Revisado por Caty R. |
El 23 de febrero de 2010 Orlando Zapata Tamayo, recluso cubano, falleció tras una huelga de hambre de 83 días. Tenía 42 años. Era la primera vez desde 1972, cuando murió Pedro Luis Boitel, que un recluso fallecía en semejantes condiciones. Los medios occidentales pusieron en primera plana este trágico suceso y subrayaron la triste suerte de las personas encarceladas en Cuba.1
La desaparición dramática de Zapata desató una conmoción justificada por todo el mundo. El caso del recluso cubano suscita innegablemente cierta simpatía y un sentimiento de solidaridad hacia una persona que expresó su desesperación y su malestar en prisión llevando su huelga de hambre hasta el final. La emoción sincera que suscitó este caso es del todo respetable. En cambio la instrumentalización con fines políticos del fallecimiento de Tamayo y del dolor de su familia y sus amigos, hecha por los medios occidentales, viola los principios básicos de la deontología periodística.
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