Foto: compañeros y compañeras de CS junto a vecinos del Camino Negro en uno de los piquetes del día de ayer
La tormenta intensa que cayó sobre la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano boenaerense no hizo más que desnudar los límites insalvables del actual plan de Ajuste, Saqueo y Explotación que aplica el gobierno K, demostrando la absoluta incapacidad de los gobernantes para resolver las cuestiones elementales que hacen al aumento de la calidad de vida de la mayoría de la población.
Los postes de luz que se cayeron, las respuestas lentas e ineficientes a la falta de electricidad y agua, las paredes o los techos de las casas, escuelas y hospitales precarios que se derrumbaron o volaron por los aires, mostraron, mejor que cualquier propaganda opositora, la absoluta precariedad dentro de la cual viven los trabajadores y el pueblo de nuestro país.
Pero esta situación no es "natural" sino el producto de años de saqueo, llevado adelante por los gobiernos anteriores a este y profundizado por Néstor y Cristina, al servicio de los grandes monopolios, nacionales y extranjeros. Por eso no se cayeron los edificios de los ricos, de los que viven bien gracias a las políticas antiobreras de los K. Ellos no sufrieron, ya que tampoco estaban en la ciudad o el Gran Buenos Aires: pasaban la Semana Santa en Punta del Este o en algún otro punto turístico, disfrutando los beneficios del Saqueo.
Esto, que no es nuevo, lo hemos denunciado varios años atrás. Por eso reeditamos una nota escrita por la compañera María Alvarez en El Trabajador número 94 (primera época) de junio del año 2007:
Bastaron unos pocos días de frío intenso para provocar -durante la última semana de mayo- un colapso tremendo del sistema energético. Treinta muertos, cortes programados en la industria y los shoppings, interrupción de las ventas de GNC y gasoil, más de 200 escuelas en Capital y Gran Buenos Aires sin calefacción, suspensión de las clases en Tucumán y La Rioja y, por primera vez en la historia, un corte total del suministro del gas a Chile.
Esta crisis, como también el estallido protagonizado por los pasajeros en la estación Constitución -causada por el colapso del sistema de transporte- sorprendió al gobierno en plena campaña electoral, obligándolo a tomar medidas de emergencia.
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