jueves, 19 de julio de 2012

La Argentina actual y el relato setentista



En los primeros años de la década del setenta del siglo XX la sociedad argentina vivía una situación compleja, donde coexistía una creciente conflictividad social con importantes avances en términos económicos, sociales, laborales, educativos, etc. Eran los años de la culminación de un ciclo expansivo de la segunda fase de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), que había puesto a la Argentina en un lugar privilegiado dentro de los países sudamericanos.

A pesar de que se trataba de un país capitalista dependiente y periférico, las condiciones generales eran relativamente buenas. La pobreza era casi excepcional y limitada a núcleos muy reducidos de algunas zonas del territorio, la desocupación estaba en niveles mínimos, el grueso de los trabajadores con empleo formal y protegido por la legislación laboral y previsional, el sistema educativo estaba entre los de mejor calidad de todo el continente y cumplía un rol importante como igualador de oportunidades sociales. La economía mostraba avances significativos en la sustitución compleja de importaciones, con una industria más integrada y núcleo central del crecimiento, un agro más diversificado, y desarrollos del sistema científico-tecnológico que ponían una base esperanzadora sobre el potencial futuro del sector. Una movilidad social ascendente y generalizada y una clase media extendida en la estructura social mostraban a la Argentina como uno de los países de menor desigualdad distributiva.

A mediados de los años setenta se desató un vendaval que hizo retroceder al país por muchas décadas. Un proyecto de concentración, saqueo y genocidio provocó una de las crisis más profundas y prolongadas de nuestra historia. Importantes cambios estructurales iniciados por la última dictadura y profundizados por el justicialismo en la década del ’90, llevaron a una reprimarización distorsionada de la economía y una creciente desintegración social y cultural.

La notable expansión económica que se produce a partir del 2003 pondrá en evidencia un nuevo modelo económico-social, que delineado en los últimos años del siglo XX se desplegará con fuerza desde entonces, y llevará a la Argentina por un crecimiento a tasas elevadas como nunca antes se habían conocido. En paralelo, el actual gobierno justicialista agita nuevamente un discurso setentista e insiste en señalar que se ha retornado a períodos de industrialización y justicia social similares a los tiempos de la ISI. Un relato que también intenta diferenciarse de las políticas neoliberales de los años noventa.

No obstante, si observamos en términos comparativos los principales indicadores económicos y sociales de la Argentina de los setenta y la situación actual, veremos que no se trata de la misma economía ni de la misma sociedad. A pesar del crecimiento económico inédito que tuvimos, la pobreza azota a casi un cuarto de la población, los problemas de desempleo, subempleo y precarización laboral impactan sobre más de la mitad de la PEA, se ha desintegrado el cuerpo social y hay un deterioro fenomenal de los sistemas de salud y educación, todo ello en el marco de una fuerte desigualdad distributiva, niveles de corrupción oficial escandalosos y una inseguridad creciendo hasta el infinito. La economía sigue concentrada y extranjerizada en un puñado de grandes corporaciones transnacionales, y en el agro existe un avanzado proceso de monoproducción de soja transgénica en detrimento de la diversidad productiva, de la soberanía alimentaria y de la sustentabilidad social y ambiental.

Para el corriente año 2012 se observan síntomas del fin de un ciclo expansivo (iniciado en el año 2003), a medida que se fueron agotando los motores que favorecieron el crecimiento en este período. Sólo quedan algunos factores de orden externo que favorecen de manera excepcional a la Argentina, en especial el astronómico precio de la soja en el mercado mundial, y la aún importante demanda del mercado chino, cuyos valores permiten elevados ingresos a las arcas públicas y con ello ocultar hasta ahora los graves desequilibrios económicos y sociales que ha generado este nuevo modelo económico que yo denomino neocolonial extractivista.

Comprender esta realidad, ver cómo llegamos hasta ahora, analizar la falta total de sustentabilidad hacia el futuro y las posibles perspectivas para los próximos años, son algunos de los objetivos del seminario intensivo que se desarrollará durante cinco días, a partir del lunes 30 de julio y hasta el viernes 3 de agosto (de 18 a 21 horas), organizado por el Programa de Extensión “Por una nueva economía, humana y sustentable” de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER. La actividad es abierta, libre y gratuita.

Para inscripción o mayor información, escribir a alguno de los siguientes correos electrónicos: info@porunanuevaeconomia.com.ar y luis.lafferriere@gmail.com

Luis Lafferriere – 17/7/2012

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