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Traducido por Ana Atienza, Marwan Pérez y Manuel Talens |
Sucede con frecuencia en Occidente que a algunos partidos o movimientos políticos se los trata como si viniesen de otro planeta o fueran ajenos a cualquier tipo de política. Su existencia se califica siempre de negativa, transitoria, creada en los despachos e impuesta a un público ingenuo que es incapaz de diferenciar un verdadero programa político de un discurso simplista y vacío. Se los describe como marginales, alejados de cualquier estructura democrática “normal”, compuestos por grupos desorganizados que sólo representan a una minoría de los ciudadanos. Dada su naturaleza contraria a los partidos oficiales, se les impone una etiqueta que sirve para mantenerlos aislados de las estructuras imperantes. Todo ello sirve para destruir al partido o movimiento a través de la propaganda, lejos de cualquier análisis de la realidad.
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