miércoles, 3 de marzo de 2010

¿QUIÉN FESTEJA EL BICENTENARIO? - FABIANA ROJAS - Periódico El Roble

En 1910, al cumplirse los 100 años de la Revolución de Mayo, se conmemoró el Centenario de una manera extraordinaria y espectacular, teniendo como invitados a personalidades internacionales, como la Infanta Isabel de España.

En ese momento, la Oligarquía que gobernaba tenía motivos de sobra para festejar: hacía 30 años que marchaba exitosísimo su proyecto de expansión del liberalismo en Argentina, según el modelo de la sociedad liberal burguesa de Inglaterra. Desde 1880 por fin se había unificado al país, tras acabar con los caudillos provinciales, después de décadas de enfrentamientos políticos y rebeliones, pudiendo formar entonces el Estado moderno capitalista, bajo el orden de la Constitución de 1853, el Ejército Nacional, los Códigos Civil y de Comercio, las leyes laicas de educación estatal y Registro Nacional de las personas, y con el Partido Autonomista Nacional que fundó el Presidente Julio A. Roca y la “elite” terrateniente.

Estas medidas políticas y administrativas fueron necesarias para incorporar a la Argentina al Mercado Mundial Capitalista y a la división internacional del trabajo, entre países industrializados y países proveedores de materias primas, que el Capitalismo exigía, y para lo cual hacía falta “seguridad” y “legislación” favorable a los capitales extranjeros, en especial los de Inglaterra que buscaban mercados donde invertir, en forma de préstamos al Estado o de inversión directa, como por ejemplo, los Ferrocarriles.

Fue la “elite” terrateniente la que apoyó económicamente al Estado y al Ejército del Gral. Julio A. Roca para expandir la propiedad privada y extender sus dominios, despojando de sus tierras a los aborígenes del sur de Buenos Aires en la matanza llamada “Campaña al desierto” desplegada en 1880.

La otra pata del proyecto fue la afluencia de inmigrantes europeos, para compensar la falta de mano de obra campesina, pero que al llegar a Buenos Aires o Rosario, se fueron quedando en estas ciudades cambiando radicalmente su fisonomía, sus costumbres y su cultura, ya que superaron en número a la población local.

Paulatinamente, se expandió el liberalismo y las relaciones de producción capitalistas, marcadas por la hegemonía de Inglaterra. Y fue en la pampa principalmente donde creció la economía y en sus ciudades-puerto donde se desarrolló la construcción, los frigoríficos, la industria alimenticia y de indumentaria.

Entonces, los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX con la inmigración de masas y la expansión de la frontera, resultaron años de gran crecimiento y progreso económico para la Argentina, fruto de la inserción en el Mercado Mundial con el modelo “agroexportador” y la gran estancia pampeana, cuando se exportaron lanas, cereales y carnes a Inglaterra (que poseía el monopolio del comercio y el transporte). Fue el sector agroexportador el que dinamizó el crecimiento de los demás sectores, como el Mercado Interno y la industria. Los ferrocarriles cruzaron el país hacia los puertos, las ciudades crecieron vertiginosamente, tanto en edificios públicos, monumentos y plazas, como en cosmopolitismo, desplegando una “modernidad” acorde al modelo francés que atrajo ricos visitantes extranjeros.

En esos años, el Partido Autonomista Nacional gobernaba a través del “caudillismo” y del fraude, no regía el sufragio universal y los inmigrantes no se nacionalizaban. Surgieron partidos políticos opositores como el Partido Socialista y la Unión Cívica Radical que sólo querían participación electoral. El movimiento obrero era liderado por los anarquistas y el sindicalismo revolucionario, siendo protagonistas de importantes huelgas por mejoras en las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores: reducción de la jornada, descanso dominical y feriados nacionales, indemnización, trabajo de mujeres y niños, etc. Se organizaron sindicatos y se crearon centrales obreras que participaron y fomentaron la huelga general, siendo reprimidos brutalmente, y hasta sancionándose leyes contra los dirigentes, como la Ley de Residencia y la de Defensa Social para encarcelarlos y deportarlos. Sin embargo, y aunque la única respuesta del gobierno ante las protestas era la represión, el movimiento obrero protagonizó la huelga general mas importante y dura durante el Centenario de 1910, que por supuesto, fue ferozmente reprimida.


