martes, 29 de julio de 2008

Atahualpa Yupanqui, puente entre el pago chico y la patria grande *

TIRSO FIOROTTO


Atahualpa Yupanqui. Artista universal. Paisano de un eterno retorno a Tucumán.

Se subió a la vida en Campo de la Cruz, desensilló en el Cerro Colorado. Pero Atahualpa es entrerriano también, por la querencia. Por su rancho en Tala, su amor al palmeral, sus rebeliones.

Si vale construir puentes para la hermandad en el barrio, en el planeta, Yupanqui es el más caro puente de oro, un puente ida y vuelta entre el pago chico y la patria grande. Un día haremos un piquetito en el puente ese, para abrirnos paso.

Con Atahualpa nos vamos al minero, nos vamos a la selva a aprender cosas del hachero y sus miserias. Con él llegamos al indiecito cuando está dormido y sueña que es tibia la nieve. Con Yupanqui acunamos al negrito porque si no se duerme / viene el diablo blanco y zas, ya sabemos, le come la patita.

De aquel viejo retobado escuchamos, en este mismo escenario, los mejores chistes. Los rezos genuinos del pueblo tapado. Y escuchamos el silencio más hondo, el que mejor dice América. “El maestro eminente se guarda de hablar”, intuyó alguien.

Nada de lo que digamos del gran argentino y su obra definirá ese espíritu íntegro, inasible a la palabra.

Hay palabras para describir el mundo del consumo, ¿y para lo otro?

Hablar del Payador Perseguido es explorar un sendero recién abierto. O mejor, siempre renovándose, siempre sorprendiendo.

Esa bandera que es Atahualpa, se llama diversidad, y nosotros la deseamos con una banda roja.

Todavía se oyen aquí el suplicio de Micaela y Condorcanqui, las penas del destierro de Vaimaca y Guyunusa condenados a ser exhibidos en jaula en el corazón de la “civilización”, París. Pero esta noche están de vuelta. Nuestro silencio no es de llanto y coronas, es de flores, vidala y cielitos.

Yupanqui vive en nuestros montes, de verdad. Se va de gira, vuelve de tanto en tanto a churrasquear al Gualeguay.

Entreverado con los parroquianos, lo solemos escuchar en el pago menos escuchado: Rosario Tala.

Qué ganas de navegar un poquito menos Internet, un poco más la red multicolor de nuestra América, cara a cara con un abuelo lleno de silencios y el otro medio cantor. Los queremos bien despiertos, y queremos que se quiebre el silencio de este templo. Se quiebre, sí, con una niña que salte la cuerda; con un gurí que grite ¡punto y coma el que no está…! Yupanqui no es el pasado, es el porvenir que huele a pan silvestre, diría Juan Manuel.

“Yo quiero a Entre Ríos más de lo que Entre Ríos me quiere a mí”, le confiesa a Pepe Pirro.

Y puede ser. Dejó pruebas de amor a este paisaje. Paisaje que incluye primero al hombre entrerriano, ese “símbolo de rebeldía”, en el que Atahualpa se quiere espejar.

Difícil que encontremos una carta suya en la que no recuerde a Marcelino.

El autor del Itinerario del Payador, y el Payador Perseguido, son los dos ojos de la misma revolución argentina inconclusa. José Hernández, que vivió aquí, a dos cuadras del teatro, y Bartolomé Hidalgo mandan saludos también como la mar de Zitarrosa, en este encuentro de literatura militante.

En poesías, cartas, reportajes, nombra Yupanqui veinte amigos, veinte parajes entrerrianos. Con cada cual una anécdota. Habla mucho de nosotros, y algo se calla. Algo tendremos que preguntarle entonces a la luna, que él nombró su Capataza.

Caminito del Indio, La Pobrecita, Los hermanos… Todos cantamos a coro alguna vez estas perlitas, como rezando. Luna tucumana, Viene clareando, El arriero…

Difícil que don Ata pise Tokio, Los Ángeles, París; Toronto, Nagasaki, y no se haga una escapadita hasta el correo para entregar unas líneas que leerá, a mil leguas, Domingo Nani.

Sí que sabe elegir gauchos redondos, Yupanqui, para la compañía.

La compañía que lo embarcó de gira un 23 de mayo.

(Digamos de paso que un grupo de entusiastas de Santa Fe y Paraná fundamos con el Zurdo hace un año un centro de estudios y divulgación, la Junta Americana por los Pueblos Libres, inspirados en la obra de Yupanqui, y fue un 23 de mayo. Para qué explicar más).

No hay que hacer esfuerzos para evocarlo, Yupanqui no precisa marketing, cosmética, su canto está en el aire, como esa flecha.

Si la América Criolla, color Evo Morales, fuera concentrada en una persona, ¿quién sería?

Eso se lo robamos a Miguel Ángel Martínez. No se cansa de repetirlo.

