Está provocando mucha discusión, y desde el gobierno se sostienen argumentos favorables a la explotación desde la intervención de la petrolera de gestión estatal. Rápidamente viene a cuento la negociación del Gobierno de Perón en 1955 con la California, sucursal de la Stándar Oil, antecesora de la Chevron. O los acuerdos bajo el gobierno de Frondizi. En el 55 había contradicción con la Constitución del 49 e incluso diputados oficialistas como John William Cooke se manifestaron en contra, según recuerda Galasso. En el 58 se iba a contramano de las concepciones previas en “Petróleo y Política” y sus posicionamientos contra los contratos del 55. En ambos casos se fue a contramano de la retórica previa. ¿Es asimilable a la actualidad? Sin duda, la subordinación al modelo productivo y de desarrollo capitalista supone la adecuación a los parámetros que define la acumulación capitalista en este tiempo histórico. Ello significa producir en base a fósiles y con la tecnología de época en manos de las corporaciones transnacionales, por caso la Chevron o los que asuman la oportunidad de negocio que ofrece el decreto del poder ejecutivo para la promoción de los hidrocarburos. Además, se vuelve a reiterar la subordinación a tribunales externos ante litigios o controversias. Las empresas podrán demandar fuera de la Argentina. Ya sabemos lo que ello significa, ante 58 tratados bilaterales de defensa de las inversiones externas (tbi) vigentes en el país.
Vale mencionar que en variadas ocasiones hemos insistido en que Argentina necesita denunciar esos tbi, tanto como retirarse del CIADI, ámbito al que acuden las empresas en contra de los Estados y en el marco del Banco Mundial. Con el acuerdo con Chevron y los que pueda venir se fortalece la institucionalidad de los 90 (los tbi) y se potencia la dependencia petrolera y tecnológica, todo por atraer inversiones externas. En este caso unos 1.240 millones de dólares, pero se anticipa que esa cuencia requiere inversiones por 16.000 millones de dólares y en general para los próximos años el plan de inversiones de YPF es de 37.500 millones de dólares. Chevron es el comienzo de una asociación subordinada al capital petrolero extranjero.
Otra cuestión destacable del acuerdo es la posibilidad de exportar luego de 5 años, y no liquidar en el país el 20% de la producción, siempre y cuando haya abastecimiento, y de no haberlo se compensará a la empresa con referencia al precio internacional, que nadie imagina con tendencia a la baja, especialmente por lo ya comentado del cenit de reservas y la creciente demanda petrolera y gasífera. Como se puede apreciar, las restricciones para hacerse de divisas no corren para las petroleras inversoras según el nuevo régimen de promoción.
¿Se puede hacer algo distinto?
Claro que sí, pero supone salir de la lógica del modelo productivo de inserción subordinada y la promoción de una estrategia compartida con países vecinos para encarar un trabajo de mediano y largo plazo para reorientar la producción, no solo energética, sobre la base de resolver en la región, y si se puede en el mundo, con criterio de soberanía alimentaria, energética y financiera.
Cuando el movimiento del “pase libre” sostuvo la gratuidad del transporte en Brasil, la respuesta fue que era una demanda utópica, que incluso el boleto de transporte debía aumentarse. Millones movilizados tiraron a la basura el incremento del ticket de transporte y hoy existen ciudades que asumieron el transporte público gratuito. ¿Es posible des-mercantilizar el transporte? Antes de las movilizaciones de junio pasado en Brasil parecía un hecho imposible. La realidad demuestra que es posible. La movilización pudo contra el aumento del transporte en el país vecino e incluso en la gratuidad, del mismo modo que ocurrió con el Famatina o contra la Meridien Gold en Esquel luego de un avasallador “NO a la mina” en la consulta popular del 2003.
Como siempre es una cuestión de voluntad popular. ¿Qué quiere el pueblo argentino? Solo la política puede responder el interrogante. Muy pocos legisladores se pronuncian por la cuestión de fondo, algunos desde hace años, con éxito relativo. El pueblo mapuche salió a la calle. Hace años que los pueblos fumigados luchan contra el modelo sojero y no siempre se los escucha. Las asambleas contra la mega minería protestan y han logrado ciertos éxitos, pero no toda la población asume el legado y el programa. La lucha contra el fracking recién comienza. Los trabajadores de la energía, caso de la FeTERA en la CTA, y organizaciones sociales y culturales como el MORENO y/o el Observatorio Petrolero Sur, entre otros, demandan por la soberanía energética, contra el modelo productivo, la dependencia tecnológica y especialmente el fracking. La CTA está en una campaña en defensa de los bienes comunes, que puede extenderse más allá del país, máxime cuando YPF pretende extender la asociación con las transnacionales para explorar y explotar hidrocarburos no convencionales en Bolivia y Uruguay. Movilización y articulación popular existe, y es aun insuficiente.
Es una cuestión de argumentos, de ideas que deben poblar la discusión de fondo. No alcanza con la crítica metodológica, se requiere ir al fondo, que para nosotros es el modelo productivo y de desarrollo del capitalismo contemporáneo, en la Argentina y en el mundo.
