El excentrocampista brasileño fallece a los 57 años a causa de un choque séptico de origen intestinal, causado por una bacteria.- Influyó a su país con su ideología y maravilló al mundo con su juego en los Mundiales del 82 y 86.
Para Sócrates el balón fue un adorno de los libros en su infancia, azuzado por su padre -admirador de los filósofos griegos- para que ejerciera una "profesión digna". Siempre le atrajo la medicina, pero su talento no estaba en las manos, sino en los pies, minúsculos (calzaba un 37; algo extraño en alguien de 1,93 metros) y un tanto deformados porque tenía un hueso desencajado en el talón, lo que le permitía tirar, por ejemplo, penaltis de tacón con una fuerza extraordinaria. Así que cuando se dio cuenta, con 23 años, era jugador del Corinthians y médico. "Sócrates Souza, pediatra", ponía en el cartel de bienvenida de su casa. Con los shorts azules y la camiseta ajustada, como en la época, Sócrates deslumbró al mundo en España 1982 con la afamada selección de Brasil -también fue el capitán en México en 1986-, que desplegó uno de los juegos más bellos y menos premiados. "Mala suerte y peor para el fútbol", convino el jugador a pie de campo, nada más ser eliminado por Italia (3-2) en la segunda fase, lo que se conoce como La tragedia de Sarrià. "No hay que jugar para ganar, sino para que no te olviden", insistió hace poco. Su selección lo consiguió, con ese fútbol alegre, un tanto despreocupado, de mucho toque, con Junior, Serginho, Zico, Eder, Falcao, Cerezo... En medio de cada ataque estaba Sócrates, siempre con la cabeza alta y los brazos caídos, enganche que danzaba hacia la derecha, que bien valía para distribuir el cuero que para lanzar paredes, que para soltar algún centro y llegar desde la segunda línea al remate.
No le fue bien al 8 salir de su país, al contrario que a su hermano pequeño Raí, que deslumbró en Francia (PSG) después de aupar al São Paulo de Telé Santana en la final de la Intercontinental contra el dream team de Cruyff en el 92. El Doctor no fue feliz siquiera cuando el Fiorentina desembolsó tres millones por él y puso a su disposición 18 billetes a Brasil por curso, dos coches y una mansión. A Sócrates le pudo la saudade y regresó a casa, al Flamengo, y luego al Santos. "El fútbol se agota pronto, por lo que le dedico mi tiempo. Ya vendrá mi otra pasión, lo que me gusta por encima de todas las cosas". Se refería a la medicina. Tampoco le fue demasiado bien, quizá porque sus ideas curativas eran demasiado transgresoras. Inquieto, sin embargo, probó como pintor, pero sin clientela ni críticas positivas se centró también en la música, donde compuso dos discos que se mantienen inéditos. "No se me daba muy bien", reconocía no hace tanto. Lo suyo era el fútbol. Por eso, en una última aventura, a los 50, bien cascado, fue durante un mes al Gartforth Town, club norteño de Inglaterra. Tiempos pasados; tiempos peores. Quizá porque, paradójicamente, ya no tenía el micro que le dio el fútbol, porque rechazó meterse en la política, por más que el expresidente Lula y otros se lo pidieran.
"Los futbolistas somos artistas y, por tanto, somos los únicos que tenemos más poder que sus jefes", argumentaba el centrocampista. De eso se dio cuenta en 1982, cuando junto a Wladimir y Casagrande, entre otros, además de Adilson Monteiro, el entonces director deportivo del Corinthians, ya cansados de la opresión de la dictadura militar de Figueiredo, decidieron crear un curioso sistema de democracia en el O Timao.
