El Estado de Israel se fundó gracias a los votos de Naciones Unidas, cuya Asamblea General decidió el 29 de noviembre de 1947 la partición de Palestina en un Estado judío y otro árabe. A pesar de que aquella resolución se auguraba como el inicio de una bonita amistad, se impuso todo lo contrario, una larga historia de desencuentros, marcada por el incumplimiento israelí de docenas de resoluciones de la ONU. La última colisión se ha producido con la UNESCO. El Gobierno israelí ha anunciado hoy que suspende su cooperación con el organismo cultural de la ONU.
Los motivos hay que buscarlos en su reunión bianual celebrada a finales del mes pasado. Con 44 votos a favor, uno en contra y 12 abstenciones, la UNESCO declaró dos lugares bíblicos situados en Cisjordania y sagrados para judíos, cristianos y musulmanes como “parte integral de los territorios palestinos ocupados” y pidió a Israel que deje de considerarlos como parte de su patrimonio nacional.
El primero es la mezquita de Abraham de Hebrón, a la que los judíos llaman Cueva de los Patriarcas, y donde según la tradición están enterrados Abraham, Isaac y Jacob. El segundo, situado a la entrada de Belén, alberga la llamada tumba de Raquel, una de las matriarcas del judaísmo, pero también, según la UNESCO, la mezquita de Bilal bin Rabah.
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