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Los pobladores dicen que gracias a su riqueza histórica crece el turismo
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:: Los habitantes debaten si aceptan o no el asfalto de las calles, si cercos de tacuara o de madera. Muchos creen que el progreso terminará por arruinar la salud privilegiada de la que gozan en la localidad
Reducciones Jesuíticas Un viaje al pasado y a las costumbres a través de la historia [Foto:Sixto Fariña]
Loreto, Corrientes (Enviados especiales). Las arenosas y anchas calles de Loreto han puesto al pueblo ante un dilema: seguir como están o cambiar y que la arena quede apisonada bajo el paso del pavimento. Otro tema: los cercos. Una gran mayoría, gente que ha nacido, se ha criado y permanece en Loreto, quiere que sigan construyéndose como se ha hecho históricamente hasta ahora, con centenares de tacuaras atadas unas con otras, y no de madera. Proliferan tacuarales por donde sea en el pueblo y hasta se exime de pagar una tasa municipal a quien los fabrique con esos materiales y de esa forma rústica.
Conforman meros datos anecdóticos de toda una cuestión que subyace. Lo que manifiestan los lugareños es que no quieren perder la calidad de vida que han alcanzado con el paso del tiempo y quieren seguir siendo, definen, un pueblo artesanal, como los cercos que le proveen los inmensos tacuarales que se encuentran por doquier, en este gran museo jesuítico guaraní que atesora historia pura, anclada en esa relación entre el que vino de afuera y el que estaba aquí, el guaraní, en este pueblo permanecen la míticas imágenes de madera que transportó el aborigen en su éxodo escapando del portugués.
Confiesan, con un dejo mezcla de tristeza y bronca, que los anima a plantear la controversia, que el pavimento traerá autos veloces corriendo por las calles y que sus hijos ya no podrán jugar tranquilos como ahora; que ese asfalto, aparte, aumentará en algunos grados la temperatura del pueblo al calentarse fuertemente en el verano. Y por último, dicen que les encanta la fisonomía urbana sin la presencia del hidrocarburo.
Mientras la mítica figura de madera de la Virgen de Loreto, la que transportaron junto a otras muchas imágenes los guaraníes en éxodo; -otra fantástica historia que encierra el pueblo-, mira desde lo alto de la parroquia, el debate, amén de la parsimonia y la siesta que está por venir, no se interrumpe y se enciende.
Los que más lo aceptan, estarían de acuerdo con que se asfalte el acceso, porque los días de lluvia no entran los colectivos y que rodee la plaza central, nada más. Pero que se le fabriquen losetas especiales que no le provoquen daño a la identidad artesanal.
Es tanta la oposición, que algunos hasta están en contra de que contornee al espacio público, cuadras en las que están contenidas la histórica parroquia que alberga las tallas de madera de los santos y el Cristo de la Paciencia; la iglesia actual, la municipalidad, la policía, la magnífica antigua construcción que contiene a la Dirección de Cultura y la casa de un loretano conocido en todos los festivales del país, el hijo pródigo del pueblo: la casa donde nació y se crió Mario Boffil. Pero además, el principal patrimonio que no han tirado los loretanos es justamente las casas que vieron emerger el pueblo desde 1817.
Otro factor importante, que los anima a querer seguir siendo la Loreto de siempre, es que ha crecido mucho el turismo, tanto por su riqueza histórico-religiosa, como por el magnífico marco natural que brinda un poblado con mucha vegetación, la que brindan árboles centenarios –otra preocupación y pedido de conservación por parte de la ciudadanía. Las las lagunas, que ya hablan de la morfología de esteros, aunque actualmente cediendo fuertemente terrenos a las costas, por la tremenda sequía que vive la zona; con dos campings, el Municipal y La Coneja, emprendimiento privado, lagunas a las que han limpiado y metido mucha arena, trasformándolas en muy cristalinas, frescas y limpias.
“A dónde iremos a parar con internet y el celular, yo no quiero. Acá hoy tenemos vida, tenemos salud, acá comes comida regional, el clima es muy benigno, tenes árboles inmensos en todo el pueblo, te vas a dormir sin llavear la puerta. Esto es vida”, confiesa Baylón Aguirre, nacido en Loreto y malcriado en sus calles, como se define, desde 1937. Mira su casa y cuenta el secreto de la frescura. “Tiene chapa de hierro, no de zinc, y debajo de ella paja de estero apilada como se pone en los quinchos”. Baylón vio todo el desarrollo del pueblo, desde que había que transitar en carro en las arenosas y pesadas calles. “Teníamos de todo. Desde cultivos diversos a animales de granja, al pueblo, que estaba a 20 kilómetros de nuestro campo, nos íbamos a hacer trueque por productos como harina y sal, casi no se utilizaba el dinero”, atestigua junto a su esposa Estela.
