lunes, 31 de diciembre de 2012

Declaración en defensa del maíz y la vida


DOCUMENTO

A 180 años de la usurpación
británica/europea de las Islas
Malvinas del Abya Yala,
y a 200 años de las Instrucciones
artiguistas del año XIII

Las organizaciones y las personas particulares que firmamos al pie resolvemos de común acuerdo convocar a los pueblos y sus instituciones a:
1-Declarar al maíz (Zea mays) semilla venerable e inviolable de Abya Yala y el planeta, alimento sustancial de la especie humana.
2-Desconocer toda patente privada o propiedad intelectual sobre la semilla o la planta del maíz.
3-Luchar contra toda norma o proyecto que condicione la libertad individual, familiar y colectiva en la siembra del maíz, que ponga en riesgo sus extraordinarias condiciones alimenticias o atente contra las variedades.
4-Impugnar el uso de granos de maíz para combustibles e impulsar todas las acciones tendientes a facilitar el cultivo del maíz en forma sustentable y el uso de sus derivados en la lucha contra el hambre.
5-Exigir a las autoridades nacionales, provinciales y locales que las personas, empresas o estados que hayan producido mutaciones genéticas en el maíz sean impedidos de usar la palabra maíz o cualquier otro nombre vulgar del maíz en sus variedades y estados. Esto, hasta tanto los transgénicos sean erradicados de nuestros territorios. También, mientras tanto, exigir el etiquetado y pintado de OGM (organismos genéticamente modificados) derivados del maíz no aptos para el consumo alimentario humano, para aventar cualquier posibilidad de adulteración o confusión; como el etiquetado de todo producto transgénico que se introduzca en nuestras dietas cotidianas, por el derecho de los pueblos a estar informados.
(Algunos nombres vulgares: choclo, elote, mazorca, abatí, altoverde, borona, canguil, capiá, caucha, cuatequil, malajo, mijo turquesco, millo, zara, panizo de Indias, cabellos de elote, vellitos de elote, pelos de elote, abaté, avatí, guate etc.).
6-Atacar por fraude comercial el argumento engañoso de “equivalencia sustancial” entre las variedades del maíz y los transgénicos, porque sus efectos sobre la vida no son los mismos, y en algunos casos están en las antípodas.
7-Determinar si la manipulación genética del maíz debe ser declarada delito de lesa humanidad, como se impone por los estragos que puede acarrear al mundo. Hacerlo desde elementales principios precautorios.
8-Repudiar la producción de semillas estériles (como la anunciada tecnología Terminator) por las catastróficas consecuencias que puede provocar en la biología y la economía; y analizar la necesidad de aplicación de penas graves a los responsables de contaminación de variedades con semillas OGM (organismos genéticamente modificados) en cualquier parte del mundo, en especial en los territorios del Abya Yala, cuna del maíz.
9-Promover el cultivo sustentable del maíz y la investigación para garantizar la diversidad en variedades, mejorados, híbridos, considerando los distintos usos, climas, suelos, latitudes y épocas, y a la vez asegurar el alimento sano para todos; intercambiar y cultivar las distintas variedades con acciones colectivas, redes y bancos de datos, y repudiar la presencia de transgénicos con actitud personal y grupal. Desvivirnos por mantener las semillas originales, maravillosa herencia sin dueños y con fines alimentarios. Prestar atención a nuestras propias experiencias y no poner confianza ciega en la técnica moderna.
10-Defender y promover la diversidad biológica, y resistir los planes que generan riesgos gravísimos sobre la salud del ambiente y de la especie humana, sobre la alimentación de las distintas especies, y sobre los más hondos y reconocidos derechos biológicos y culturales. Defender la libertad del hombre y de la semilla misma y los derechos de los seres que consumen y producen maíz, y combatir toda acción que tienda a crear o sostener monopolios u oligopolios en la producción y la comercialización.
11-Denunciar a toda persona, empresa o institución, pública o privada, que pretendan manipular genéticamente el maíz aplicando tecnología para obtener Organismos Genéticamente Modificados –OGM- (lo que debe diferenciarse claramente de las antiguas y recientes hibridaciones), o que quieran aplicar mutaciones que impliquen la apropiación de las semillas y de su genética y generen riesgos innecesarios; y demandar a las firmas por la apropiación y puesta en riesgo de decenas de miles de genes.
12-Estudiar el modo de expulsar de nuestros territorios a las empresas que realicen manipulación genética del maíz o que monopolicen la comercialización del maíz, y las corporaciones que pidan o faciliten la manipulación genética o el acaparamiento de patentes sobre las semillas del maíz, o cualquier otra, o que impidan su libre siembra y cosecha.
