El filósofo Toni Negri analiza la deriva de su país y critica la incapacidad de la izquierda para resistirse a los mercados
Test rápido. ¿Cuántos filósofos contemporáneos conoce usted? ¿Cinco? ¿Tres? ¿Ninguno? Ahora que la filosofía se ha convertido en una reliquia, no deja de ser asombroso que haya hombres que sigan practicando el fatigoso arte de pensar. Sobre todo si lo suyo es la filosofía a martillazos, como el caso de Toni Negri (Pádova, 1933), uno de los pensadores más influyentes de la izquierda alternativa desde la explosión del 68.
Negri estuvo ayer en el Museo Reina Sofía presentando el documental The Cell. Antonio Negri y la prisión (Angela Melitopoulos, 2008), que repasa la temporada que pasó a la sombra en Roma (1997) tras volver de un exilio de 13 años. Negri se comió un año y medio de cárcel y cuatro de control judicial, acusado de ser una de las cabezas pensantes del movimiento de desobediencia que se enfrentó al Estado italiano en los años setenta. Lo que le convirtió, por cierto, en un caso singular digno de estudio: un catedrático de Teoría del Estado procesado por insurrección contra el Estado. Casi nada
NGV
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