María del Carmen Quiroz, descendiente de una familia con historia dentro del pueblo, docente de varias generaciones de loretanos, dice: “eso es lo que pedimos por favor y le rogamos a la Virgen de Loreto, que no perdamos la identidad que tenemos, que no nos hagan el asfalto, que se sigan construyendo los cercos de tacuara, que sigan andando la gente a caballo por nuestras hermosas calles de arena. Hasta en los almuerzos y en la escuela se arman las discusiones, asfalto si o asfalto no, pero lo que pasa es que nadie explica bien porque no queremos el asfalto: no queremos perder nuestra tranquilidad y sino pasaremos a ser un pueblo común y silvestre como cualquier otro. Ya los aserraderos nos vienen cambiando la fisonomía, los vecinos están reemplazando los cercos de tacuaras por el de varilla y la tacuara es nuestra identidad”.
La vecina confiesa que hay que defender el pueblo como está y hasta da un beneficio saludable que brindan las calles de arena. “No necesitamos gimnasios, salís a caminar y caminás por la calle, sobre la arena y hacés un ejercicio impresionante. Además se va a recalentar el pueblo, los autos a mil, los accidentes, te cambia toda la calidad de vida”, señala.
Loreto es un pueblo que comenzó a tener electricidad las 24 horas hace no más de 30 años, desde que comenzó a construirse Yacyretá; que fue comunicado con la red vial del país no más allá de 18 años, un pueblo que se resiste a perder calidad de vida en manos de los agitados tiempos de la globalización.
El director de Cultura, Félix Antonio Galarza, suma porotos en favor de no modificar la fisonomía pueblerina de Loreto, luego de varios años de que no se trabajó divulgando la importancia histórica, patrimonial arquitectónica y natural, con sus paradisíacas lagunas, se ha comenzado a salir a ferias y expos de turismos nacionales y “el principal atractivo que promocionamos y por el cual vemos que llegan los turistas es la tranquilidad, nuestro eslogan, como lo ha definido Mario Boffil en una de sus canciones, es el pueblo de paciencia, tenemos la imagen de la paciencia, es un pueblo ideal para descansar y desenchufarse”.
El vecino Lucas Breard, nació, se fue y volvió hace 20 años, con cinco hijos bien loretanos, su casas está en la esquina en la que funcionaron el cabildo y la capilla guaraní hace siglos, cerca el cementerio guaraní; sale al encuentro de El Territorio y comienza contando que ya está aprobado el proyecto del asfaltado del pueblo y que hay resistencia.
Breard, dice “es un pueblo muy tradicional y es lo más rico que tiene, junto a su tranquilidad, nos podemos resistir, pero el acceso se hará y la vuelta a la plaza, pero nuestras calles son fenomenales, que se mantenga así”. Este vecino pide, además, que se haga un trabajo criterioso con la riqueza y acervo histórico y todas las tradiciones orales que se fueron transmitiendo y que hacen a otro patrimonio intangible con el que cuenta el pueblo.
Selva, la madre de Mario Boffil, dice que sería mejor que no se asfalte o coincide con el hermano del trovador, Walter, en que debería construirse un acceso de forma algo artesanal, con adoquinado, seguir conservando los cercos de tacuara, “es una necesidad el acceso, porque los colectivos no entran, pero por lo menos le pedimos que peleen por cuál va a ser el material, tiene que tener una loseta que no haga perder lo artesanal del pueblo, los cercos de tacuara a madera es otra gran discusión. Imaginate, que anteriormente había un descuento en los impuesto municipales si optabas por cerco de tacuara en lugar de tejido de alambre. Hoy, con la entrada de los aserraderos, desde hace cinco años, la cosa comenzó a cambiar y al vecino no le gusta mucho”.
Fundada en la época postjesuítica
POSADAS. Un visitante que llega al pueblo correntino de Loreto, a orillas del Iberá, no puede evitar una extraña percepción de hallarse frente a un poblado distinto, con un halo de misterio que lo envuelve en su primer contacto. Hay un hechizo detrás de sus polvorientas calles de arena, propias de los pueblos ibereños, o de sus transparentes lagunas que lo rodean, o sus ranchos de paja con galerías de palo a pique que se suceden en el recorrido urbano.
