"No creo que los que hablan de endurecer la mano con los chicos que roban quieran más seguridad"
Una calurosa noche de noviembre del año pasado, tres hombres y una mujer asaltaron la residencia de Darín. Una veintena de periodistas de radio y televisión se apelotonaron en la puerta de la casa con sus móviles para escuchar el descargo violento, rabioso, indignado del actor.
No hubo descargo violento, rabioso e indignado. Con una musculosa blanca y una gorrita de béisbol, toqueteando nervioso con el índice de la mano izquierda el ojo del mismo lado -el gesto inconsciente que hace cuando todo conspira para que el equilibrio sea roto-, Darín salió a poner paños fríos. Se atrevió a pedir más oportunidades para jóvenes como los que acababan de reducir a su mujer y a su hija, y se habían escapado con su dinero.
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