domingo, 19 de septiembre de 2010

Cuando tenga la tierra - Mario Alarcón Muñiz

El gobernador Urribarri ha propuesto promover el regreso al campo, según lo anunció el pasado miércoles. No formuló precisiones, pero le puso fecha al lanzamiento de un plan con ese objetivo: 10 de diciembre. Será el día del tercer aniversario de su mandato y queda claro que no se trata de una casualidad. El campo fue factor determinante de la derrota electoral del oficialismo el año pasado y a ningún político le agrada repetir el tropezón con la misma piedra. Es natural que procure alternativas superadoras pensando en el campo y en los problemas que lo afectan. El éxodo rural es uno de los más graves y sensibles. Intentar corregirlo revirtiendo la tendencia de las últimas décadas, vale la pena. El esfuerzo merece atención y apoyo.

CAUSA Y EFECTO. Sin embargo, para que un plan de repoblamiento rural funcione, hay que entender que el éxodo ha sido un efecto, no una causa. La gente no se fue del campo encandilada por las luces de la ciudad, sino empujada por el abandono. Sin políticas de estímulo productivo ni protección, sin freno a los latifundios que crecieron cercando y absorbiendo a los pequeños propietarios, sin suficientes fuentes de trabajo, distante de las condiciones de una vida digna (vivienda, educación, salud, energía, comunicaciones, infraestructura mínima), el campesino optó por liar sus bártulos, cargar la mujer y los hijos y marcharse, así fuese a una villa miseria. El cuadro es tan repetido y multiplicado que los detalles resultan ociosos. En todo caso varía sólo el perfil del protagonista: uno es el chacarero harto de obstáculos, costos que suben, precios que bajan, créditos caros, intermediarios, promesas incumplidas; otro el peón, refugiado bajo el techo de paja, con privaciones y vinchuca, encarnadura de la interminable postergación criolla. En diferentes momentos se fueron. ¿Volverán?


El Diario-19/9-Leer

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