El Zurdo tiene en su patio una huerta con rabanitos, zanahorias, yupanquitos. Ese almácigo ha dado varios yupanquianos, y seguro algún rabanito también.

Hace más de medio siglo que este compañero, mitad isla, conversa con la guitarra, rema de costa a costa, y milita al mismo tiempo el americanismo porque sabe que se puede. Yupanqui pudo: fue ninguneado y perseguido, pero les hizo pito catalán, y nos sigue regando.

A propósito (y permitámonos este juego, lejos de toda solemnidad), Atahualpa se enteró ayer del homenaje y por lógica agradeció con una carta.

Entonces, paso a leer. Textual.

Yupanqui, de puño y letra.

Don Miguel, compruebo que me recuerda.

Debe ser porque tal vez le gustó aquel giro que comentamos, ¿lo tiene?, para entrarle a su chamamecito. Nadie olvida esas tenidas en el rancho de Mingo, ¿no?

Imposible olvidar nada. ¡Los pájaros! ¡Esos poemas de José Eduardo Seri! Todo él, internamente luminoso. Queríamos pasar los días “finales en el mundo con las manos vacías y el corazón profundo”.

José Eduardo: “Ancho de amor, enorme en amistad….

Su Paraná le puso en las espaldas

Un poncho de esos pagos, de color rojo y sueño. Ceibo y jacarandá”.

Esto me floreció la tarde que se marchó a la gira larga.

Mire usted, Miguel, si no estamos hermanados.

Y fíjese el caso de su vecino, Romildo, el oriental. “Yo no sé lo que tendrán los yuyitos de mi tierra... Al tranco lo pisotean las mulas y los sotretas, y nacen las hojas verdes por entre las hojas secas”.

Son versos de todos, míos también. Uno les pone el alma, a veces alguna melodía criolla. “Porque no engraso los ejes…”.

¡Romildo Risso! Un adelantado.

Mire, si no, lo que recitarían con él sus cumpas, allá en la isla: “si hay leña cáida en el monte yo no via voltear un árbol, po el aire no puedo dir, de no ni pisaba el pasto”.

Eso es América. ¡Y cuánto le debemos a su tierra, Miguel, la tierra de Artigas! ¡Cuánto, a José Artigas!

Allí, medio nos perdimos, cuando nos vimos cascoteados. Cuando nos hicieron crujir los dedos. Sería para… templarnos el alma. No me quejo.

Allí, como diría un entrerriano, a cielo y cielo… tuve alas para Dios, pies para el suelo.

Hay un Gordo rezongón, que se anda pintando Católico Apostólico… Entrerriano.

Y bueno, si esa religión suya se reza en sextinas y décimas, téngame por afiliado.

Y sigue la pretendida carta, en plena gira, con alusiones a Aníbal Sampayo, Linares Cardozo, Walter Heinze, Abel Fleury. No los nombra porque él dice que los elegidos serán “lo anónimo” (y que ninguna tumba guardará su canto).

En esta rueda de mate, y usted sabe que donde corre nuestro mate guaraní no se miente, me acompañan algunos anónimos... Se imaginará… Ahí está renegando un sanducero con las cuerdas del arpa. Y dale con que el cielo del preso tiene / en vez de una luna, dos.

Ahí está su tocayo, el paceño, que ha tomado pluma por pincel. Dice que es para llorar el Feliciano. Que el paraíso es el paraíso, pero nada se compara al Cavayú Cuatiá.

Y créame: está sonando una milonga... Honda la voz del flaco que, como Celedonio Barral, domaba todos los caballos, menos uno. No le voy a explicar a usted quién se florea en la guitarra, ¿no Miguel? No voy a nombrar a los elegidos.

Recién nomás nos trenzamos con él y con el hijo de Juana Peón, calcule usted, en un Milongueo del ayer, en una Estancia vieja, en un Chamamenmi.

¡Si es como estar en el cielo!

Ahora le pregunto, ¿es cierto que anduvo por aquella tapera? Cuénteme, cómo están mis pagos de Escriña, Gilbert, Altamirano. Lucas, Baso, Cuchilla Redonda, Rocamora. ¡Cipriano Vila y Climaco Acosta! Gente de disputar amigos y lobizones.

No sé si le hablé de Alma Alicia, mi hija panzaverde. Siempre que vuelvo a su Urdinarrain, me gano unos reales en el bar La Amarilla, pregúntele si no a Gaspar Vaccari, a Simón Gómez.

Entre Ríos me hizo padre. Con “La Voz de El Tala” también me hizo periodista. Y algún día le contaré que casi me hizo hilachas en La Paz, en nuestra revolución yrigoyenista frustrada con los hermanos Kennedy, ¡qué chirlo para el régimen! Hambreado en la isla, al otro día, me vi obligado a almorzarme una iguana.

Ya le conté la vez que Adolfo Rabinovich me prestó su cama en Tala, y él durmió sobre el paño de un billar, sin cobija, sin almohada. Quién podría olvidar el gesto de ese gaucho judío.

