jueves, 14 de marzo de 2013

El agotamiento del "modelo" profundiza la "ortodoxia"




En un interesante artículo del último número de Le Monde Diplomatique , el economista Rubén M. Lo Vuolo realiza un compendio bastante completo de los índices y tendencias que certifican la indiscutible crisis del "modelo" económico argentino, que no es sinónimo de hundimiento, pero sí de agotamiento. Afirma que "lo cierto es que poco queda del régimen macroeconómico posterior a los primeros años posteriores a la crisis del 2001-2002. En aquella etapa, la economía funcionaba con tipo de cambio alto, precios relativos favorables a la competitividad, superávits gemelos (fiscal y externo), política monetaria atenta a la absorción de base monetaria e inflación moderada. Casi todos estos elementos hoy han desaparecido".Las condiciones excepcionales que "neutralizaban" relativamente la inflación en los primeros años kirchneristas (congelamiento de las tarifas, amplia capacidad ociosa e incluso el enorme abaratamiento salarial) fueron agotándose con el tiempo y se acumularon factores que impulsaron y retroalimentaron la inflación, con un salto en calidad en los últimos años. Junto con el desarrollo de la inflación, comenzó un proceso de fuga de capitales que se inició en el 2007 y se mantuvo constante hasta el 2010. El tipo de cambio multilateral (la relación de cambio con las monedas de los principales socios comerciales), a fines del 2008 estaba apreciado un 25% con respecto al 2006, para dar sólo un ejemplo del cambio de las condiciones de los precios relativos. El creciente déficit energético (que conlleva implícito una gran carga fiscal) y la fuga de capitales tuvieron como respuesta el control cambiario y la restricción de las importaciones, medidas hechas "a lo Moreno". Esto derivó en la disparada del dólar paralelo y empujó la desaceleración económica que terminó en el frenazo del 2012. Más en general, luego de 10 años de gobiernos kirchneristas, se mantiene el carácter primarizado de la economía con una prácticamente nula inversión que impide ampliar cualitativamente la capacidad productiva, una de las causas más estructurales de la inflación.

Estos límites generales del "modelo" están llevando necesariamente a medidas de ajuste claramente "ortodoxas". Presiones para el cepo en las negociaciones paritarias, el dato objetivo del retroceso de la participación de los asalariados en el reparto de la renta nacional en los últimos años es una confirmación de cierto éxito de esta política (después de la caída abrupta del 2002, donde con la devaluación cayó casi al 30% la participación de los asalariados, en 2007 llegó al 37,5%, en el distorsionado 2009 subió al 40% en el marco del estancamiento de la economía, para luego retroceder al 37,6% en 2011. Siempre lejos del "fifty-fifty" del que, casualidad, ya no se habla más). La mayor presión impositiva sobre el salario con el impuestos a las ganancias, el recorte y la disminución de los beneficios como las asignaciones familiares configuran una política de ajuste más o menos clásico. Finalmente, las presiones para recortes fiscales hacia las provincias con el método de la "tercerización" derivaron no sólo en aumento de impuestos, sino también de tarifas (el más reciente fue el subte). Todo esto combinado con los aumentos tarifarios nacionales complementan una orientación general hacia el ajuste del bolsillo popular. 




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