“¿Cómo puede haber un derecho natural
que requiera la aprobación de Roma?”
JUAN FRANCISCO SEGUÍ
Muchos hablan ahora y van a seguir hablando del federalismo, sin tener ni idea, ni propuestas profundas para replantear ese tema en Entre Ríos y en Argentina. Los mercachifles de la política y de los medios del poder tratarán una vez más de entrampar y encapsular electoralmente la historia, las luchas, las urgencias, las necesidades y la demanda de soberanías, en plural (política, económica, popular, cultural, pedagógica, alimentaria, ambiental y de los cuerpos), de todo el pueblo trabajador entrerriano.
A la tierra entrerriana y a nuestra cultura le va quedando cada vez menos margen de supervivencia y de desarrollo con justicia y en serio, en los marcos de este sistema político-económico instituído. El centralismo del Estado unitario capitalista argentino no es más que una insoportable máquina burocrática-autoritaria de opresión y de saqueo neocolonial de los pueblos.
Con los discursos de los progres de ocasión y de los federales mediáticos no vamos a ir a ningún lado. Los cuentos políticos para caperucita seguirán siendo cuentos mediocres para continuar la entrega. El progresismo de mercado aprieta y ahoga: la matríz constitucional conservadora alberdina ha fracasado. No podemos seguir mintiéndonos todo el tiempo tanto tiempo. Hay que rediscutir que entendemos por entrerrianía y cómo la afirmamos y defendemos en serio, y hay que rediscutir qué entendemos por federalismo, dejando de leer absurdamente a Artigas como antecedente simpático de Rosas, Urquiza y Alberdi. La confederación de pueblos y culturas libres de Nuestra América fué y será otra cosa.
El concepto de provincia debe ser superado, lo mismo que el concepto de nación en sentido centralizado. Debemos construir, paso a paso, y desde abajo, un proceso de concientización, de debate y de lucha por la recuperación de la soberanía particular entrerriana confederada, e impulsar y potenciar con eso la discusión democrática de los demás pueblos, naciones originarias y culturas, por la defensa de sus soberanías. Debemos generar una autoconvocatoria popular plural por la soberanía entrerriana y caminar juntos hacia una iniciativa popular y hacia una consulta popular que nos devuelva nuestros derechos, nuestra historia y nuestro futuro. Debemos sacudir desde las bases la inercia de un estado de situación que nos deja sin posibilidades a las mayorías y sin esperanza. Si los movimientos políticos y sociales autónomos y revolucionarios de Nuestra América han podido generar transformaciones políticas, sociales, culturales y constituyentes en Bolivia, en Ecuador y en Venezuela, tendremos que darnos la tarea de pensar el cambio social, político y co-instituyente situado en Entre Ríos, en Argentina y en la UNASUR.
Debemos estudiar los procesos y las luchas por las autonomías reales y las soberanías políticas y sociales en toda América, en Europa y en el Mundo, y debemos repasar lo mejor de nuestra historia para repensar el futuro. Las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador ayudan a reflexionar sobre la plurinacionalidad y la multi e interculturalidad de nuestros territorios, como así también sobre la defensa de la tierra, la producción, la naturaleza, la soberanía alimentaria y una economía social y comunitaria que nos libere del despotismo del capital y del verticalismo paralizante del Estado instituído.
En Europa, son muy ilustrativos y animadores los procesos de debate sobre la devolución de poderes y de recursos de Inglaterra a Escocia –como así también a Gales e Irlanda del Norte- en el Reino Unido, y las discusiones y luchas sobre y más allá de los estatutos de autonomía de Euskadi y de Catalunya en el Estado Español.
El gran Alberto Gerchunoff, desde su liberalismo urquicista, alcanzó a ver la fuerza política y cultural de los pueblos, cuando anticipó, en “Entre Ríos, mi país”, que ni Escocia ni nadie se iba a dejar dominar por Londres . Dijo claramente, y más allá de su eurocentrismo abierto y de sus respetos al imperio instituído, que, “la convergencia de pueblos británicos uniformemente londonizados no produciría la imponente ecuación del Reino Unido” (1).
