Al cumplirse 200 años del ingreso de los pueblos del Éxodo oriental encabezado por José Artigas al territorio entrerriano, en este diciembre de 2011, y en homenaje a las mujeres y los hombres que soñaron y fogonearon nuestra revolución independentista, y hasta murieron por ella, los integrantes del centro de estudios Junta Americana por los Pueblos Libres –JAPL- convocamos a los vecinos de nuestra región a emprender una nueva marcha por la unidad.
Conscientes de la necesidad de conservar y cultivar la unidad milenaria que nos distingue, y de evitar por todos los medios el abuso de los centros de poder, llamamos a profundizar esos lazos de unión familiar, social, artística, económica, y a discutir esta frontera entre Uruguay y la Argentina sostenida en una arbitrariedad histórica.
La unidad de nuestros pueblos es un valor, una razón, un legado que no tenemos derecho a desairar, y confiamos en que esta nueva marcha desde el pie (que asumirá los modos más eficaces que elijamos en adelante, con serenidad y creatividad) alumbrará el camino para abolir la división que nos impusieron con esta frontera.
Luego de madurar largos intercambios y debates, sostenemos que la unidad de los pueblos es un derecho, y esta balcanización, un atropello. Los argumentos contrarios, que se expresan en esta frontera, caen por su propio peso. Esta frontera es obra de las intrigas y presiones de toda índole del imperio británico y sus amanuenses, aprovechados también de la miopía (y la mezquindad) de sectores de poder local que optaron por soltarles las manos a los hermanos luchadores, para salvar sus privilegios. Y no es digno para los pueblos convalidar o naturalizar las maniobras de los que buscaron separarlos y los quieren divididos.
Aunque siempre estaremos a tiempo, hoy plantamos la bandera del tránsito a ese camino de la unidad. Unidad que nos trasciende. Empezando por los pueblos que hemos heredado la luz de la Liga de los Pueblos Libres, parida con las familias orientales del Éxodo establecidas en el Ayuí entrerriano. Y conscientes de que no somos los únicos que resultamos partidos, en este continente, por la vieja consigna “divide y vencerás” aún vigente.
Nuestro centro de estudios, integrado por trabajadores santafesinos, orientales y entrerrianos (estudiantes, docentes, cooperativistas, periodistas, investigadores, artistas, profesionales, ambientalistas, luchadores sociales, economistas), busca promover la unidad, desde una antigua y bella consigna que nos expresa bien: naide es más que naide.
Injusta y arbitraria
En nuestra conciencia (y en lo posible en nuestras prácticas) no reconocemos estos límites políticos impuestos a contramano de la naturaleza y de nuestras culturas, y trabajaremos con otras personas y otras organizaciones para que un día la frontera sea apenas un mal recuerdo.
No negaremos que la unidad puede cultivarse aún en el actual estado de cosas, cuando contamos con tantas inquietudes, atributos, luchas y compromisos comunes. Siempre hay resquicios. Pero existen pruebas irrefutables de cómo la frontera parte a un pueblo, le bifurca el camino, y abre más brechas a la penetración imperialista y a los intereses sectoriales del poder local.
Para los charrúas, guaraníes, yaros, chanás, criollos y otros pueblos que están en nuestras raíces, en las comunidades de ambas costas del río Uruguay, esa frontera jamás existió ni debe existir. Y son innumerables los casos de familias que pasaron de una banda a la otra en busca de paz, alimentos, trabajo, hogar, amores, y con el tiempo se vieron obligadas a la triste separación, porque los poderosos que trazaron la frontera nos vedaron, ante el mundo, nuestro derecho a la unidad. Así es que hoy, lejos de resignarnos, denunciamos esta frontera por injusta y arbitraria.
Vivimos en un conjunto de estados balcanizados por los imperios, y por las oligarquías nativas que se hipnotizaron con Europa, en olvido y menosprecio del tejido social, las culturas de esta tierra. Esos estados crearon ejércitos y guardaron fronteras arbitrarias, se hicieron custodios de su propia balcanización, ignorándose y temiéndose mutuamente, y con sus clases dominantes conociendo mucho mejor París que sus propios pagos.
