domingo, 30 de enero de 2011

La llegada a Paraná del carismático líder de la protesta de Riotinto

ANARQUISMO . En España y Cuba todos querían saber qué fue de la vida del minero revolucionario

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LÍDER. La vida de Maximiliano Tornet y Villareal inspiró dos películas y una novela.



Maximiliano Tornet y Villareal nació en Cuba a mediados del siglo XIX. Sus ideas anarquistas le dieron el pasaporte forzoso a España. En la región de Huelva comandó una histórica protesta de mineros, considerada el primer reclamo ecologista del mundo. Fue un líder difícil de olvidar, y por eso una calle perpetúa su memoria en la península Ibérica. Se hicieron dos películas sobre su vida y una novela. Hubo infinidades de especulaciones sobre su destino después de una terrible represión de obreros en 1888. Hasta que alguien aportó un dato: recaló en Paraná, y es el padre de la viejita de calle Miranda.

Jorge Riani

La casa de Irma Tornet se mantiene erguida en su extrañeza, casi como una herida en medio de una urbanidad ganada por los nuevos ricos. Los que compran una finca que perteneció a la clase media paranaense, le plantan una palmera exótica al frente y cargan de cerámicos las fachadas.
La casa de Irma y otras también. Es que calle Miranda conserva para sí el mérito de mantener lamparones de vecindad, de vida en sociedad, de cofradía fraterna entre sus pobladores más antiguos. De hecho, era Irma Tornet la tía soltera de todo el barrio. La que cuidaba de hijos ajenos cuando los padres más jóvenes se permitían una noche de autocine. La que dejaba comida en el portal de entrada para los linyeras y se acordaba de llenar el tarro con agua para los perros callejeros.
Irma Orfila Tornet tenía la casa llena de velas. Una vela por cada retrato familiar de sepia desgastado. Y alguna estampita por allí, junto a la cama de bronce.
“Cuando sentíamos ruidos y nos asustábamos, nos decía que nos quedáramos tranquilos. Que era el tío Vao que andaba por ahí”, recuerda la periodista Luz Alcain, para quien tío Vao era una foto en la pared y alguien que murió hace mucho, mucho tiempo.
Luz, como todos los chicos del barrio, veía en la casa de tía Irma una extensión de la propia.
Una mañana llamaron a la casa de la viejita. Era un enviado del embajador de Cuba que venía a preguntar si conoció a Maximiliano Tornet y Villareal. “Es mi padre”, dijo señalando la figura del hombre de barba renegrida y una abundante cabellera apenas atenuada por las canas.

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