Incluso más, Gerchunoff relacionó romántica y maravillosamente la mitología política primordial escocesa y céltica con la Gualeguaychú donde creció aquel chico que se llamó, nada más ni nada menos, Olegario Víctor Andrade, y donde crece desde hace tiempo también la lucha ambientalista. Dice, el autor de “Los gauchos judíos”, que “allá, en la ciudad entrerriana, adormecida por el vago gemido del río familiar e iluminada por el sol alegre y constante, resonaban las baladas lúgubres de Ossian, que entonces conmovían las almas bien puestas y llenaban de indignación y de angustia con el relato de la muerte del joven héroe y las desdichas de la hermosa e infortunada Malvina. De este modo, la gente de Gualeguaychú, de hace más de medio siglo, se nutría de esplendor poético y de ánimo guerrero, evocando la vida misteriosa y remota de la Escocia antigua y al cerrar las páginas sentía rencor contra los romanos, como si fueran los esforzados y ardientes contemporáneos del bardo ciego” (2).
Ese bardo, ese poeta Ossian, es el Homero celta, es el Ansina de allá, el cantor de las luchas en los antiguos territorios de lo que hoy llamamos Escocia e Irlanda. Ese poeta, que fue rescatado y reinterpretado por el escocés Macpherson en el SXVIII, y que tanto discuten los que no terminan de entender a la liga federal gaélica. Escoces, irlandeses, celtas y entrerrianos parecen encontrarse desde siempre, desde el fondo de los tiempos, en su lucha por la libertad y la justicia.
Es bueno revisar nuestra historia y nuestra literatura a contrapelo, lo mismo que nuestro futuro, que necesitamos sacudir.
Si existe una Comunidad Autónoma del País Vasco en la actual España instituída y en crisis, ¿porqué no puede existir en el futuro nuestro una Comunidad Autónoma de Entre Ríos o mejor, una Comunidad Autónoma de la República de Entre Ríos, como parte de una futura Argentina plurinacional, plurisoberana y sudamericana?. Lenin mismo supo pensar y conducir, a su manera y en su contexto, una Unión de Repúblicas populares en plural, frente a la injusta y excluyente Rusia de los zares. Probablemente, las Instrucciones del XIII que fundaron el proyecto federalista libertario sudamericano tengan un anhelo común y una relación política no explorada con el debate dialéctico y revolucionario sobre el derecho de las naciones y los pueblos a la autodeterminación.
Hay que disputar sin tregua la tergiversación, manipulación y malversación progresista, populista y reaccionaria en todos los casos de las nociones de autonomía y de federalismo, primero, reafirmando la soberanía particular de los territorios en serio y no la complicidad feudal con el saqueo, y segundo, teniendo en claro que cuando Artigas planteó la Liga de los Pueblos Libres, pensaba en pueblos emancipados del centralismo y de cualquier forma de imperialismo y de neocolonialismo. El feudalismo burgués y oligárquico de varios no tiene nada que ver con la soberanía política bioregional, la autonomía social y el federalismo libertario.
Necesitamos retomar las riendas para poder decidir nosotros y defender lo nuestro.
UNA ETNOGRAFÍA ENTRERRIANA SUBALTERNA A CONTRAPELO:
La entrerrianidad, ese conjunto abierto de prácticas y valores de nuestros pueblos, está oprimida pero no está muerta. Esa tranquilidad construída hoy como se pueda o hasta donde se pueda, desde la base de la combinación de la humildad, la generosidad, la solidaridad, el compañerismo, el respeto y la defensa de la igualdad y de nuestra autonomía sigue siendo el alma social y cultural entrerriana pero está agobiada y casi ahogada cotidianamente en las fauces silenciosas del cruel pago al contado y de la venta al primer postor, impuestos por el capital transnacional y sus socios políticos en los gobiernos, los encomenderos contemporáneos.
Los buenos y las buenas entrerrianas seguimos teniendo algo de caramelo y de tigre, pero no es noticia que los tigres están en peligro de extinción o encerrados en un circo, y que los dulces con precio son vendidos en las góndolas. Necesitamos volver a ser nosotros mismos, caramelo y tigre, dulzura tierna y decisión irreversible del yaguareté.
