sábado, 16 de febrero de 2013

"Hacer algo 'contra' no construye un comunismo positivo" (Jacques Ranciere)

Entrevista al filósofo francés Jacques Rancière.


Propuesta de lectura de fin de semana: una entrevista larga y densa pero muy jugosa de la revista militante Le Sabot al filósofo francés Jacques Rancière, en la que podemos encontrar muchas pistas e imágenes para pensar (es decir, reimaginar) algunos problemas de las luchas actuales, diría que por lo menos tres:
-el problema de la articulación y la transmisión entre experiencias. 15-M, marea verde, marea blanca... ¿Qué es lo que puede transformar la energía de las luchas que se suceden en una capacidad colectiva? Es en parte la pregunta por la organización. Las respuestas clásicas piensan en términos de “frente”, “bloque”, “convergencia” o de la necesidad del partido como instancia unificadora. Rancière propone imágenes distintas: lugares de encuentro, relevos, extensión de capacidades, nombres capaces de nombrar lo que es común como dinámica de acción y esperanza de porvenir... La pregunta por la organización como “suma de las luchas” se reformula así más bien en: ¿cómo prolongar las resonancias de una experiencia o de una lucha? La organización es pensada, no como coordinación, sino como "multiplicador" de las capacidades de cualquiera. Rancière desarrolla la misma idea en esta otra entrevista
-el problema de la ruptura, la violencia y el enemigo. Rancière hace una crítica de las políticas estratégicas que parten del enemigo y de la pregunta por cómo dañarle. “O bien se parte de una potencia contra la cual se lucha, o bien se lucha en nombre de una potencia común, de una capacidad común. Si la política consiste en atacar al enemigo, entonces se trata de una concepción militarista del enemigo. Hacer algo 'contra' no construye un comunismo positivo”. Rancière parece proponernos pensar la ruptura en el interior y subordinada a situaciones donde se afirme esa potencia común, esa capacidad común. La radicalidad de una interrupción sólo se entiende así en su relación con una situación viva de lucha, no de forma aislada o en general. Hay aquí una discusión crítica con las consideraciones del Comité Invisible y su “insurrección que viene”.
-el problema del sujeto político. Rancière recuerda su militancia en los años 70 en el grupo maoísta Izquierda Proletaria. Todas las actividades del grupo tenían un presupuesto: la fuerza estaba ya ahí, en la clase obrera. Había que vincularse a sus elementos más radicales, participar en sus sociabilidades, identificar los focos de lucha e intensificar sus potenciales. Pero se trataba siempre de acciones ligadas a núcleos activos y sociabilidades ya existentes. Esa configuración social y política ha estallado. ¿Cómo hacer hoy un pueblo a partir de fragmentos dispersos? Es el problema del vínculo, de cómo tejer vínculos, no ya entre realidades previas y existentes, sino vínculos que creen realidad al mismo tiempo que la tejen.
Le Sabot quiere ser un medio para vincular a los diversos componentes de lo que se presenta como un “cuerpo social”: asalariados, campesinos, estudiantes, parados.... ¿Qué semejanzas y diferencias pueden advertirse ahora respecto a la situación de finales de los 60?
La idea de vincular a los estudiantes, a los obreros y a veces a los campesinos desempeñó un papel fundamental en 1968, especialmente en experiencias como las de la “comuna de Nantes”, aunque la perspectiva de los grupos militantes constituidos era generalmente más utilitaria. En el caso de la Gauche Prolétarienne [Izquierda Proletaria], el establecimiento de militantes en las fábricas o el trabajo militante en lugares de vida social, como los cafés, servía principalmente para conseguir cierta presencia en el medio obrero, es decir, para obtener a la vez cierta legitimidad, un conocimiento del medio mismo y la capacidad de extraer el potencial de lucha, en términos de situaciones y activistas. Pero la creación de un vínculo o la construcción de lugares de vida social como medio para constituir una fuerza no era una preocupación prioritaria. Se presuponía que la fuerza ya estaba ahí. Se partía de la existencia de una tradición de lucha obrera, intentando apoyarse en los elementos más radicales de la clase obrera: sindicalistas duros o ex sindicalistas que habían roto con la CGT, obreros inmigrantes radicalizados. Se trataba de participar en sociabilidades existentes antes bien que crear otras nuevas. Existía un rechazo a la representación de la clase obrera bajo la forma tradicional de partido y, al mismo tiempo, una adhesión a la idea de la clase obrera como elemento dirigente. La idea de vincular presupone, actualmente, la explosión de esta configuración social y política.

BEA MARTXUETA Y MIKEL SARALEGI SECRETARIA DE POLÍTICAS SOCIALES DE Y MIEMBRO DE LA COMISIÓN SOCIO-ECONÓMICA DE LAB

Frente a la pobreza, alternativa social y soberanía


Tenemos que ir más allá de los datos. Cuando hablamos de pobreza y exclusión nos referimos a una realidad estructural que los poderes financieros y sus aliados políticos promueven para conformar un modelo social profundamente desigual e insolidario


No hay comentarios: