Nadie duda sobre la importancia y el impacto generado en el mundo y en la propia Argentina por la designación de Jorge Bergoglio, desde ahora el Papa Francisco I. La elección del nombre evoca a la pobreza, sin duda el principal efecto de la explotación capitalista, una cuestión exacerbada con la crisis mundial en curso. Parte del fenómeno es el desempleo, la precariedad y flexibilidad laboral, algo por lo cual las calles se llenan de protestas, ayer nomás en Argentina con la CTA y la CGT.
El tema de la pobreza viene de larga data, y es preocupación en variadas instituciones y discursos. La ONU tiene entre sus principales objetivos del milenio el combate a la pobreza, y entre sus principales indicadores se mide el desarrollo humano, precisamente para señalar cuanto se alejan las personas y los países del flagelo de la pobreza. El Banco Mundial ha dedicado programas durante años a la preocupación sobre la pobreza, la desigualdad y la cohesión social. Es cierto que desde muchos ángulos se acusa al Banco y a otros organismos financieros internacionales de corresponsables en la gestación y extensión del fenómeno relativo a la pobreza. La FAO, organización sobre alimentos de la ONU acusa la existencia de 1.000 millones de hambrientos en nuestro tiempo, un 15% de la población mundial, pese a la gran expansión de la producción agrícola, ahora compartida en su uso como alimento y para la energía.
La pobreza convive con la opulencia, por lo que los gestos de austeridad de la jerarquía eclesial impactan. El interrogante es si la Iglesia, como institución milenaria asume el desafío más allá de lo gestual.
Asuntos económicos en la Iglesia
Mucho se habla de la riqueza de la Iglesia, de sus cuantiosos ingresos y gastos para sostener un gigantesco patrimonio inmobiliario construido en largo trayecto. La Revista The Economist, en agosto del 2010 señaló que la Iglesia católica de EEUU empleaba a 1 millón de trabajadores en entidades de salud, educación y en las propias diócesis eclesiales. El artículo destaca una capacidad de empleo equivalente al gigante Walt Mart y superior a la cadena Mc Donalds, la empresa General Electric, o la automotriz General Motors. Puede inferirse así una cifra millonaria de trabajadores en todo el mundo. La iglesia como un gran empleador global...
...¿La prédica por la pobreza se asociará al vivir bien o al vivir mejor? La primera supone un cambio de modelo productivo. La segunda puede resolverse con acercar ingresos a los más pobres para mejorar su consumo bajo las reglas de la producción capitalista, o sea, la explotación de millones de trabajadores y la depredación de la naturaleza. El asistencialismo, aún generalizado y “universal” mejora el acceso a cierto consumo, sin modificar sustancialmente el orden social. Son todos interrogantes a develar en la práctica que genere un nuevo papado que abre expectativas en millones de personas, más allá de sus creencias religiosas o incluso de no tenerlas.
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