Las contradicciones de la entrerrianidad oprimida se ven todos los días, se ven en nuestros gurises, tan buenos de bondad entrerriana de pueblo, y tan adictos al celular, al facebook, al chat, a la coca cola, a la tele porteña y norteamericana, y a la gran disneylandia hegemónica. Necesitamos reafirmar lo nuestro en todas las trincheras de lucha y en todos los frentes sociales: la entrerrianidad y nuestra historia deberían enseñarse desde Jardín de Infantes y repasarse, discutirse y profundizarse hasta la Universidad, desde una revolución pedagógica y cultural con una Entre Ríos soberana. La neocolonización del mundo de la vida entrerriana debe combatirse con cambio de política y con una revolución cultural. Defendamos lo nuestro, potenciemos lo nuestro, y usemos las cosas que democráticamente nos parezca justo y mejor, pero no seamos usados nosotros por las cosas y las mercancías, y no creamos que esa es la única alternativa de nuestras vidas.
Todavía nos da vergüenza cobrar un dinero por un trabajo de proximidad, porque en el fondo no queremos que el dinero ni el capital se metan en las relaciones sociales y vitales. Todavía decimos “dejalo”, “después arreglamos”, y esa es una afirmación ética anticapitalista popular extraordinaria de los buenos entrerrianos, de la gente de pueblo, de la buena gente.
La ética entrerriana tiene como base la ética charrúa y nuestra interculturalidad originaria, guaraní-chaná-charrúa. La multi e interculturalidad posterior se desarrolló, compleja y contradictoriamente, sobre esas bases. La ética charrúa intercultural es la ética originaria del Montiel y de la entrerrianía. La garra charrúa atraviesa desde hace tanto a los abrazos de agua y al cielo azul que viaja. Y se reafirmó, en las ofensivas y en las defensivas, y dejó huella social y cultural.
Necesitamos sacar a nuestra historia y a nuestra cultura de la sensibilidad de museo y del simbolismo sin lucha: reimpulsemos una etnografía subalterna entrerriana, litoraleña e indoafroamericana a contrapelo para reencontrarnos con nosotros mismos.
El Entrerríos es, ante todo, su geografía, su particularidad ecológica bioregional autónoma, soberana, distinta. Dijo Gerchunoff, “el lugar, nos dicen los etnógrafos, labra los rasgos del hombre. Y el paisaje de Entre Ríos ha ido transformando poco a poco la conformación expresiva de sus pobladores… El hijo del germano, del ruso o del hebreo tiene ya, en su modelación fisonómica, algo del oriundo de Montiel. El cocimiento del sol, la sombra del paraíso, amistosa y benigna, han curtido su piel, dilatado con la quietud campesina sus pupilas traslúcidas o tranquilizaron el hondo azoramiento de su mirada. Fruto de las primeras inmigraciones, ofrece ya, por la común semejanza, los trazos visibles de un tipo del ambiente”. Gerchunoff veía esos trazos, pero dice enseguida también que, “a su vez, se encuentra con escaza frecuencia a las personas de riguroso lineamiento indígena” (3). Es paradójico, pero la rigurosa formación eurocéntrica de esa personalidad brillante que fuera Gerchunoff no borra la extraordinaria percepción sociocultural que el propio autor piensa y escribe en las líneas anteriores.
Hoy, la etnografía, que viene queriendo ser una de las herramientas de renovación crítica de las ciencias sociales o de los estudios sociales desde los trabajos de Clifford Geertz en adelante, puede avanzar en un análisis de nuestra cultura tomando estas anticipaciones extraordinarias, abiertas y discutibles como las de Gerchunoff.
Y es muy interesante avanzar en este trabajo de análisis, en ésta práctica teórica crítica, si lo que buscamos es revisar a fondo nuestra historia y reencontrarnos con los mejores valores del país de los panza verdes. Releyendo a contrapelo podemos encontrar claves obviadas o soslayadas en nuestro devenir. El Urquiza de Gerchunoff, ese paradójicamente elogiado “conde feudal”, es aquel que “con el auxilio del gauchaje desgauchaba la provincia, porque después de las guerras de la libertad lo esencial consistía en el desgauchamiento y en esa misión estaban los enemigos de Rosas, los que le sucedieron y le dieron a la Nación coherencia durable, unidad de sentimiento, interna amalgama y uniformidad” (4).
Una pena que Gerchunoff no viera bien los peligros de la londonización también por estos pagos, pero más allá de eso, tal vez sea bueno preguntarnos: ¿hasta dónde nos han desgauchado?, y ¿qué costos y consecuencias han tenido para nuestros pueblos este desgauchamiento político y cultural?.