Pero los lazos que nos hacen hermanos vienen del fondo del tiempo. Fueron alimentados primero por la tierra misma, los ríos, la flora, la fauna común, los paisajes compartidos, después por nuestros antepasados en este suelo, la mujer y el hombre en el trabajo, el arte, los sueños. Y son muchos los que colaboran con la unidad: trabajadores, artistas, defensores del ambiente sano, pescadores artesanales, luchadores sociales, deportistas, escritores, y tantos…
Ha llegado la hora de que nuestra unidad profunda se exprese en los hechos. Es un mismo río y somos un pueblo en sus costas. Bien decían Aníbal Sampayo y el Zurdo Martínez: “los pájaros comen en una orilla y anidan en la otra”. No olvidamos ese mensaje. Tarde o temprano vamos despertando.
Hacemos esta convocatoria precavidos, también, de los intereses espurios de sectores de poder, como los que responden a la llamada “Iniciativa para la Integración” –IIRSA- que procura hacer de nuestros territorios una cancha libre con mega obras para los negocios concentrados de las multinacionales y sus aliados. Está claro para nosotros que “integración” es otra cosa. La unidad de los pueblos no es compatible con la avaricia de los poderosos del mundo que se han creído dueños de trazar nuestro futuro a su conveniencia; ni es compatible con la economía extractiva que imponen los dominadores de turno; ni es compatible con la prepotencia de las metrópolis, subordinadas al capital financiero que no se resigna a perder un predominio que heredó de otros tiempos coloniales.
No ignoramos que la unidad molesta a los grupos y los estados que apuestan a nuestra división porque eso es garantía de dominación. Sabemos también que mañana (como ayer), habrá diplomáticos y no diplomáticos dispuestos a ejercer influencias y a poner en marcha su red de intrigas (no precisamente al servicio del interés común), para arrancar de cuajo esta verdad que nos lanza inexorablemente a la unidad. Pero estamos en alerta, nuestra determinación no tiene marcha atrás. No hay retirada.
También advertimos que en este proceso los sectores, las regiones y las ciudades más fuertes en su economía deberán mostrarse solidarios con los menos favorecidos, no como una concesión sino porque esa es su obligación.
Para aventar confusiones subrayamos que jamás la unidad debe ser usada como escalón para los privilegios. Aquí nadie debe sentirse anexando a nadie, y consideramos obvio que al estrecharnos en este abrazo genuino se generará un nuevo orden que tenemos que estar preparados a alentar con creatividad, con amor, sin mezquindades; con alto sentido de la responsabilidad, con autodeterminación soberana y especial participación de los herederos de la Liga de los Pueblos Libres.
Sin apurarnos, y tratando de evitar malentendidos o interpretaciones enrevesadas, entendemos que éste es un testimonio saludable, un paso hacia la confederación de las culturas del Abya Yala, de nuestra América, nuestra “tierra en plena madurez”.
Es nuestro deber trabajar entre todos por la unidad, basados en el respeto a las diferencias individuales y grupales. La unidad y la lucha en común por el bienestar de todos van más allá de las diferencias. El respeto que nos debemos los seres humanos es una marca milenaria y original de nuestra América. En honor a esa herencia maravillosa es que debemos cuidarnos de caer en la desidia mientras otros planifican el desmembramiento (¡no se olviden de Ponsonby!)
Un plan piloto
En la búsqueda de salidas razonables a la actual separación artificial, nos comprometemos a colaborar en el diseño de un plan piloto de ambas costas para convertir las aduanas y estructuras militarizadas actuales en centros culturales de integración de los pueblos libres. Lo que sería un modelo a seguir para el resto de los pueblos hermanos, con quienes sufrimos fronteras ficticias que reprochamos.
No somos, claro, los únicos en cuestionarlas. Por lo pronto apreciamos los esfuerzos de personas y entidades e incluso organismos internacionales, para fortalecer la unidad de nuestros países y estamos bien al tanto de los debates de hoy.
