| Traducido para Rebelión por Gorka Larrabeiti |
Lo que está pasando estos días no tiene precedentes en la historia reciente de Grecia. Congelación general de salarios para el 2010, recortes del 10% a las indemnizaciones (incluidas las de los ministros) que se extienden a las pensiones por encima de los 2.000 euros, reforma del sistema fiscal, medidas severísimas contra los evasores (hasta la retirada del permiso de trabajo y la detención), impuestos a los cigarrillos, alcohol y gasolina, aumento del límite de edad de jubilación y equiparación -antes de 2010- de la de hombres y mujeres.
Las medidas draconianas que contiene el plan de saneamiento de las finanzas griegas están suscitando movilizaciones y huelgas en cadena, pero también consensos inimaginables hasta ahora.
Para hacer frente a la crisis el pasado martes el gobierno de Jorgos Papandreou empezó a poner a punto medidas que antes habrían desencadenado un estallido social. Sin embargo, esta vez los griegos están completamente desorientados, pues, si bien es cierto que, según todos los sondeos, una aplastante mayoría se da cuenta de la emergencia económica y está de acuerdo con la autoridad impuesta -se oye a menudo la frase “ha llegado el momento de pagar la cuenta”- también lo es que se sospecha que “la crisis la pagarán los trabajadores, no el capital”.
Resistencia a la Europa del capital y la guerra - Campaña contra la UE
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