de poder.
El Estado actúa en la redistribución de la riqueza social generada con transferencias de recursos. Es el Estado quién define crecientemente la asignación de recursos. Por supuesto que hablamos del Estado capitalista, constituido históricamente para servir al capital, y en tanto relación social, tanto el capital como el Estado, son ámbitos de disputa por la apropiación de los recursos económicos.
Así, los grandes Estados del capitalismo mundial en crisis no dudan en asignar cuantiosos recursos al salvataje de bancos y empresas en problemas, y si no hay superávit fiscal acuden sin límite al endeudamiento externo. El caso más evidente es EEUU, con una deuda mayor al 100% del PBI y en términos absolutos la mayor del mundo, captando recursos de cualquier parte del planeta. Con recursos genuinos o endeudamiento gigantesco, los Estados sostienen el funcionamiento del régimen del capital, aun con desempleo y miseria, todo al servicio de la ganancia, la acumulación y la dominación que recrea el régimen de explotación del hombre por el hombre.
Si concentramos la mirada en Nuestramérica observaremos que los Estados obtienen importantes sumas de dinero que registran en las cuentas fiscales, y consignan holgados presupuestos con superávit fiscal con destino a cancelar parte de las deudas públicas acumuladas desde los años 70’, a orientar subsidios en la disputa por radicar inversiones externas, a favorecer negocios asociados al gasto y la obra pública, junto a una política social masiva, no universal, que asegure continuidad en el manejo estatal a los gobernantes y su política.
Resulta un factor común a derecha e izquierda del arco político regional, no identificables en su sentido final por la defensa del capitalismo o la emancipación social, pero común en los registros de la contabilidad nacional. Enfaticemos, que si bien en todos los países existen políticas sociales masivas, en algunos casos tienen sentido “compensatorio” y en otros se apuntan a extender derechos sociales negados en el orden capitalista, y son parte de un proceso de transición desde el capitalismo hacia otro orden socio económico.
Récord de recaudación en Argentina
De este modo, en el Norte o en el Sur, lo fiscal, la recaudación, el superávit en la contabilidad del Estado, resulta una cuestión estratégica de política económica en nuestros días.
En la Argentina ocurre algo similar y es noticia recurrente el dato de mejora de las cuentas fiscales. Una duda en el análisis de la serie histórica para el caso argentino es el componente inflacionario, y también a ello asociado la comparación de la recaudación en moneda local con las divisas.
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