Pero
la lucha de clases en nuestro continente había comenzado antes de
Colón, en la resistencia al Imperio Inca, y después de Colón había
continuado sin interrupción, por trescientos años, contra la
opresión colonial de España.
En la
guerra de independencia convergieron dos columnas no siempre unidas;
por un lado la masonería de los terratenientes, enquistada en los
cabildos, y por otro los fogones del pueblo armado, donde se unían
pueblos originarios, afrodescendientes, criollos rebeldes y europeos
libertarios.
El
Gremio de los Hacendados (usualmente radicado en las ciudades) fue
parte de la oligarquía aún en sus momentos independentistas, y en
cambio los hacendados cimarrones (propietarios residentes en el
campo) por una razón de supervivencia se sintieron más
identificados y asociados con la población mayoritaria de los
excluidos y de los perseguidos.
Entre
1811 y 1815 Artigas intenta articular una alianza entre los
terratenientes independentistas poderosos y los pueblos en armas,
para unirlos contra el enemigo principal, que es la burocracia
colonial y su ejército. El enemigo por su parte era apoyado por el
poderío militar de Portugal.
Para
que los pueblos fueran tenidos en cuenta, y no solo usados,
necesitaban demostrar su capacidad militar y política. Por eso el
armamento de las milicias en cada pueblo y los congresos populares
son una constante en la preocupación de Artigas. Los cabildos
abiertos y asambleas como las de setiembre y octubre de 1811 son
acompañadas con cientos de reuniones populares en las que, como dice
la canción,“de fogón en fogón, se oye la voz” de
la gente que no sabe leer y escribir y por lo tanto no lleva actas.
Los
orientales conocemos bien la gesta del Éxodo, o “la marcha” como
la llamaron los paisanos en su momento. Sabemos que allí, en 1811,
el pueblo oriental, incluyendo los hacendados cimarrones,
compartió el pan del exilio con los antiguos esclavos ahora
compañeros de infortunio, mientras los charrúas hostigaban las
líneas de aprovisionamiento de los portugueses, sus implacables
perseguidores. Sabemos que al cruzar el río los
orientales compartieron la humildad solidaria de los
entrerrianos y recibieron las carretas que llegaban del Paraguay con
telas para vestirse y abrigarse y alimentos para sobrevivir. El
pueblo oriental en aquellos campamentos entrerrianos vio por primera
vez desfilar a los guaraníes misioneros, en impecable formación
militar, poniéndose a las órdenes de Artigas. El pueblo oriental
que volvió del Éxodo, por lo tanto, había recibido una lección
práctica de internacionalismo. Ahora estaba maduro para la Liga
Federal.
El 20
de enero de 1814 Artigas abandona el segundo sitio al Montevideo
colonial. Buenos Aires lo declara traidor, pero él comienza la fase
radical y guerrillera de su proyecto. Ya el 22 de febrero los
artiguistas y los entrerrianos vencen en la batalla de
Espinillo, en suelo entrerriano, derrotando al Barón
Von Holmberg que estaba al servicio de Buenos Aires. El
gobierno de Buenos Aires, gracias a las batallas navales del
Almirante Brown, había tomado Montevideo, expulsando a los
españoles, pero ahora la resistencia al gobierno oligárquico
porteño se expande por las provincias.
En
enero de 1815, ya en Purificación, ese mismo Artigas que había
solicitado clemencia para los vencidos en 1811, ahora manda fusilar
al traidor Perugorría. La guerra iba en serio. Los federales
artiguistas vencen a los porteños en Guayabos y en
febrero Fernando Otorgués entra victorioso por las
murallas de Montevideo enarbolando la bandera de Artigas. “Quizás
ahora Buenos Aires vea su desengaño” escribe Artigas, que aún
espera un arreglo para bien de toda la causa.
Artigas
y el entrerriano Ramírez piensan que es hora de convocar a todas las
fuerzas populares de las provincias de la Liga Federal,
incluyendo a los sectores sociales más excluidos, para adoptar una
posición única ante un futuro congreso de todas las
provincias. Este Congreso Federal de los Pueblos Libres
debía hacerse en Arroyo de la China. Se conserva la
nota de Artigas al gobernador de misiones, Andresito, donde
solicita “…que cada pueblo mande su diputado indio al
Arroyo de la China. Usted dejará a lo pueblos en plena
libertad para elegirlos a su satisfacción pero cuidando que sean
hombres de bien, y con alguna capacidad para resolver lo
conveniente”
Los
sucesos se precipitan. Ante la resistencia de las provincias y del
pueblo “orillero” de Buenos Aires, cae el poder oligárquico en
la capital, pero lo reemplazan Rondeau y Alvarez Thomas
que sólo de palabra se reconcilian con Artigas. Envían negociadores
a Paysandú, ganan tiempo y espían. En ese mismo momento el cabildo
de Montevideo (cada vez menos artiguista) también envía al
cura Larrañaga a Paysandú a negociar con el Protector. Artigas
recibe a todos, pero está viajando permanentemente entre Mercedes y
Paysandú para garantizar la representación popular oriental al
futuro Congreso de Arroyo dela China. La delegación bonaerense
y la montevideana se retiran de Paysandú a mediados de junio, y el
28 Artigas se embarca hacia la costa occidental, para estar por fin
solamente entre los suyos.
