sábado, 23 de agosto de 2008

Perú: El Pacto del Diablo

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El Pacto Del Diablo


No podría decirse del Presidente García que “hizo un pacto con el diablo” cuando llegó a un acuerdo con Alberto Fujimori para hacerse cómplice de sus tropelías obteniendo por ello beneficios propios. Afirmar eso, supondría asegurar simplemente que Fujimori, es el Diablo, y que Alan García es, como el Fausto de Goethe, o un ambicioso que quiso tener el cielo en sus manos, o un ingenuo que pretendió alcanzar la gloria vendiendo lo único que tenía cerca: su alma.

Pero las cosas no son precisamente así. Tan diablo es Fujimori, como García; y es que -como dupla- constituyen la expresión más diáfana de la repulsiva politiquería criolla que logró imponerse en el país en las últimas décadas a la sombra del “modelo” neo liberal y con el empeño del Fondo Monetario y la embajada yanqui.

El “Pacto del Diablo”, al que aludimos, se hizo más evidente en las últimas semanas con motivo de la elección de la Mesa Directiva del Congreso. Pero tiene antecedentes que se hunden en la historia. En la concupiscencia trágica de los sucesivos matrimonios apristas con Manuel Prado, Pedro G. Beltrán y Manuel Apolinario Odría, que persiguieron a los militantes de ese partido, para luego extender sus manos, y entenderse en la sombra con sus dirigentes.

Por eso el Pacto del Diablo, es decir el acuerdo convenido entre Alan García y Alberto Fujimori, tiene una secuencia definida. Comenzó cuando el mandatario aprista, en el ocaso de su primera gestión gubernativa, respaldó y posibilitó, la elección de Fujimori como Presidente de la República, en 1990. Y se afirmó a partir de entonces gracias a que el electo en tan oscuras circunstancias, excusó de responsabilidades a García, en memorable votación parlamentaria, en 1991.

Nadie podrá creer, sin embargo que el pueblo aceptará pasivamente este pacto incompatible con la dignidad de los peruanos. Como es natural, lo rechazará de modo tangible y categórico. Y es que este rechazo, constituye ya una idea fija en la voluntad, en la conciencia y aún en la imaginación de nuestros compatriotas. Y como dijo Víctor Hugo, querer prohibir a la imaginación que vuelva a una idea, es lo mismo que querer prohibir al mar que vuelva a la playa.

Repudiar el “Pacto del diablo” constituye hoy un imperativo nacional y una elemental noción de patriotismo.


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