13-Prohibir la apropiación genética por particulares, prohibir el monopolio o el oligopolio de las semillas, y asegurar la propiedad social de los germoplasmas para garantizar el principio de libertad, aún en conciencia de que el maíz no es patrimonio de la humanidad sino del mundo.
14-Desarrollar programas propios, soberanos, sustentables, sin manipulación genética; asegurar la calidad del suelo y mejorarla, evitando técnicas que agudizan la erosión y degradación y exigiendo las rotaciones necesarias, advertidos de los males del extractivismo de minerales; luchar por la preservación de las especies, proteger al extremo a las especies polinizadoras (como las abejas); sostener la soberanía alimentaria y la producción de alimentos y no de mercancías, con uso altamente eficiente y austero de energía renovable, con participación de campesinos (las mujeres y los hombres que trabajan la tierra, sin distinciones) y consumidores, y con la exclusión lisa y llana del capital financiero especulativo que todo lo distorsiona.
15-Tomar conciencia de que estos principios se extienden a todas las semillas sin excepción, pero hacemos hincapié en el maíz por razones de historia y cultura del Abya Yala, y de oportunidad, dada la guerra desatada por las multinacionales (amparadas en el poder financiero que las respalda y el poder militar de sus estados) contra la libertad de nuestros pueblos en el uso de un alimento esencial al que todos los seres vivos, sin ninguna excepción, tenemos derecho (desde el derecho a agradecer al maíz sus servicios). Subrayar que el avance de la conciencia sobre el maíz y su divulgación por medios masivos, escuelas, centros culturales, gremios y diversas entidades, servirá de tracción para la liberación de todas las semillas y la soberanía alimentaria.
16-Reconocer que la manipulación genética del maíz y toda la tecnología comercializada a su alrededor es un aspecto del sistema colonial extractivista que ataca hoy también con la megaminería a cielo abierto, la fractura hidráulica y otros sistemas y proyectos parecidos, con graves efectos contaminantes en el agua, el aire y la vida.
17-Remarcar el derecho de los pueblos a defenderse contra la codicia (principalmente del capital financiero) que está acelerando el camino a la destrucción de los alimentos y la vida, y reconocer el necesario compromiso de los pueblos para la superación del estado actual. Advertir que, en un peligrosísimo maridaje, los grupos de poder económico, político y militar, multinacional o local, quieren quedarse con la llave de la vida y la muerte, y los pueblos tenemos el derecho y la obligación de conocer, organizarnos, resistir y encontrar o crear modos propios.
18-Organizar en la región litoral, en la Mesopotamia y en Entre Ríos más específicamente, dadas sus condiciones naturales y otras razones, o en otras regiones, Zonas o Regiones libres de transgénicos y otras contaminaciones, para asegurar la naturaleza de las semillas, sean exóticas o silvestres, incluso con bancos de germoplasmas. Observar que, cuando tomemos conciencia de los gravísimos problemas generados por algunos hombres hoy poderosos y cuando los temibles efectos que deben esperarse del actual sistema ya sean inocultables, esos reservorios de diversidad biológica permitirán extender y recuperar las condiciones naturales.
19-Tomar conciencia de que enfrentamos una secuencia técnica, económica, social y cultural, que involucra a los transgénicos, los agrotóxicos, el capital financiero, la expulsión de campesinos, el consumo desmedido de energía y la naturalización del consumismo como necesario y único camino. Y considerar que estamos ante emergentes, es decir, consecuencias de un régimen capitalista con creciente exigencia de energía y más concentración económica y uniformidad; un régimen capitalista que se está comiendo el planeta, de modo que la conciencia ambiental es central, pero no excluyente, para superar este sistema perverso.
20-Analizar esta problemática no desde el productivismo o con una mirada muy focalizada, sino desde las antiguas y siempre vigentes sabidurías y cosmovisiones que nos devuelven a la armonía de la especie humana en la naturaleza, donde la tierra no es del hombre sino el hombre de la tierra, donde todos nos hacemos un alto compromiso con la alimentación sana de todos y para ello ofrecemos nuestros esfuerzos y nuestra solidaridad; y donde nos sacudimos el peligro del cientificismo que hoy interviene en forma irresponsable y toquetea con soberbia una complejidad natural que no conoce, para poner sus falsas certezas al servicio del sistema financiero imperante. Estudiar el caso del maíz, como el de todas las semillas, desde una perspectiva integral, observando las múltiples interacciones de la naturaleza y la cultura. Y constituir una Mesa del maíz, para estudiar a fondo la problemática, con las experiencias de los países de Abya Yala y debatir sobre los alimentos.