La primera impresión es la de hallarnos frente a un lugar donde el tiempo parece como que no ha transcurrido. Y ello es la lógica consecuencia, de largas décadas de aislamiento geográfico, donde los caminos intransitables y la ausencia de medios masivos de comunicación han atesorado en la comunidad loretana un modo de vida heredado de las viejas Misiones Jesuíticas, de las cuales son sus directos herederos.
Una particular religiosidad popular, donde la devoción a históricas imágenes religiosas trasladadas desde los pueblos guaraníes fundados por la Compañía de Jesús en los duros tiempos artiguistas se confunde en una atractiva simbiosis con rituales paganos es la principal manifestación de fe de un pueblo definitivamente creyente. De un pueblo optimista y esperanzado. Como lo fueron sus antepasados guaraníes desde la época prehispánica. Esa actitud religiosa se enlaza firmemente con un espíritu generoso, solidario del común de los pobladores. Herencia de aquel sistema de reciprocidad que caracterizaba al guaraní en su vida cotidiana.
El trueque, práctica común entre el vecindario loretano, nos lleva inevitablemente al “tupambaé” guaranítico.
Y la historia nos explica el porqué de la preservación de estos elementos culturales guaraní-misioneros. Loreto, como su hermano pueblo de San Miguel, distante a escasos 40 kilómetros, bordeando el Iberá, fueron comunidades fundadas por guaraníes de la época postjesuítica, que sobrevivieron al difícil período del federalismo artiguista.
Mientras el tenaz Andresito Guacurarí desangraba sus tropas a orillas del Uruguay contra los ejércitos luso-brasileños del “Atila” del Uruguay, das Chagas Santos, en las costas del Paraná el dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia ordenaba saquear, destruir, e incendiar los viejos pueblos jesuíticos de Candelaria, Corpus, San Ignacio, Loreto, Mártires. Sus habitantes fueron arreados al otro lado del Paraná. Pero 1700 decididos indios guaraníes lograron evadir el forzado éxodo. Y como único avío en sus espaldas cargaron las imágenes religiosas que pudieron salvar de los incendios y, en lenta peregrinación caminaron cientos de kilómetros hasta el más seguro refugio natural de los esteros del Iberá.
En ese lugar existía una vieja estancia jesuítica, Curupaytí, donde fueron fundados los pueblos de Loreto y San Miguel, nombres tomados de aquellas imágenes trasladadas y que hoy se constituyen en patronos de estas comunidades.
Y estos pueblos han sobrevivido hasta el presente. No sólo como entidades urbanas. Han preservado fundamentales elementos culturales de aquellos indios guaraníes, sus fundadores, emigrados de la actual provincia de Misiones. Y ello a pesar de haber sido incorporados a una cultura diametralmente opuesta como era la correntina entonces, constituida en una sociedad precapitalista, cuyos gobernantes impulsaban la producción ganadera en épocas de enorme rentabilidad de esta actividad económica. Loreto y San Miguel debieron adoptar estrategias adaptativas comunitarias para lograr su sobrevivencia cultural. Conservaron sus cabildos durante más de dos décadas, como en los antiguos tiempos jesuíticos. Conservaron sus conductas de reciprocidad en el aspecto económico. Conservaron su lengua. Conservaron su particular religiosidad.
Y ello constituye el principal valor de este pintoresco pueblo misionero correntino. Constituye junto con San Miguel la herencia directa de la formidable experiencia jesuítica entre los indios guaraníes, considerada la más exitosa obra misional de la Iglesia Católica en América.
Alfredo Poenitz
Historiador
www.territoriodigital.com/nota.aspx?c=6698747179526099
Calles de arena.
Por Territorio Digital / Misiones - Sunday, Jan. 18, 2009 at 5:37 PM
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Los pobladores no quieren que se cambie por pavimento. [Foto: Sixto Fariña]
www.territoriodigital.com/nota.aspx?c=6698747179526099
Pueblo artesanal.
Por Territorio Digital / Misiones - Sunday, Jan. 18, 2009 at 5:37 PM
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Así lo llaman los habitantes, una gran mayoría, apoya que se mantenga el estilo. [Foto: Sixto Fariña]
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