"Para mí", reflexionaba Sócrates; "lo ideal sería un socialismo perfecto, donde todos los hombres tengan los mismos derechos y los mismo deberes. Una concepción del mundo sin poder". Por eso defendió a ultranza lo que se conoció como la democracia corinthiana, forma de gobierno bajo el lema de "Libertad con responsabilidad", donde el club actuaba como una comunidad de personas en la que todos sus miembros, desde los suplentes o utileros hasta los más altos directivos, tomaban en conjunto todas las decisiones que los afectaban, y en la que todos los votos contaban por igual. La mayoría, el consenso, mandaba. Así, se establecieron los horarios de los entrenamientos, las comidas, las alineaciones, fichajes, despidos... todo. Incluso se aprobó la libertad de acción del futbolista a deshoras fuera de la cancha, nada mejor para Sócrates, que siempre defendió su derecho a fumar un cigarrillo tras otro, a beber. "El vaso de cerveza es mi mejor psicólogo", decía con esa voz susurrante, entremezclada con gallos. Entre otras cosas porque nunca le hizo falta correr demasiado; le alcanzaba con su cerebro, con sus pies.
Por más que lo defendiera, sin embargo, este admirador de Marx nunca fue uno más en el vestuario del Corinthians, club que se convirtió en la imagen de la revolución brasileña en contra de la dictadura, que ya estaba al final de su mandato. No era raro ver imágenes del equipo, ante sus 80.000 fieles seguidores, con pancartas antes de los partidos como "Democracia", "Quiero votar a mi presidente" y "Derechos ya". Ese el otro éxito del Corinthians, que se laureó con los campeonatos del 82 y, ya en Pacaembú, en 1983, el día de la final paulista ante 37.000 gargantas alborotadas, voces perdidas entre el ruido... Sócrates marcó el único gol, el del triunfo.
Lamento que no sea Fidel el que ocupe hoy mi lugar: es él quien se lo merece, manifestó el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros este viernes, en breves declaraciones a la prensa a su llegada al aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, en la hermana República Bolivariana de Venezuela, adonde arribó para participar en la Cumbre fundacional de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
«Por primera vez en la historia vamos a tener una organización de Nuestra América. Se puede considerar, si funciona y tiene éxito, que será el acontecimiento más grande en los 200 años de semindependencia de América Latina y el Caribe», dijo, al tiempo que aseguró sentirse lleno de satisfacción y alegría por volver a Venezuela.
Turismo comunitario: privilegiando la sustentabilidad
y las culturas locales en Chile
Un álgebra interminable: las contradicciones de los mercados climáticos
¿Los estados, las élites económicas, los pueblos... están preparados para asumir la globalización?
Creo que no. No se ha entendido realmente la globalización, incluso para los sociólogos es muy difícil de entender. La principal unidad de los procesos políticos eran los estados-nación y ya no es así. Ahora debemos tener en cuenta cómo viven los habitantes de distintas partes del mundo porque forman parte ya de nuestros conflictos diarios, pero no estamos todavía preparados para entenderlo.
La Mercancía “Fuerza de Estudio”
Me han pedido algunos amigos que aclare o amplíe las perspectivas económicas sobre la educación en Chile que esbozara en columna anterior en El Ciudadano (“La Explotación del Estudiante en Chile”). Anoto aquí los fundamentos y algunas dinámicas y doctrinas en la mecánica económica actual de la educación en nuestro país.
1. Llamemos “Fuerza de Estudio” a la mercancía que el estudiante aporta en la transacción Estudiante-Educación. Es una mercancía compleja (riquísima, de hecho). Tiene las siguientes propiedades:
Apuntes en un momento clave de la Revolución Rusa
Alerta: con el texto que sigue, fragmento de un escrito que el fundador del Ejército Rojo redactó en un período de descanso, luego de vencidas las tropas blancas (zaristas) en la guerra interna, Trotsky llama la atención sobre cuestiones vitales de la vida cotidiana, que por diversas vías trasuntaba aspectos de degeneración del ímpetu revolucionario. El papel de la burocracia, las raíces profundas del lenguaje y las conductas, son analizados al correr de la pluma revelando hondas fallas en la estructura social y el nivel educativo de quienes debían ser vanguardias del primer osado “asalto al cielo”.
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