Tomás Palau es sociólogo y dirige el instituto Base-Investigaciones Sociales de Asunción. En esta entrevista con Página 7 pone en duda las supuestas ventajas del modelo agroalimentario paraguayo y destaca que es la antístesis de lo que debe plantearse un gobierno progresista.
El presidente Evo Morales dijo hace poco que invitará a técnicos del gobierno paraguayo para que orienten a Bolivia sobre cómo producir alimentos, dijo que Paraguay es un país de seis millones de habitantes y exporta soya, arroz y carne vacuna para sesenta millones de personas, ¿es realmente el paraguayo un modelo para los países que buscan el cambio en la región?
El tipo de agricultura que se hace en el país, orientado a la exportación de materias primas es la antítesis de lo que puede plantearse para un gobierno que busca un cambio que promueva el bienestar de su población más vulnerable, campesina e indígena. La soya, la carne y en menor medida el arroz, la caña de azúcar y otros, son cultivos que requieren grandes extensiones de tierra y están altamente mecanizados, concentran la propiedad y el precio de la tierra y expulsan mano de obra. Son grandes depredadores de recursos naturales cada vez más escasos. En Paraguay se están derribando los últimos bosques, incluso en el Chaco, donde se está expandiendo la ganadería extensiva y la soya, se destruyen y contaminan cursos y espejos de agua y desaparece rápidamente la fauna local. La soya se implanta con el paquete tecnológico impuesto por Monsanto: semillas transgénicas, siembra directa en base a la tractorización del suelo y uso indiscriminado de glifosato (potente herbicida que destruye cultivos aledaños de autoconsumo y provoca muerte de animales domésticos, por no hablar de intoxicaciones y muertes en humanos).
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