FUNDAMENTOS
Hemos redactado esta Declaración teniendo en cuenta:
Que el maíz (Zea mays), originario del Abya Yala (nuestro continente mal llamado América), es considerado el alimento humano por excelencia.
Que su nombre es una voz originaria de pueblos antiguos de este continente, y está identificado con la alimentación sana, abundante, natural, accesible, con mano de obra campesina.
Que se conocen trazas del maíz como alimento humano cultivado desde hace más de 6.000 años en el Abya Yala.
Que hay pruebas del aporte humano en distintas épocas para que el maíz sirva a la alimentación de animales y humanos.
Que ninguna nación del Abya Yala, ningún pueblo, ninguna familia, ninguna persona, de las muchas que cultivaron el maíz e hicieron esfuerzos para que el maíz nos siga acompañando en la actualidad han pedido recompensa, o han patentado la semilla, sino que, por el contrario, todos, durante miles de años, colaboraron en forma colectiva y compartieron la semilla, los conocimientos en torno de este vegetal y los ofrecieron al planeta entero sin pedir a cambio ningún derecho especial y menos arrogarse la propiedad excluyente de la semilla.
Que esto de la apropiación es un efecto del capitalismo, que en el caso de las patentes sobre los genes ya muestra una de sus peores armas destructivas.
Que los estudiosos aportan versiones distintas sobre el origen del maíz y sus variedades, pero todos coinciden en que su cuna es el Abya Yala, sea más al norte o más al sur, de modo que ha sido fuente de vida no en una sino en muchas culturas de esta tierra, y se fue convirtiendo en vastas regiones del continente en inspiración y sustento cosmovisional y mítico, de la identidad de los pueblos productores.
Que no puede atribuirse a ningún ser humano, a ninguna corporación, a ningún estado remoto o contemporáneo la creación del maíz y por lo tanto es inconcebible reconocer título de propiedad sobre la genética del maíz, en cualquiera de sus variedades. La introducción de un gen en miles, para quedarse con todos, es un caso claro de usura que debe ser repudiado y condenado.
Que el maíz forma parte también de la cultura en general de Abya Yala, el arte y las creencias de nuestros pueblos y que de una u otra manera las culturas y los pueblos del Abya Yala y del mundo expresan su agradecimiento y su amor por este maravilloso vegetal.
Y hemos considerado:
Que poderosos grupos transnacionales decidieron apropiarse del maíz, con la introducción de mutaciones genéticas artificiales.
Que esos grupos se aprovechan de sus ventajas financieras y militares para presionar a las culturas del mundo y a los estados, convertidos en muchos casos en subordinados de las multinacionales contra los derechos de los pueblos.
Que también en muchos casos, basados en el modelo colonial que se resiste a morir, esos grupos se quedaron (mediante diversas estrategias) con los resultados de investigaciones realizadas por organizaciones estatales, con logros científicos, recursos y fondos del pueblo.
Que mientras el maíz es fuente milenaria de alimentación sana, exquisita, nutritiva como pocas (rica en carbohidratos, proteínas, grasas y minerales), los cambios genéticos dan un vegetal manoseado que está en las antípodas del maíz y por eso no debe darse a ese engendro el nombre maíz. Además de variar en forma negativa hasta el gusto natural del maíz (por distintas razones), el engendro está denunciado por enfermar a la especie humana, incluso con experiencias que deben atenderse porque demostrarían que el consumo de transgénicos produce el cáncer a las especies animales que los consumen.
Que la pulverización con agrotóxicos (bien ligada a los transgénicos) puede enfermar a los embriones (animales, humanos) y ser teratogénica (producir monstruos), ante lo cual se imponen los derechos derivados del principio precautorio.
Que las nuevas tecnologías para el cultivo de transgénicos contaminan el ambiente como pocos sistemas lo hacen, y ponen en riesgo a miles de especies vegetales y animales, entre ellas la humana, no sólo con los herbicidas, insecticidas y un sinnúmero de sustancias químicas sino por la sinergia de esos productos (se potencian unos a otros).
Que el productivismo de mercancías, en lugar de la producción de alimentos, conlleva exigencias desmedidas sobre el suelo, gastos desmedidos de energía no renovable (petroleodependencia, biocombustibles, etc.), concentración de la tenencia y el uso de la tierra; intrusión de capitales especulativos y de tecnología de punta que compiten con trabajadores rurales, pequeños y medianos productores que son víctimas de migración compulsiva  a centros urbanos para transformarse sólo en sujetos y objetos del consumismo, expulsados, desterrados.
Que estas políticas agresivas, cuyo móvil fundamental es el lucro desmedido con el falso argumento de ‘dar de comer a los más de mil millones que padecen hambre’… produce desestabilización en  la sociedad, flagrante pérdida de biodiversidad y daños irreversibles en los eco-sistemas y en la salud del hombre y demás especies. Aunque todo sea presentado con una pátina de progreso y ciencia, que busca desacreditar a los que alertan sobre los peligros de este sistema.
Que existen estudios que indican que los transgénicos no aumentan la producción, y sí aumentan la concentración de la actividad en pocas manos.
Que no existe ninguna razón para poner en riesgo la semilla, el suelo, el ambiente, la salud, que no sea la apropiación con fines de lucro, máxima ganancia y acaparamiento de bienes que, en realidad, le pertenecen a la humanidad como tal y ni siquiera eso, porque la tierra no es del hombre sino el hombre de la tierra. Por eso mismo no cabría declarar al maíz, por caso, patrimonio de la humanidad, ya que no lo es.
Que el maíz debe ser reconocido por sus atributos y en sus variedades como alimento de interés común, primero entre los derechos humanos a la alimentación y entre los derechos a la vida de todos en el Abya Yala y el mundo todo.
Que la preservación del maíz en todas sus variedades y propiedades naturales es una obligación de los pueblos y de sus instituciones en todos los tiempos; que su apropiación descarada  (al buen estilo de como hicieron los europeos desde 1492 con la humanidad y recursos de Abya Yala) por parte de grupos y grupúsculos  que detentan desproporcionado poder económico y bélico es ilegítima, y que el ataque a las maravillosas propiedades milenarias del maíz o la puesta en riesgo de sus condiciones deben ser considerados atentados contra la humanidad, el equilibrio del ambiente  y la biodiversidad.
Que la complejidad de la naturaleza, las influencias recíprocas de las especies en los distintos lugares y en distintas épocas, no pueden ser comprendidas en su real dimensión por la ciencia, de modo que no existe manera de conocer las consecuencias reales de la modificación genética de los organismos.
Que en algunos casos la ciencia ha determinado, dentro de sus limitaciones, que un OGM puede ser inocuo para la salud pero se desconocen los efectos de su hibridación con otros OGM, y de la cadena de efectos de los OGM sobre la naturaleza en general a mediano y largo plazo.
Que están comprobados los efectos nocivos de transgénicos sobre las abejas y otros polinizadores, sin hablar ya del uso desaprensivo de insecticidas, lo cual constituye una luz roja de alerta para la supervivencia de los insectos y de la vida toda en el planeta.
Que el sistema de riego masivo con herbicidas se ha convertido en un peligro grave para la biodiversidad y la humanidad, en todo el mundo, y principalmente en nuestros territorios del sur de Abya Yala.
Que el uso del suelo con agrotóxicos perpetúa un sistema extractivista a escala y presiona para la tala rasa, todo contrario al poblamiento y a la equidad demográfica y social con cuidado de la biodiversidad y de la sustentabilidad de la economía.
Que la soberanía de los pueblos sobre sus alimentos es un derecho humano esencial, como resistencia al avance uniformador y expoliador del imperialismo en sus distintas variantes; y que la especie humana debe velar por todo el ecosistema.
Que la defensa sin concesiones del maíz se convertirá en un punto para empezar a revertir el sistema de monopolios y engendros genéticos en todas las semillas sin excepción.
Que las inquietudes planteadas deben ser difundidas, estudiadas y debatidas en universidades, organizaciones ambientales e instituciones diversas, y pueden servir de base para los debates en torno de los transgénicos, las patentes sobre las semillas, la producción con agroquímicos a escala y la relación del hombre con la tierra y la biodiversidad.
Que el maíz es prenda de unidad y conciencia independentista de los pueblos de Abya Yala.
 
