viernes, 13 de julio de 2012

En mi casa tengo pileta (o cómo desentenderme de lo que pasa)



La noticia es bien sabida, no sólo por los pagos de la que fuera la capital nacional de la pobreza, sino ya como reguero de pólvora por todo el territorio del país. “Un bebé muere de frío” rezan los titulares de los diarios, radios y medios digitales. Dos meses y medio hacía que andaba recién por este mundo cuando la pobreza y la desidia se lo llevó. Hijo de padres malabaristas que hacen su destreza en la esquina de la terminal de Concordia por unas monedas que les sobran a los automovilistas que pasan por allí, por unas monedas que ni siquiera les permitió sobrevivir. Los pormenores de su fallecimiento se suceden en los medios con la misma vertiginosidad con que se ocultan los detalles permanentes de la pobreza que desenlaza este tipo de muertes. A continuación de la información lanzada, una batería de comentarios históricamente articulados funciona como descarga social y se instala desde la cola del almacén hasta las voces de la representatividad política, donde el grueso del colectivo compite a ver quién culpabiliza con mas fuerza y odio a los padres de la criatura. El condimento esencial de la situación es el despliegue de justificaciones oficiales contra las acusaciones opositoras. Que “nada se podía hacer con esta familia”, que “el Consejo del Menor donde estaba”, que “ya los habíamos asistido varias veces”, que “las instituciones no sirven”, que “preferían vivir así” y demás cuentas de un rosario que sale a la luz por unos días cuando muere alguno de nuestros pibes. Después del profundo análisis que hacemos como sociedad, todo se guarda en el cajón y ya no nos acordamos más, ni del nene, ni de la pobreza, ni de esta nota. Pero en este caso el que no se va a olvidar mas es quién le puso el corolario mediático a esta tragedia, el que se lleva el primer premio a la Declaración Cínica. Es el Senador Provincial del Frente para la Victoria Enrique Tomás Cresto quién, debiendo saber que una familia que tiene vulnerados e incumplidos sus derechos básicos como alimentación, vivienda y salud es el Estado el único responsable de su situación, y en conocimiento de lo atroz que resulta comparar la realidad de una familia estructuralmente vulnerada en todas sus dimensiones con una históricamente favorecida como la de él, sin embrago culpabiliza, se deslinda y dilapida con un accionar y una postura arcaica, retrógrada negligente y violenta de los Derechos Humanos en una declaración para el archivo de lo impresentable y detestable: En mi casa tengo pileta. Si dejo la puerta abierta, y mi hijo va y se ahoga, no voy a hacer cargo al Estado de una responsabilidad mía. El Copnaf es una institución que está funcionando, está trabajando y toma cartas en el asunto, cuando se entera o alguien llama.”


Sebastián Pittavino
Para revista Panza Verde
Concordia
Entre Ríos
Fuente: www.lavoz901.com.ar

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