...Por otra parte Louis Althusser, en su texto “Contradicción y Sobredeterminación” aporta otro punto interesante que rebasa la mera condición de necesariedad de la clase obrera. Básicamente el interés de Althusser en ese texto es demostrar que el concepto de contradicción en Marx es mucho más complejo que la simple “bajada a tierra” sobre la idea de contradicción que tenía Hegel. Según Althusser, para Hegel, en una relación dialéctica la contradicción se reduce a la idea de “verdad de..” versus “verdad de…”, mientras que en Marx la contradicción se da no solamente a partir de las “verdades” que cada parte tenga para oponer entre sí, sino que además se “sobredeterminan” esas “verdades” con otras que no lo son tanto (en el sentido de que no son directamente lo que cada parte tiene para oponer pero les contribuye), y es en ese juego de sobre-determinaciones es donde la balanza termina inclinándose para un lado o para el otro. Bajado a tierra, Althusser utiliza este análisis para discutir a la izquierda marxista de aquellos años la idea de plantear un programa de “clase contra clase”, es decir, como si las clases sociales fueran perfectamente autoconscientes de sí y lucharan en pos de ello (lo cual sigue llevando a numerosos problemas a la izquierda como interpelar a los trabajadores como sujetos revolucionarios constituidos a priori). Así es que a partir de esta crítica, Althusser intenta explicar cómo en las numerosas revueltas e incluso en la Revolución Francesa y la Rusa, los procesos de lucha además de tener en la mayoría de los casos una fuerte impronta reivindicativa/económica, contenían rechazos culturales tales como los reclamos por acceso a educación, laicos/liberales, rechazo a la figura del Zar, anticlericalismo, etc. De hecho llega a decir que muchos de esos conflictos, la desigualdad económica era un pesar latente en la población, pero las revueltas no terminaron por estallar por ese lado, sino por el lado del rechazo a estas otras problemáticas de largo aliento en tradiciones, instituciones, y formaciones culturales, y luego terminaron transformándose (en el capitalismo) en las revueltas que hicieron historia por tocar las bases del sistema de dominación (la base económica de dominación de clase). El punto de interés en todo esto para una perspectiva libertaria, es el tema de ver la consideración central que el autor hace de que las luchas no pueden encararse como si se redujera la cuestión de la dominación a ver quién pesa más por la fuerza, si la burguesía o los trabajadores, lo cual plantea un marco de análisis de la dominación que excede el mero economicismo. Aún así muchos escucharán o leerán que Althusser no era precisamente el más libertario de los marxistas, y buena parte de su producción teórica estuvo enfocada al análisis de la reproducción de las estructuras económicas como aquellas determinaciones en última instancia del sistema de dominación general del capitalismo. Por ende formula que el resto de las luchas mantienen una relación de “autonomía relativa” respecto de las que son las propias de la clase obrera.
El aporte más acabado del marxismo en cuanto a la relación existente entre los trabajadores como sujeto social dominado y el resto de las dominaciones existentes en el capitalismo, es el de Gramsci cuando formula el concepto de “nuevo bloque histórico”. En resumidas cuentas, lo que plantea Gramsci es que para generar una situación que ponga en jaque a la burguesía (cosa que puede darse durante lo que llama una “crisis orgánica”), es necesario que se constituya una coalición de los distintos grupos y subgrupos de dominados, que además de que necesariamente contenga a la clase trabajadora, tendrá que integrar a otras “clases subalternas” (como él llama a otros sujetos sociales dominados). Ahora bien la relación al interior de ese nuevo bloque histórico, la relación de la clase trabajadora respecto de otras clases subalternas será hegemónica, puesto que si no es así, no se apuntará al corazón del sistema. Por si alguien se le olvida, y mas allá de que rescatemos muchos de sus aportes teórico-políticos, Gramci no dejaba de ser leninista. Así es que al mismo tiempo formula que al interior del “nuevo” bloque histórico tiene que haber una dirigencia: una serie de intelectuales orgánicos a ese bloque que sean quienes le den a la coalición de clases contra la burguesía una concepción del mundo...
El aporte más acabado del marxismo en cuanto a la relación existente entre los trabajadores como sujeto social dominado y el resto de las dominaciones existentes en el capitalismo, es el de Gramsci cuando formula el concepto de “nuevo bloque histórico”. En resumidas cuentas, lo que plantea Gramsci es que para generar una situación que ponga en jaque a la burguesía (cosa que puede darse durante lo que llama una “crisis orgánica”), es necesario que se constituya una coalición de los distintos grupos y subgrupos de dominados, que además de que necesariamente contenga a la clase trabajadora, tendrá que integrar a otras “clases subalternas” (como él llama a otros sujetos sociales dominados). Ahora bien la relación al interior de ese nuevo bloque histórico, la relación de la clase trabajadora respecto de otras clases subalternas será hegemónica, puesto que si no es así, no se apuntará al corazón del sistema. Por si alguien se le olvida, y mas allá de que rescatemos muchos de sus aportes teórico-políticos, Gramci no dejaba de ser leninista. Así es que al mismo tiempo formula que al interior del “nuevo” bloque histórico tiene que haber una dirigencia: una serie de intelectuales orgánicos a ese bloque que sean quienes le den a la coalición de clases contra la burguesía una concepción del mundo...
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