viernes, 25 de julio de 2008

Los infernales y la niña

Por: Carlos del Frade (APE)
Argenpress
25/7

La oligarquía salteña nunca perdonó la ofensa que le infirió el gauchaje sublevado liderado por Martín Miguel de Güemes.

Ellos, los integrantes de la Salta elitista, bautizaron a aquellos empedernidos defensores de la libertad y del proyecto recién emergido de país independiente.

La alta aristocracia salteña llamó a los que seguían a Güemes como los 'infernales'.

No era una calificación menor ni arbitraria.

El gauchaje desheredado junto a los pueblos originarios eran las postales temidas por aquellos señores.

Miedo a que se produjera justicia después de tantos años de saqueos y brutalidades.

Eran, aquellos gauchos e indios que seguían a Güemes, la síntesis misma del peor de los castigos, del infierno más concreto.

Por eso los llamaron 'los infernales de Güemes'.

En junio de 1821, el gran compañero de San Martín, fue baleado por la espalda. Había sido traicionado por los criollos ricos de Salta y Jujuy. Los españoles agradecieron la delación.

Fue en aquel momento que las minorías salteñas retomaron la ofensiva contra los infernales, contra los gauchos y pueblos originarios. Para que nunca más osaran pelear por sus derechos a ser felices, iguales y cargados de futuro.

De allí que las noticias del presente no hagan más que confirmar la permanencia de aquella sentencia contra los que alguna vez siguieron a Don Martín.

La información dice que 'una nena de dos años murió por un paro cardíaco probablemente provocado por hipotermia' y que 'así lo indicaron los informes de la policía de Tartagal' quienes 'fueron avisados de la situación por el propietario de una finca del paraje Balbuena, del departamento San Martín, quien llegó en su camioneta con los padres de la bebé'.

En realidad, la beba de dos años no murió por el frío, sino por la pobreza impuesta por las minorías salteñas.

Los papás de la criatura apenas podían ser entendidos en su desesperación porque son integrantes de comunidades indígenas procedentes de Formosa y trabajan en actividades rurales, muy lejos de pertenecer a esos grupos que hoy discuten en torno a la rentabilidad extraordinaria de la soja.

No hay consuelo para esa familia descendiente de los que siguieron a Güemes hace tanto tiempo atrás.

Ya no meten miedo ni les dicen infernales, pero cargan con la condena de una clase social que jamás olvidó aquella rebeldía que durante algunos años convirtió a la provincia de Salta en un territorio mucho más justo que en el presente.

La niña de dos años cuyo nombre jamás se conocerá, pagó el costo permanente de la revancha de la vieja oligarquía del norte argentino.

Quizás sea tiempo de construir un Güemes colectivo, un proyecto que abrace y de calorcito a las nenas de dos años de las comunidades que hace décadas vienen sobreviviendo en el infierno de la pobreza inventado por las minorías del privilegio.

Cuando surja esa rebeldía ya nadie le echará la culpa al frío, sino que serán juzgados los descendientes de las élites que siguen imponiendo condenas a las hijas e hijos del pueblo.

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