Quiero escribirles para decirles que hoy quería llorar y no pude. Para decirles que desde hace un tiempo se me hace difícil quererlos. Lo intento con todas mis fuerzas cada mañana, pero la noche me sorprende sin ningún fruto.
Sé que de política no se habla en la mesa. He aprendido a aceptar no discutir por aquellas frases que me parecen injustas y con las que, ideológicamente, no estoy de acuerdo. Y a eso lo he hecho porque los quiero.
Sin embargo, en estos últimos días todo se ha vuelto mas complicado. No puedo evitar preguntarme si el mismísimo acto de Vivir del ser humano no es, acaso, revolucionario. Elijo creer que esa es nuestra mayor y más cotidiana revolución. Y disculpen que use esa palabra, tan grande, tan enorme. Y, permítanmelo, tan bella. Porque sí, la palabra revolución siempre me ha parecido la mas bella de todas. Y aunque casi nunca la mencione en casa, ella se susurra en cada acción que intento trazar.
Yo puedo aceptar (aunque no entender) el hecho de que se consideren Kirchneristas. Puedo aceptar el hecho de que hablen de repartirse cargos en las reuniones familiares. Y hasta puedo tragarme el hecho de que no la dejen hablar a la abuela porque ustedes están hablando de temas más importantes.
Puedo incluso, hacer las paces con mi hermano porque sea mi Madre quien me lo pida. Y con algún esfuerzo, puede aceptar que ustedes, mis padres, estén histéricos por el malhumor de mi hermano. Malhumor que tiene por el maltrato de su jefe. Maltrato que genera por venir de un accionar sucio y falto de armonía.
Pero no puedo evitar tener ganas de llorar por verlos vender sus vidas. No puedo evitar este nudo en la garganta porque hoy en el día de la madre estén todos alrededor de la computadora viendo una foto de La Cámpora local. Y que encima, hablen de cuanto se cobra por ser de prensa o presidente de la misma.
No. Porque vivir es en si mismo revolucionario. Porque yo quiero charlar con mi madre de la vida, de las cosas que me pasan o de lo melancólico que me siento porque todas mis amigas se pusieron de novias y no hay ningún “príncipe” en mi horizonte. Pero cada vez que quiero hacerlo aparece alguna calcomanía de Cristina o alguna anécdota sobre el Pato que pareciera es más importante.
No… Los amo, pero esto es un decisión de vida. Los amo, pero me voy por otro camino.
UNO entre muchos que quiere seguir viviendo la vida
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