David Harvey
Conferencia pronunciada en el Foro Social Mundial de 2010, Porto Alegre.
La geografía histórica del desarrollo capitalista se encuentra en un punto clave de inflexión en el cual las configuraciones geográficas de poder están cambiando rápidamente en el mismo momento en que la dinámica temporal enfrenta serias limitaciones.
El 3% de crecimiento compuesto anual (usualmente considerada la tasa de crecimiento mínima aceptable para una economía capitalista saludable) es cada vez menos posible de sostener sin recurrir a todo tipo de ficciones (como las que han caracterizado a los mercados de acciones y mercados financieros en las dos últimas décadas).
Existen buenas razones para creer que no hay otra alternativa a un nuevo orden mundial de gobierno que, al fin y al cabo, tendrá que gestionar la transición a una economía de crecimiento cero. Si eso ha de realizarse de manera equitativa, entonces no hay otra alternativa al socialismo o comunismo. Desde finales de los noventa, el Foro Social Mundial se convirtió en el centro de articulación del tema “otro mundo es posible.” Ahora debe asumir la tarea de definir cómo otro socialismo o comunismo es posible y cómo se consumará la transición a estas alternativas. La crisis actual ofrece una oportunidad para reflexionar sobre lo que esto podría implicar.
La crisis actual se originó en las medidas adoptadas para resolver la crisis de los setenta. Estas medidas incluyeron:
El ataque exitoso a las organizaciones laborales y sus instituciones políticas mientras se movilizaba mano de obra global excedente, la implementación de cambios tecnológicos para reducir mano de obra y elevar la competencia. El resultado ha sido la reducción global del salario (disminución de la participación del salario en el PIB total en casi todas partes) y la creación de una reserva laboral descartable, aún más vasta, viviendo en condiciones marginales.
Socavar las estructuras precedentes de poder monopolista y desplazar la fase previa de capitalismo monopólico (de Estado nación) mediante la apertura capitalista a una competencia internacional mucho más salvaje. Intensificar la competencia mundial, traducida en reducir ganancias corporativas no financieras. El desarrollo geográfico desigual y la competencia interterritorial se convirtieron en rasgos fundamentales del desarrollo capitalista, abriendo la brecha hacia un cambio hegemónico de poder, en particular, pero no exclusivamente, en Asia oriental.
Utilizar y habilitar a la forma de capital más fluida y de mayor movilidad –capital dinerario– para reasignar recursos de capital a nivel mundial (con el tiempo, por medio de mercados electrónicos), provocando, así, la desindustrialización en las regiones centrales tradicionales y nuevas formas (ultra opresivas) de industrialización y de extracción de recursos naturales y materias primas agrícolas en los mercados emergentes. El corolario fue aumentar la rentabilidad de las corporaciones financieras y encontrar nuevas formas de globalizar y, supuestamente, absorber riesgos mediante la creación de mercados de capital ficticios.
En el otro extremo de la escala social, esto significó mayor confianza en la “acumulación por desposesión” como medio para aumentar el poder de la clase capitalista. Los nuevos ciclos de acumulación primitiva contra poblaciones indígenas y campesinas fueron aumentados por las pérdidas de bienes de las clases más bajas en las economías centrales (como lo demostró el mercado inmobiliario sub-prime [1] en los Estados Unidos que impuso la enorme pérdida de bienes, principalmente a la población afroamericana).
El aumento de la demanda efectiva, de lo contrario menguada, mediante el impulso de la economía de deuda (gubernamental, corporativa y del mercado interno) hasta su límite máximo (especialmente en los Estados Unidos y el Reino Unido, pero además en muchos otros países de Letonia a Dubai).
La compensación de las tasas de retorno anémicas en la producción por la construcción de toda una serie de mercados- burbuja de activos, la cual tenía la impronta Ponzi [2] , culminó con la burbuja inmobiliaria que estalló en agosto de 2007. Estas burbujas de activos se basaron en el capital financiero y fueron facilitadas por las innovaciones financieras como los derivados y las obligaciones de deuda con garantía u obligaciones de deuda colateral.
Las fuerzas políticas que se unieron y movilizaron en pos de estas transiciones tenían un carácter de clase particular y se vestían con las prendas de una ideología distintiva llamada neoliberal. La ideología se basaba en la idea de que los mercados libres, el libre comercio, la iniciativa personal y el espíritu emprendedor eran los mejores garantes de las libertades individuales y de la Libertad absoluta, y que el “Estado niñera” debía ser desmantelado para beneficio de todos. Pero la práctica implicaba que el Estado debía respaldar la integridad de las instituciones financieras, introduciendo así a lo grande (empezando con las crisis de la deuda mexicana y de los países en vías de desarrollo de 1982) al “riesgo moral” en el sistema financiero. El Estado (local y nacional) incluso estaba cada vez más comprometido en proporcionar “un buen clima de negocios” para atraer inversiones en un entorno altamente competitivo.
Los intereses de las personas eran secundarios para los intereses del capital y, en el caso de un conflicto entre ellos, los intereses de las personas fueron sacrificados –como se convirtió en una práctica habitual en los programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde principios de los ochenta en adelante–. El sistema que se ha creado equivale a una verdadera forma de comunismo para la clase capitalista.
Estas condiciones variaban considerablemente, desde luego, dependiendo de en qué parte del mundo se habitara, las relaciones de clase imperantes, las tradiciones culturales y políticas y la forma en que estaba cambiando el equilibrio del poder político-económico.
Entonces, ¿cómo puede la izquierda negociar las dinámicas de esta crisis? En tiempos de crisis, la irracionalidad del capitalismo queda claramente expuesta a la vista de todos. Los excedentes de capital y mano de obra coexisten uno al lado del otro y, aparentemente, no hay manera de volver a juntarlos en medio del sufrimiento humano inmenso y las necesidades insatisfechas.
País Vasco:
CNT presenta sus propuestas contra el desempleoEl gobierno vasco ha dicho que creará 12.711 nuevos puestos de trabajo, lo cual no es más que pura propaganda
“El gobierno vasco ha dicho que creará 12.711 nuevos puestos de trabajo, lo cual no es más que pura propaganda, ya que el fomento del empleo no constituye ninguna prioridad para la administración”, ha afirmado el sindicato CNT. En tal sentido, la central anarcosindicalista sostiene que “el alargamiento de la jornada laboral, el despido encubierto de miles de trabajadores precarios o las reducciones de salario dejan bien claro cuál es la actitud del gobierno vasco frente al empleo: está en contra de su creación”.
“Mientras tanto –ha subrayado CNT- el sector privado sigue con la política de despidos baratos”. Ha citado el caso de Confebask, “que ha admitido que destruirá este año 21.000 puestos de trabajo gracias a la reforma laboral, hecha a su medida”. “La patronal y las administraciones públicas nos venden la imagen del ‘emprendedor’ como la solución prodigiosa al problema, cuando la realidad nos dice que no se pueden crear 220.000 puestos de trabajo mediante el emprendizaje”, ha añadido.
Ante todo esto, el sindicato CNT ha presentado un dossier contra el desempleo. A lo largo de ese documento, la organización anarcosindicalista aborda cuestiones como la reducción de la jornada laboral, el adelanto de la jubilación, la mejora de las prestaciones por desempleo o la derogación de los contratos de formación y prácticas, entre otros.
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