Cuba -además de sus conquistas en cuando a educación, salud, cultura, soberanía, deportes, conciencia antiimperialista y anticapitalista, desarrollo científico- llevó a cabo “la expropiación de los expropiadores”, esto es, la erradicación de la propiedad privada capitalista en favor del estado revolucionario.
El problema ha sido que esa expropiación no fue un acto de corta duración para entonces socializar progresivamente los medios de producción, distribución, servicios, cultura, ideología, comunicación, producción científica. . . Ni en definitiva estuvo acompañada de un sistema político democrático-participativo y de un poder popular y ciudadano con organizaciones sociales autónomas y roles diferenciados del Estado.
A pesar de la fuerte “cubanidad” de ese proceso revolucionario y del constante esfuerzo por limitar su “sovietización”, al correr los años fue influido por la bipolaridad mundial (EEUU-URSS) e impregnado del “modelo” euro-soviético, caracterizado por el estatismo, la planificación burocrática centralizada, el anquilosamiento de los órganos de poder popular, la fusión Estado-partido-organizaciones de masas, el verticalismo político y la limitación a libertades políticas y ciudadanas.
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Los levantamientos democráticos árabes han generado un brote de nostalgia en muchos de aquellos que fueron artífices de sus propias revoluciones democráticas años atrás. Al ver el desarrollo de los acontecimientos en la Plaza Tahrir de El Cairo en la cadena Al Jazeera y la CNN, muchos de los que se sumaron a las barricadas durante la Revolución del Poder Popular en 1986 en Filipinas, sintieron resurgir esa sensación de que, al decir de Marx, "todo lo sólido se desvanece en el aire".
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