No
tenemos todas las actas del Congreso Federal de los Pueblos Libres de
Arroyo de la China, o Congreso de Oriente, porque
entre las mayorías allí convocadas lo que valía era la palabra
oral, la palabra inviolable. Sí se conserva el documento que se
aprobó y que proclamaba por unanimidad la independencia y la
federación, tomando como modelo las Instrucciones del Año XIII
de la Provincia Oriental.
No
todos los delegados llegaron a la inauguración aquel 29 de junio, y
no todos pudieron quedarse hasta el final, pues el
Congreso se dilató casi un mes, al esperar inútilmente por una
respuesta de Buenos Aires a los planteos que se le hacían al
gobierno de Rondeau.
En
realidad Buenos Aires ignoró este Congreso Federal y
convocó su propio congreso interprovincial al año siguiente en
Tucumán, donde se declaró finalmente la independencia el
9 de julio de 1816, como si fuera algo nuevo.
Pero
quedan cartas y documentos que habla del clima fraterno que se vivió
en Arroyo de la China. Cuando vuelve Andrés Yacabú,
un delegado indio de Misiones, Artigas le otorga el pasaporte
correspondiente (un pasaporte era un salvoconducto por una vez y para
un solo destino), documento que aún se conserva. Artigas le da
además una carta para el gobernador Andresito que dice: “He
recibido a los diputados con todo el afecto que ellos
merecen. Los he obsequiado conforme al estado de pobreza que nos
rodea. Sin embargo ellos dirán a Ud. cuánto he hecho para
agradarlos”.
Hay
mil anécdotas vinculadas a los días del congreso, incluyendo la
decisión de Artigas en Purificación de liberar al
ilustre doctor cordobés Cossio, injustamente acusado de
espía. “Debe procederse con igual rigor contra los
delincuentes como contra los delatores sin justificación”
sentencia Artigas por entonces. Cossio será un convencido
vocero cordobés de las resoluciones del Congreso.
El
último pasaporte que firma Artigas, el de Díaz Andino, está
fechado el 13 de agosto y es de suponer que este santafecino fue el
último diputado en retirarse.
Ya el
10 de septiembre, mandatado él mismo por los anhelos
populares que se expresaron en Arroyo dela China, Artigas firma el
Reglamento de Tierras.
Los
sucesos de 1815 están en el cenit de la Liga Federal. Aunque
los documentos artiguistas de la época parecen cautelosos,
y lo son (por ejemplo: el Reglamento reparte tierras sólo “entre
los negros libres”) la ola popular revolucionaria ya era
imparable. Ni el mismo Artigas ya podría detenerla. Por eso el
Gremio de los Hacendados y los masones decidieron jugar su
última carta: solicitar una nueva invasión extranjera. Portugal
invadió nuevamente la Banda Oriental en 1817.
La
invasión portuguesa no consistió solamente en el desplazamiento de
las tropas de élite, veteranas de las guerras
napoleónicas, abastecidas por el Reino Unido de Gran Bretaña. Hubo
trabajo previo de inteligencia y se logró reclutar ese miso año de
1817 al comandante oriental Fructuosos Rivera. Este “Don Frutos”
tuvo el papel principal en el juego operativo de desinformación
hacia Pancho Ramírez, quien creía en su patriotismo y fue
fuertemente impactado por sus cartas, donde le decía que Artigas era
el que estaba traicionando y que ahora los orientales deseaban
matarlo.
Ramírez
decidió independizarse de la confusa situación de la
Provincia Oriental y negociar por separado con Buenos
Aires, lo cual produjo su ruptura definitiva con Artigas quien a su
vez tampoco podía comprender la actitud de su antiguo
compañero entrerriano. Terminaron enfrentados, porque las potencias
sabían y saben hacer bien esas cosas.
Ramírez
nunca traicionó, empero, sus ideas, y murió heroicamente por ellas
en 1821.
Los
orientales debemos recordarlo con gran respeto, pues no podemos medir
a todos sólo en relación a cómo se hayan portado con Artigas, a
que hayan confiado en él o no.
El
Entre Ríos será siempre para nosotros la tierra del pan compartido
en el Ayui, la tierra ejemplar de Arroyo de la China y
de Arroyo Verde.
Desde Montevideo
GONZALO ABELLA
Para Actividad SXXI - Foro Artiguista Entrerriano
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