domingo, 1 de noviembre de 2009

El teatro del hielo

Eliezer Budasoff / De la redacción de UNO

De escenario de la Patagonia trágica a refugio presidencial, El Calafate se ha convertido en una especie de villa de emergencia opulenta, rodeada de una belleza natural intimidante, que exprime al turismo internacional. Los argentinos y bolivianos llegaron por miles detrás de los puestos de trabajo, los europeos se quejan de los precios, y los nativos tratan de adaptarse al crecimiento explosivo que sufrió el lugar desde 2004. Historias de la ciudad de los glaciares.

Hace 30 años, El Calafate era un lugar pequeño y desconocido habitado por unos centenares de NyC, algunos TaF, y algunos VyQ. Los Traídos a la Fuerza (TaF), por ejemplo las mujeres y los hijos de los militares asignados a este destino, despreciaban el lugar y maldecían el viento y el aislamiento y el rumbo que había tomado la carrera de sus maridos/padres, e incluso tal vez comentaban con sus nuevas vecinas o sus compañeritos la desgracia de haber sido arrastrados a vivir en el mismísimo culo del mundo. A veces tenían la mala suerte de que sus interlocutores eran justo algunos de los Nacidos y Criados (NyC), gente que hacía todo lo posible por querer o al menos aceptar el lugar donde les había tocado nacer, y el choque y la fragmentación social eran frecuentes. Los Venidos y Quedados (VyQ) aún eran muy escasos, y ni siquiera alcanzaban a formar un sector social identificable como ahora: hoy cualquiera puede reconocer a los VyQ más nuevos por el signo pesos y el desasosiego que llevan estampados en las pupilas. Entonces el aeropuerto internacional apenas si existía en las fantasías más delirantes de los habitantes, los pocos turistas que llegaban eran bichos raros, y Cristina Fernández de Kirchner no había dicho todavía eso de que este pueblo frío era su “lugar en el mundo”.

UNO-1/11-Leer

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