Pero ni el propio Urquiza pudo quebrar completamente la entrerrianidad subalterna que utilizó y condujo durante tanto tiempo. Su propia muerte es una prueba de ésto, pero mucho más importante es recordar aquí el hecho histórico, popular y revolucionario de la Sublevación del Arroyo Basualdo, en Feliciano, de las milicias gauchas contra su jefe Urquiza, negándose a ser cómplices de la política unitaria, porteña, oligárquica, imperialista y genocida de la Guerra del Paraguay. Las clases subalternas entrerrianas y litoraleñas soñaban otra Entre Ríos y otra América.
Ese 3 de Julio de 1865, que debería enseñarse en todas nuestras escuelas y que debería ser una de nuestras más importantes fechas patrias y populares, está en el fondo y nadie nunca podrá borrarlo, en el alma de la entrerrianidad. Ese 3 de Julio fue otro capítulo de afirmación de la ética política entrerriana originaria. Ese gran 3 de Julio rebelde y revolucionario, y tantos otros tres de julio no tan grandes pero importantes que han sido y que serán, son una contestación y una réplica permanente a los que entienden a la Nación en sentido unitario, uniforme y homogéneo (5), y a los que entienden a Entre Ríos como patio trasero de BsAs y de los imperios.
Tenemos que defender más que nunca a nuestro país entrerriano como parte de la lucha por la segunda independencia de los pueblos de Nuestra América. Pero para defenderlo, tenemos que conocerlo y valorarlo, saliendo de los marcos instituídos y desaprendiendo los que nos han dicho desde hace tanto. Volvamos a lo nuestro, pero con otra mirada. Miremos por ejemplo, con los versos, la palabra y la sensibilidad de un Juanele Ortíz. Dice D.G.Helder, en la introducción a un libro del gran poeta entrerriano del mundo, “el objeto casi exclusivo de la poesía de Ortíz es un infinito: la naturaleza. Que aparece o configurada como paisaje o dispersa y ubicua bajo el concepto de “país”, en su acepción de región, comarca, porción de naturaleza más próxima, provincia. Este país es Entre Ríos, cuya insularidad territorial definida por los límites fluviales que se inscriben en su nombre, se compagina en lo político con cierto carácter autonomista que el propio Ortíz no dejó de señalar desde sus prosas y en los poemas mismos” (6).
Volvamos a decir con fuerza entrerriana y entrerriano. No podemos seguir siendo más sumisos y entregados peoncitos de estancia en la era del saqueo y de la acumulación imperial ecocida por desposesión a los pueblos. Ni mucho menos muñecos tontos, huecos e ignorantes para entretener a los turistas y sus billeteras. Debemos reiniciar nuestro viaje al país de los matreros, es decir, nuestro camino a nosotros mismos, reafirmando la dignidad en la lucha común soberana.
Mauricio Castaldo
María Grande
Revista Cuando el Pago se hace Canto
La Paz, Entre Ríos
Enero 2011
NOTAS:
ALBERTO GERCHUNOFF, “Entre Ríos, mi país” (1950), BsAs, Plus Ultra, 1973, pag. 97.
A. GERCHUNOFF, ob.cit, pag. 119
A. GERCHUNOFF, ob.cit, p. 41.
A. GERCHUNOFF, ob.cit, p.75.
Es interesante aquí leer en clave dialéctica y federalista el desarrollo de los estudios de la subalternidad promovidos desde la India post Gandhi. Es muy recomendable para el debate el trabajo “La Nación en tiempo heterogéneo” de Partha Chaterjee, Bs.As, Siglo XXI, 2008. Aquí, en la pag. 231 se analiza, por ejemplo, el surgimiento de una “estructura federal supranacional” como la Unión Europea, y la emergencia, al mismo tiempo y en ese contexto, de nuevas estructuras de poder por debajo del Estado-Nación instituído, tal los casos de Escocia y Gales.
D.G.HELDER, “Juan L. Ortíz: un léxico, un sistema, una clave”, en JUAN L.ORTÍZ, “Obra Completa”, Santa Fe, UNL, 2005, pags. 138-139.
No hay comentarios:
Publicar un comentario