No hay pueblos del Abya Yala que no consideremos hermanos, y hermanos también en la resistencia al imperialismo (venga de donde venga). Esos pueblos sabrán que este paso hacia la unidad, lejos de resultar una amenaza es una marcha plural y edificante que nos encontrará juntos. Nuestra posición puede comprenderse: mal haríamos en promover la unidad si no empezáramos por desmantelar la barrera que se nos presenta a la vuelta de la esquina.
Empecemos, pues, por tomar conciencia de que esta frontera no fue creada por los pueblos de ambas orillas; que nuestros jefes visionarios como José Artigas jamás aceptaron este disparate; y que, por complejo que sea, tenemos que quitar las piedras de este muro en que convirtieron nuestro Río de los Pájaros. Empecemos por devolver al río todo su bello contenido de comunicación, diálogo, hermandad, sustento, aire puro, amor y vida.
Es clara nuestra decisión de revisar el relato histórico que nos vendieron, y generar conciencia de que en el fondo no somos dos naciones sino una. Eso no es una frase retórica, es una verdad histórica y se expresa en las luchas, los ritmos, las expectativas, los modos, los símbolos, los gustos, las letras…
Unidad e independencia van de la mano. Cuarenta mil años de historia en el Abya Yala nos invitan a vivir en armonía en la naturaleza, con lugar para todos, y en solidaridad. Desde estas convicciones es que llamamos a la nueva marcha por la unidad (marcha que tomará su forma más apropiada), y nos manifestamos bien dispuestos a explicar, si hace falta, a intercambiar pareceres, para que nadie pueda sospechar, siquiera, intereses subalternos en esta declaración.
Marchemos con firmeza y con alegría, dejando diferencias menores a un lado, con las raíces nutridas en los miles de años de historia fecunda de esta “tierra de sangre vital”, y con el corazón abierto al encuentro, en nuestro río Uruguay, en la sinceridad de una rueda de mate.
Firmado en Paraná, Entre Ríos, diciembre de 2011.
Junta Americana por los Pueblos Libres –JAPL-
En el Bicentenario de La Redota, y de las luchas por la independencia, la república, la confederación, el acceso a la tierra, la integración de los pueblos, la unidad.
Víctor Hugo Sartori Julio Jesús Majul Pedro Aguer
Secretario JAPL Vicepresidente JAPL Presidente JAPL
JAPL: organización sin fines de lucro, centro de estudios fundado el 23 de mayo de 2007, con sede en Paraná, Entre Ríos. www.juntaamericana.com.ar
Cuenta con miembros en Paraná, Concepción del Uruguay, Santa Fe, Gualeguaychú, Rosario, Montevideo, Chajarí, Colonia Caseros, Valle María, La Picada, Colonia Avellaneda, Oro Verde, Villa Mantero, entre otras localidades.
Firman esta Declaración
Alberto Dorati
Alejandro García Ruiz
Américo Schvartzman
Andrés Petric
Ángel Sánchez
Antonio Tardelli
Carlos Natalio Ceruti
Carlos Weber
César Baudino
Daniel Tirso Fiorotto
Emanuel Martínez Garbino
Facundo Gómez
Federico Tálamo
Florencia Gómez
Fortunato Calderón Correa
Gonzalo Milocco
Graciela Albornoz
Guido Tonina
Haydée Chaparro
Ignacio González Lowi
Irene Aguer
Jesuana Aizcorbe
Jorge Villanova
Juan Antonio Vilar
Juan José Rossi
Julio Majul
Laureano Andrioli
Luis Lafferriere
Marcelo Julio Rivero
Marcelo Verzegnassi
María Rosa Facendini
Marina Giaveno
Mario Alarcón Muñiz
Mario Castaldo
Martha Bader
Martín Barral
Mercedes Fiorotto
Néstor Ojeda
Oscar Milocco
Pedro Aguer
Ricardo Bazán
Ricardo Juárez
Santiago Fiorotto
Santiago García
Sergio Daniel Verzeñassi
Sergio Elizalde
Valentín Bisogni
Víctor Hugo Sartori
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