viernes, 28 de enero de 2011

Más sobre el origen de las Fuerzas Armadas de la República Oriental del Uruguay

La Historia Oficial marca para las Fuerzas Armadas Uruguayas un nacimiento “remoto” en la Batalla de Las Piedras en 1811 y un nacimiento “formal”, modernizador, bajo la Dictadura de Máximo Santos.

Sobre la falsedad del primer nacimiento se ha hablado ya mucho, aunque no lo suficiente. Los pueblos en armas que seguían voluntariamente a Artigas en 1815 tenían objetivos no sólo diferentes sino antagónicos con los funcionarios públicos armados del Estado Oriental de 1830. Para los pueblos de la Liga Federal las armas no eran su razón profesional de ser, sino un mal necesario. Para ellos además un oriental, un entrerriano o un cordobés allí no sólo eran hermanos: eran compatriotas.

O sea que remontar el nacimiento de las Fuerzas Armadas del Estado Uruguayo a 1811 es un disparate, un mamarracho histórico.

¿Y en cuanto a su nacimiento “formal” o “estructural”?

En realidad Máximo Santos modernizó al Ejército, lo equipó técnicamente, le dio una nueva disciplina, se preocupó de la estética de los uniformes y dio una nueva fastuosidad a las paradas militares. Eran los tiempos de Bismark. Europa había vivido el efímero pasaje de Napoleón Tercero y su Segundo Imperio, Los cuadros de Blanes atestiguan el nuevo brillo de las paradas militares en Montevideo. Pero desde el punto de vista de su función de clase ¿qué cambió por entonces en las Fuerzas Armadas Uruguayas? Nada. Desde el punto de vista de la ideología claramente partidista de sus oficiales, ¿qué cambió? Nada.

Dar un nacimiento “formal” a las FFAA bajo el Gobierno de Santos tiene, a mi juicio, una triple intencionalidad:

  1. Exime de responsabilidad a este Ejército “moderno” sobre hechos anteriores: el genocidio charrúa, el asesinato de Leandro Gómez, el saqueo genocida contra el Paraguay, el Golpe de Estado de Latorre.
  2. De esta forma transforma los sangrientos crímenes militares anteriores en una mera lucha entre caudillos. Para ese fin la Masonería financió y erigió el grupo escultórico “El Entrevero” y luego lo puso en una importante plaza céntrica. La falsificación de la historia de las guerras civiles se hace evidente allí: no hay soldados de línea contra gauchos, sino gauchos guerreando entre sí.
  3. Dado que Santos y Tajes preparan el retorno al gobierno civil (de su mismo partido, claro) el Ejército “modernizado” parece haber cumplido una simple misión “modernizadora” que había empezado con la obra de José Pedro Varela, ministro del Dictador militar inmediatamente anterior. Esta obra modernizadora del ejército modernizado es la que luego complementarán los presidentes que lo suceden (también “colorados” pero civiles): Herrera y Obes, Idiarte Borda, Lindolfo Cuestas y Batlle y Ordóñez.

¿Y lo anterior a Santos qué era? ¿Cómo llamar al brazo armado del Estado Oriental entre 1830 y 1880?

Ya bajo la dictadura anterior del genocida Venancio Flores los cuerpos de línea estaban perfectamente organizados. Los cuadros históricos de la salida de la División Oriental hacia el Paraguay así lo atestiguan. Los museos paraguayos también están llenos de cuadros históricos donde aparecen la infantería y la artillería paraguaya, de rojo uniforme, resistiendo a la División Oriental. En eso óleos las compañías invasoras (las “nuestras”) están perfectamente uniformadas gracias al dinero de los empréstitos neocoloniales. Además en estos años, anteriores al Gobierno Santos, existían fotografías primitivas, daguerrotipos, que atestiguan lo mismo. Bajo la dictadura de Flores las Fuerzas Armadas Uruguayas, servidoras como siempre de las causas antipopulares y neocoloniales, tuvieron también a un brillante oficia de carrera de origen español: León de Palleja.

Pero antes aún, en tiempos de la Guerra Grande (1836-1850) el Ejército Uruguayo tuvo al frente un talentoso mercenario italiano: Garibaldi. Garibaldi fue además el verdugo, junto a Bentos Gonçalves, de los mejores sueños libertarios de los farrapos riograndenses, cuya revolución popular manipularon estos pícaros al servicio de la Masonería. Como servidor del Gobierno Colorado Garibaldi coordinó las acciones de su Legión Italiana con la flota anglo francesa derrotando finalmente al “nacionalismo aristocrático” de Oribe y su aliado Rosas. Garibaldi enseñó tempranamente al Ejército “Oriental” su función de siempre: ser apoyo armado de los peores intereses extranjeros.

Bueno es recordar también que en uno de los momento más oscuro de este Ejército, la Guerra del Paraguay, el pueblo oriental se sublevó e impidió que el Dictador Flores terminara la Guerra. El Dictador militar debió volver y fue ajusticiado en las calles de Montevideo. En los facones gauchos que mataron a Flores está el honor recuperado de un pueblo que había sido llevado como carne de cañón al Paraguay. La Historia Oficial, siempre vigilante, sugiere que fue un simple ajuste de cuentas entre “colorados”. La Historia Oficial tiene un extraordinario instinto para minimizar lo abyecto y relativizar lo heroico.

Sé que algunos valiosos compañeros discrepan con matices de lo que he expuesto aquí. ¡Magnífico! Me he equivocado tantas veces en la vida que hoy mi única certeza es que debo estar equivocado todavía en muchas cosas. El Bicentenario nos da la posibilidad de profundizar el debate sobre estos aspectos en tanto no descuidemos nuestra tarea fundamental: forjar los fogones artiguistas antigubernamentales que serán la digna respuesta del pueblo a la más grosera falsificación histórica. La falsificación del Bicentenario no es un hecho menor, circunstancial, anecdótico. Es un eslabón ideológico, uno más, para consolidar la estructura de la impunidad que todavía nos rige.

Desde Montevideo

Gonzalo Abella

Para Actividad SXXI-FAE

28/1

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