miércoles, 3 de marzo de 2010

NO SOMOS LADRONES, SOLO TENEMOS HAMBRE.

El sacudón nos despertó. No comprendía que pasaba. Escucho a mi marido que salta de la cama y me grita que agarre a la niña mas pequeña, que el se lleva a la mayor.

-Abrigate y abrigala- dijo, mientras buscaba la linterna en la mesita de luz, porque ya no habia luz.

Otro sacudón, me mareo, tengo nauseas. Corrimos hacia el medio de la calle.

Veo sombras que gritaban, corrían, se empujaban y chocaban entre si, niños llorando.

Una niña aterrorizada gritaba espantada en el medio de la calle. Había perdido a sus padres.

Mi casa se derrumba ente un estrépito monstruoso y una nube de polvo.

Las casas linderas también caen y las de la vereda de enfrente y las otras. Todas cayeron.

Corro agarrada por mi marido que lleva a la niña en brazos envuelta en una frazada y yo a la pequeña que llora. Trato de calmarla.

Corremos hacia la esquina, que es as amplia y no nos puede caer nada en la cabeza. Mi marido me empuja y me aferra muy fuerte del hombro mientras corremos.

No se ve nada, solo oigo los gritos y ruidos de derrumbes.

En la esquina, sobre la rotonda, muchos vecinos en ropa de cama como nosotros, tapados por cualquier cosa que pudieron tomar para cubrirse del frio, los que lograron sacar algo.

Todavía no comprendo que pasó, tampoco creo estar segura si ia casa se derrumbo.

Con las horas, nos vamos juntando las mujeres con los niños en un gran círculo en la plazoleta de la esquina, mientras algunos hombres gritan que hay gente atrapado.

Allá salen corriendo unos cuantos, con alguna linterna para poder buscar a los aprisionados.

Alguien prende un fuego y se hace la luz, no el calor porque era una fogata pequeña hecha con ramas, pastos y algunas maderas.

Allí estamos los vecinos del barrio. Alguno reclama que perdió a su hijo, otra que su bebe quedo en la casa . Lejos había luz en el cielo, como de incendio.

Mi niña lloraba, tenia frio y hambre.

Yo no tengo mamadera ni leche. La tapo como puedo para calentarla.

Alguien, una sombra apenas iluminada se sienta a mi lado, me da su bebe y toma la mía.

Saca su gran teta llena de leche y le hace probar un poco.

Mi niña llora, se retuerce y no toma el pezón.

La Sombra le acerca suavemente la boca contra la Gran Teta y comienzan a manar pequeñas gotas de leche que caen en la boca de mi hija.

Aún no la reconozco, es del barrio pero no se quien. La luz de la fogata no deja ver sus rostro.

Aparecen los hombres con una anciana en brazos y una niña de unos diez años desvanecida. Algunos la sacuden, otros le dan aire con sus manos o ropas.

Uno la tapa con su campera, quedando en camiseta a pesar del frio.

Ya casi es de día y no aparece ninguna ambulancia ni los carabineros. Allá lejos, hacia el resplandor del incendio se oyen algunas sirenas.

Pasó la mañana y los niños lloran de hambre. Buscando en las casas derrumbadas alguno encontró un poco de leche y con una lata se la prepara .

Muchos niños y poca lecha. Apenas si un sorbo cada uno.

Los hombres buscan ropas y comidas en las casas derrumbadas. También agua.

La sed es feroz, y no quedo ni un tanque con agua en los techos, todo se derramó en el suelo.

Es la tarde y todo es peor. Aún no aparece nadie del gobierno. Los niños duermen a ratos y lloran lo que falta. Se están agotando de sed, hambre y sueño.

Las vecinas nos turnamos para cuidar a los niños y dormir un poco.

Mi marido y los otros hombres deciden ir a ver si encuentran alguien del gobierno para avisarles de nuestras penurias.

Casi es el anochecer. Pero son conocedores del barrio y no se perderán cuando venga la noche.

Seguimos esperando al gobierno, y a nuestros maridos mientras los niños lloran menos, porque tienen pocas fuerzas y sólo dormitan.

Esta noche harán ya veinticuatro horas que no tomamos nada de agua.

No tenemos hambre, sólo una sed feroz y mucho cansancio.

Tarde vuelven algunos hombres con cosas para comer, agua mineral, un poco de leche en polvo, sucios y golpeados. Lo sacaron de un supermercado.

Mi marido está preso.

Ya hacen más de setenta horas que se sacudió la tierra y a ratos vuelve a hacerlo.

La niña murió. La anciana también y se que hay más muertos .

Aún no se nada de mi marido.

Aún no ha llegado ayuda del gobierno.

Sólo llegaron los carabineros.

Nos llaman ladrones, pero solo tenemos hambre.


severo 03/03/10
Abajero

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