Entre Ríos, Argentina, enero de 2013.
Junta Americana por los Pueblos Libres –JAPL-
Asociación Gremial del Magisterio –Agmer- Seccionales Paraná y Federación
Programa de Extensión “Por una Nueva Economía Humana y Sustentable” FCEdu-Uner-
Foro Artiguista Entrerriano
Foro Ambiental Waj Mapu
Grupo de Reflexión Ambiental Mingaché

Andrés Petric, Juan José Rossi, Julio Majul, Luis Lafferriere, Marcelo Verzegnassi, Marcos Tonina, Mario Alarcón Muñiz, Oscar Milocco, Pedro Aguer, Ricardo Bazán, Santiago Fiorotto, Santiago García, Sergio Daniel Verzeñassi, Víctor Hugo Sartori, Abel Schaller, Alberto Dorati, Jorge Villanova, Mario Castaldo, Mario Daniel Villagra, Martha Bader, Mercedes Fiorotto, Oscar Barbosa, Antonio Tardelli, Carlos Natalio Ceruti, Carlos Weber, César Baudino, Daniel Tirso Fiorotto, Juan Antonio Vilar, Martín Barral, Fortunato Calderón Correa, Laura Peter, Mauricio Castaldo, Ignacio González Lowi, Martín Martínez, Fernando Iturriza, Aixa Boeykens, Philipp Tobías Edling… SIGUEN LAS FIRMAS

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