Hace más de diez años que trato de advertir sobre los efectos contra la salud de sustancias químicas utilizadas en la producción agropecuaria sin éxito. En este devenir he sido tachado de loco, terrorista, fundamentalista y otros epítetos a pesar que, poco a poco, fueron apareciendo pruebas científicas que respaldan mis aseveraciones.
ALgunas personas han sostenido las mismas banderas, a veces cargando erróneamente sobre uno de los agroquímicos, el glifosato, como si fuera el único responsable de este desquicio. Este producto, puede desaparecer, ser reemplazado, prohibido o mejorado y no va a cambiar el modelo productivo que es la esencia del problema.
El 30 de enero, El Diario de Paraná publica, con la firma del periodista Ricardo Leguizamon, un artículo que habla de un incremento del 24.7% de casos de cáncer en la provincia de Entre Ríos. En la publicación, cuando se interroga a los responsables del estudio sobre la posible relación de este incremento con el uso de agroquímicos responden algo asi como “no sabe/no contesta. Cosa muy cuestionable cuando se establece que “… los tunores se constituyen en la principal causa de muerte entre los 40 y 64 años, y la segunda en los grupos de 5 a 39 años y mayores de 64 años…” (www.eldieriodeparana.com.ar/
El mismo día, el diario Clarin advierte sobre la posibilidad de catástrofes ambientales debido al cambio climático provocado por la desertificación, el desmonte, el avance de la frontera agrícola.
Si bien estos datos no son sorprendentes para quienes seguimos este tema desde hace muchos años, preocupa el discurso de quienes se perfilan como candidatos a los mas altos cargos de desición política durante este año.
El discurso común de las tribunas es incrementar la producción con mas biotecnología, más eficiencia, mas toneladas, utilizar tierras improductivas…mas…mas…mas.
Y no se advierte, por ejemplo, que las tierras “improductivas” incluyen monte nativo, bosques y pastizales que tienen una gran incidencia en la regulación del clima. Pero además, o mejor, en primer lugar, estos espacios forman parte del hábitat irremplazable de flora y fauna, incluída fauna humana, que no va a encontrar un lugar alternativo para su pervivencia y estarán condenadas a desaparecer, en el caso humano, a causa de enfermedades que nadie relaciona con el modelo como la desnutrición, las infecciosas re emergentes y la violencia social.
La producción basada en el uso de agroquímicos debe ser limitada.
Esta actividad solo puede desarrollarse a distancia prudencial de centros poblados, escuelas, viviendas. Y es necesario, aunque parezca de perogrullo, aclarar que cincuenta metros no es una distancia prudencial.
Las personas empleadas en este desarrollo deben ser incluídas dentro de regímenes de trabajo insalubre y gozar de los beneficios de esta tipificación laboral.
La relación ingresos – salud es muy difícil de establecer. Cuanto cuesta una vida? ... y una invalidez ?
Un productor (manera de nombrar al gringo, chacarero o campesino que lo despersonaliza en pos de ser un pieza más del modelo) desaparecido en la cuarta década, cuando está en el pico de su capacidad de trabajo y progreso deja una familia en total despotección.
Por eso preguntar: cuanto sale todo eso? Como si se tratara de mercadería adquirible parece melodramático y exagerado leído en la comodidad del living de casa o mientras esperamos que el mozo traiga el cafecito. Pero impacta mucho más cuando vivie la situación y no sabe como explicar a los hijos del desaparecido, sin provocar culpa, que hay que cambiar, que no podemos seguir suicidándonos en pos de valores como una camioneta japonesa, “chiches” electrónicos y otros consumismos.
Para colmo hay toda una generación de nuevos productores que se hicieron ciudadanos productivos con este modelo y no saben, ni quieren, pensar en una alternativa.
Ellos, los dirigentes, y todos nosotros seguiremos golpeandonos la nariz con la realidad hasta que esta decida rompérnosla definitivamente.
Cerrito(ER), 31 de enero de 2011
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