sábado, 13 de noviembre de 2010

El río marrón y sus islas, más allá de la bucólica postal

Una propuesta que formalmente es de turismo aventura o ecoturismo se convierte casi sin que los navegantes lo adviertan en una experiencia existencial de relieve. Ciertamente, hombres y mujeres de todas las edades van con alguna cámara fotográfica para captar impresiones del paisaje y resulta que la naturaleza, sabia, los envuelve, los transporta y luego los sorprende con imágenes interiores, retratos de sí mismos, flashbacks reconocibles, estampas congeladas de los proyectos en los que creen empecinadamente pero que, con el viento en la cara, al influjo del sol, en medio del aroma dulzón de la isla, parecen desintegrarse hasta dejarlos solos consigo, desprovisto de todo artificio.
La charla con Luis Romero y Humberto Roco se dio un poco a bordo y otro tanto de a pie, en tierra insular, rodeados de río. Comparten una historia parecida, la de los de abajo. Lo que cuentan lo escucharon de decenas de pescadores, pertenecientes a distintas generaciones y diferentes tradiciones. Por eso es comunitario, coral el legado que comparten, ancestral y vigente a la vez. Todo ese saber luce elaborado, hecho a la medida de una exposición amable, coloquial pero organizada, que evidentemente les debe haber exigido un estudio sistemático, aunque se apuren a aclarar que “a lo nuestro no lo aprendimos en ninguna universidad”.
Datos sorprendentes sobre la fauna acuática autóctona, secretos para reconocer la profundidad en función de la estela que deja el motor de la lancha, referencias a las extraordinarias propiedades de la sangre de drago y el curupí, maneras de ubicarse sin brújula ni el auxilio del sol en las islas con sólo advertir el tipo de vegetación de las orillas, se combinan con actos de verdadera contemplación hacia la belleza del ceibo florecido. O habilitan la irrupción de la metáfora cuando un árbol derribado, aparentemente condenado a muerte, agonizante, resucita en gajos que crecen fornidos por debajo de la maleza y multiplican más allá la sombra del paraje. Lo mismo pasa ante la advertencia de que mejor será evitar la tentación de tocar una planta que esconde un fabuloso ardor detrás de la brillante apariencia del verde intenso de sus hojas. En fin, lecciones corrientes entre lo real y lo que parece evidente.


El Diario-13/11-Leer

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