Ningún pibe nace chorro
Hace ya dos años Luciano Arruga era desaparecido por la Policía Bonaerense, en Lomas del Mirador, partido de La Matanza. Con triste certeza sabemos que no fue el primero ni tampoco será el último pibe de los barrios pobres que perdamos en manos de estas verdaderas bandas de asesinos. El genocidio que sufrimos hace 35 años cambió todo y a todos. También a un aparato represivo que naturalizó las peores prácticas posibles. La tortura, el secuestro y la desaparición, ejercitados en esa larga noche, se reciclaron en la democracia. El gatillo fácil, la trata de mujeres y niños para la prostitución y la violencia policial, son algunas de las lacras que nuestro pueblo aún no ha podido sacarse de encima. Hoy por hoy prácticamente no existe delito en el que las “fuerzas de seguridad” no estén involucradas.
Se acerca el tiempo electoral y la máquina mediática se pone en marcha nuevamente para dar forma al enemigo público número uno: el adolescente de los barrios pobres, morocho, marginado de la educación y del mundo del trabajo, o confinado a la total precariedad, en muchos casos venido de alguno de nuestros países hermanos latinoamericanos. La inseguridad se transmite día y noche por TV, los analistas discuten sus motivos y exigen decisiones políticas, poco importa su eficacia. La “buena sociedad”, que se imagina a sí misma mucho más blanca y civilizada de lo que es, se siente sitiada por esa mezcla de miedo, racismo y desprecio de clase y exige con desesperación el final de “su sufrimiento”. Las corporaciones transnacionales de la seguridad privada, grandes beneficiarias del negocio, se relamen mientras la gran mayoría de los políticos se suman al coro, preocupados por perder un voto que vale mucho más que sus principios.
Si cualquier episodio es bueno para que De Narváez, Duhalde o Macri exijan mano dura, las recientes declaraciones de la Presidenta no dejan lugar a dudas: la baja de la edad de imputabilidad de los adolescentes de 16 a 14 años es sólo cuestión de tiempo. Se trataría de una discusión “estéril”, según Cristina Kirchner. Es inevitable preguntarse cuáles son entonces las discusiones “fructíferas” que ella tiene con el gobernador Scioli. ¿Las que permitieron un código contravencional que vuelve a criminalizar a la juventud de las barriadas pobres? ¿Las que lograron que los policías investigados por la desaparición de Luciano sigan en actividad? ¿Las que lo llevaron a reducir el presupuesto del 2010 en el área de Niñez y Adolescencia? ¿Las que lo llevaron a mantener 30.000 presos sin condena firme en las cárceles bonaerenses? No quedan dudas, no es cuestión de partidos políticos ni de ideologías, el consenso político sobre el tema expresa la aceptación de un capitalismo del siglo XXI que condena a una porción de nuestro pueblo a la pobreza y la marginalidad. Para ellos la respuesta no es un modelo de país que resuelva estos dramas, sino la criminalización de la pobreza y de la protesta social.
A dos años de la desaparición de Luciano no nos resignamos. Seguimos reclamando su aparición con vida y
el castigo a todos los culpables.
¡Basta de criminalizar la pobreza y la juventud! ¡Ningún pibe nace chorro! ¡No a la baja de la edad de imputabilidad!
¡No a la criminalización de la protesta! ¡Justicia por Mariano Ferreyra, Sixto Gómez, Roberto López, Mario López, Bernardo Salgueiro, Rosemary Cupeña y Juan Castañeta Quispe!
¡Libertad los presos/as políticos! ¡Desprocesamiento de todos los luchadores populares!
¡Aparición con vida de Julio López y castigo a los culpables del asesinato de Silvia Suppo!
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