A lo largo del siglo XX, y en especial a partir del efecto mundial que provocó la Revolución rusa de 1917, los trabajadores a través de su organización y sus luchas lograron diferentes mejoras en las condiciones laborales, como la reducción a 8 horas de jornada, el sábado ingles, las vacaciones pagas, la indemnización por accidente y despido, la previsión y seguridad social, etc. Éstas fueron arrancadas a los gobiernos, especialmente durante lo que se denominó “Estado de Bienestar”, luego de la gran crisis económica de 1929, como por ejemplo el gobierno del presidente Juan D. Perón.

Aproximadamente en 1970 comienza una nueva crisis por saturación del mercado en el capitalismo mundial que hace finalizar los Estados Benefactores, ya que produce la caída en la tasa de ganancia de los empresarios, que resuelven la apertura de los Mercados, con eliminación de aranceles aduaneros, la desregulación y eliminación de controles por parte de los Estados, la privatización de empresas estatales, reducción del gasto público y toma de deuda pública, inflación y devaluación, distribución regresiva de los ingresos a favor de la concentración de la riqueza por parte de los empresarios en detrimento de los salarios y contratación en negro. Las empresas multinacionales constituidas por capitales de distintos países centrales, a partir de ese momento traspasan sus fronteras y se radican en el exterior en diferentes países periféricos, para diversificar los riesgos de inversión y reducir los costos de producción con las exenciones de impuestos o subvenciones de los países donde se radican, con recursos naturales baratos y abundantes y mano de obra barata, o a través de la tercerización de la fabricación de partes del producto en ese países que luego son ensamblados por empresas maquiladoras.

En definitiva, la “globalización” de que se habla desde fines del siglo XX no es más que una estrategia política del capital internacionalizado en la lucha de clases, como solución a esa crisis de 1970, con la política económica de liberalización y la desregulación del Estado a través de gobiernos “neoliberales”, para la racionalización y la flexibilización del proceso productivo y el trabajo, en el marco de la destrucción de la conciliación de clases propia del Estado de Bienestar.

Estas medidas económicas y políticas que fueron aplicadas en todos los países el “tercer mundo” por mandato del Consenso de Washington (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc.), o sea de Estados Unidos como país hegemónico a nivel mundial, no sirvieron para resolver los problemas sino que los agravaron, generando mayor brecha entre países centrales y periféricos, por abrir éstos sus economías con políticas neoliberales e intensificarse la concentración de capital en ciertas partes del mundo, como en el “primer mundo” y partes selectas del tercer mundo, por ejemplo, el sudeste asiático, quedando los demás países marginados, profundizando en ellos las desigualdades socioeconómicas y promoviendo la producción industrial de bajo valor con sobreexplotación de los trabajadores.

Esas fueron las medidas que debió aplicar la dictadura militar en Argentina y para lo cual hizo “desaparecer” a miles de trabajadores y en particular dirigentes, con la destrucción de la industria como motor del crecimiento, desempleo y empobrecimiento general de la población, con una cuantiosa transferencia de ingresos del sector asalariado hacia el capitalista. Luego con la hiperinflación y la crisis fiscal del gobierno de Raúl Alfonsín, se difunden las prédica neoliberal sobre la ineficiencia estatal y las ideas centrales del Consenso de Washington, por lo que en la década del 90 y ayudado por la caída de la URSS y los estados obreros del este europeo, se aceptan como inevitables las reformas del Estado: plan de convertibilidad de paridad peso-dólar, apertura comercial, privatizaciones y desregulación. Esto profundizó los rasgos regresivos, la pobreza, el aumento de la exclusión social, agrandando la brecha entre ricos y pobres y quedando amplios sectores excluidos del mercado laboral y del de consumo. También provocó el incremento de la deuda externa y la fuga de capitales al exterior, en un proceso de concentración de capital en beneficio de un “nuevo bloque de poder” formado por una burguesía local y acreedores externos.

En resumen, es la burguesía capitalista argentina la que tiene mucho que festejar, por lo que el Bicentenario será una gran fiesta, después de que en los últimos 30 años lograron llevar adelante exitosamente estas medidas de flexibilización de la producción y la relaciones laborales, de acuerdo a políticas neoliberales que sólo los han favorecido a ellos, y que fueron posible de aplicar a fondo luego de la caída de la Unión Soviética y los estado obreros del este de Europa y a lo que los trabajadores contribuimos con sangre y hambre, con pérdidas en las conquistas históricas y también de compañeros.

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