Le conté de Genuario Sosa, domador… Tierra entrerriana lo cubre. ¿Qué mejor bandera?

El homenaje vale como pretexto, para cantarle al pueblo. Deduzco que eligió esta noche porque seguro no propagan hoy esa edificante cultura del caño y del arte más viejo, pero caro. Si no, no se entiende qué hacemos acá.

Me quedo con ganas de decirle mil cosas, aquí hay un mundo de amigos que le mandan sus respetos, uno que anduvo con suerte dispar por el Ñancahuazú y está apagando 80 velitas, otro medio fanático de la Villa Urquiza que promete acompañarnos hasta el alba.

Esto sí que huele a globalización, no como la que nos venden. Como el globo es una pelota, Fermín traducía, con su licencia: pelotudización. Para Marcelino, profeta como sabemos, habría que mirar bien eso del Mercosur por aquello de… “más que el oro y el acero es el barro popular”.

Alégrese, Miguel: el algarrobo sigue dando chauchas, los cerezos están en flor, y le juro por mi alazán que cuando nos paramos con el Cuchi a otear el horizonte, lo que vemos para el lado de América es un poncho, un solo poncho.

Con toda el alma,

desde este campamento en marcha y como en Ayacucho A PASO DE VENCEDORES.

Invierno de 2008.

Saludos a Martha. Y que nos vaya bien a todos.

Atahualpa.

*Aporte sobre Yupanqui, de Daniel Tirso Fiorotto, integrante de la JAPL, en el homenaje realizado en el teatro 3 de Febrero de Paraná, Entre Ríos, el 25 de julio de 2008, al centenario de Atahualpa Yupanqui y Marcelino Román.

2 comentarios:

Goliardo dijo...

Hola, muy lindo lo de Ata, aca les mando una c´ronica de lo que yo entiendo lo que pasa en mi cabeza, ya que en blog de "socialista con pino" se hacen los zonzos y no publican comentarios, aqui le mando unas sextetas fierristas.

Payada pa´ Pino, y la zamba de lozano

Cuando más leo a Pino
Más quiero a mi perro,
Éste se olvidó enserio
De lo que estaba pasando,
Se alió junto a los cuatro
Que desabastecieron.

La “Zamba de Lozano”
Ya no la bailan las cholitas,
Ahora sólo las divinas
De cabildo y Juramento,
Y más algunos usureros
De los que siguen a lilita.

La zamba de Lozano
Ya no es pa´l carnaval
Es pa la sociedad rural
Y los pitucos de Belgrano
Que dirá aquel hermano
Llamado: “perro Santillán”.

Ya no la canta don Victor
Y tampoco el grupo Illapu,
Solo Pino y “proyecto pus”
Y el gran diario Clarín,
Se olvidaron de don Fermín
Y de nuestro “Diario Sur”.

Este cineasta de antaño
Se olvidó de los nuestros,
De los “hijos de Fierro”
de “la dignidad de los nadie”,
Con los del derechaje
Votaron en el congreso.

Ayjuna, pino querido
Ahora prefiero el sauce llorón,
Esto lo decidiste vos
Y Lozano en el congreso,
Junto con los usureros
Que se olvidaron de Perón.

Que quisiste explicar
Al blog “tirando al medio”,
¿Qué sos un gaucho bueno?
¿Qué votaste pa los pobres?
Le diste más que un cobre
aquellos grandes sojeros.

Ahora no hay izquierda
Ni nada que se le acerque,
Hay que aferrarse al palenque
Y bancarse lo que venga,
Nos quieren meter la verga
Y no hay forro que preserve.


Yo entendía el voto
Hasta que abriste la jeta,
Con argumentación berreta
Le contestaste a un gomia,
Rozaste con la perfidia
En una prosa sin fuerza.

Pa limpiarse el traste
Primero hay tener
Un higiénico deber;
“imperativo categórico”
Después largar el vómito
Pa limpiarse después.


Pino aprende de Favio
Lozano, de Aldo Ferrer
Justificaron, al parecer
La infamia del congreso
Lo que leo en “Tirando al medio”
No lo llego a comprender.


Soy un gaucho de izquierda
Pero “tirando al medio”.
Vos sos un gaucho sojero
Como el dandi de Buzzi,
Ese que es medio cursi
Cuando habla de Fidel y Evo.


Soy gaucho y endiéntalo
Como mi lengua lo explica,
Nunca vote a lilita
Y nunca fui contra el pueblo,
Lamento de aquellos viejos
Que censuran mi visita.

Sospechados por mí dijo...

hola!
hoy a la noche se me dió por probar que salia en internet con el nombre de mi abuelo y apareció este blog.
Mi abuelo es Gaspar Vaccari, y siempre recurdo sus cuentos de sobre la Amarilla en Urdinarrain
cariños
Carolina