Da la
sensación de que la gran cruz de lo viejo -al decir de Gramsci- es
una carga muy, muy pesada, y que esa gran cruz lleva adentro quién
sabe cuántas cosas tan oscuras. ¿Cuántos Ylarraz lleva esa cruz?.
Da la sensación de que, si hay algo nuevo en el cristianismo, hay
unos cuantos que no lo van a dejar nacer.
Lo
nuevo no tiene que ver con nacionalidades o colores de piel, tiene
que ver con ideas, actitudes y acciones. ¿Podrán abrirse paso la
libertad, la pluralidad, el realismo, el compromiso crítico, la
humildad, la honestidad y la apertura en todos los sentidos?.
Estaría
bueno que el cristianismo sea democrático. Que los libros de
bautismo sean padrones y que todos los bautizados tengan derecho
-aunque no obligación- de elegir y decidir sus representantes
religiosos. Y que los representantes presenten sus candidaturas en el
marco de agrupamientos, corrientes y propuestas públicas para el
debate. Que bueno sería ver en las listas o en los nombres de las
agrupaciones a Carlos Barón, a Leonardo Boff, a Jon Sobrino, a
Carlos Mugica, a Camilo Torres o a tantos otros...
Que
bueno sería, de una vez por todas, bajar de la cruz a los pobres, a
los trabajadores y a los pueblos, y bajar de la cruz a la hipocresía,
a la represión y a las microfísicas degeneradas del poder.
M.C
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