lunes, 11 de febrero de 2013

DEMOCRACIA CRISTIANA

El Papa Benedicto ha renunciado, y nadie esconde su sorpresa. Nadie deja de pensar -supongo- que es un buen gesto ético y político, a imitar por unos cuantos, y no solamente en la religión.

Da la sensación de que la gran cruz de lo viejo -al decir de Gramsci- es una carga muy, muy pesada, y que esa gran cruz lleva adentro quién sabe cuántas cosas tan oscuras. ¿Cuántos Ylarraz lleva esa cruz?. Da la sensación de que, si hay algo nuevo en el cristianismo, hay unos cuantos que no lo van a dejar nacer.

Lo nuevo no tiene que ver con nacionalidades o colores de piel, tiene que ver con ideas, actitudes y acciones. ¿Podrán abrirse paso la libertad, la pluralidad, el realismo, el compromiso crítico, la humildad, la honestidad y la apertura en todos los sentidos?.

Estaría bueno que el cristianismo sea democrático. Que los libros de bautismo sean padrones y que todos los bautizados tengan derecho -aunque no obligación- de elegir y decidir sus representantes religiosos. Y que los representantes presenten sus candidaturas en el marco de agrupamientos, corrientes y propuestas públicas para el debate. Que bueno sería ver en las listas o en los nombres de las agrupaciones a Carlos Barón, a Leonardo Boff, a Jon Sobrino, a Carlos Mugica, a Camilo Torres o a tantos otros...

Que bueno sería, de una vez por todas, bajar de la cruz a los pobres, a los trabajadores y a los pueblos, y bajar de la cruz a la hipocresía, a la represión y a las microfísicas degeneradas del poder.

M.C




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