En el documento completo, al que accedió esta Agencia, el Grupo de Estudio recordó que “desde la década de los 90’ se instaló, cada vez con mayor fuerza, un modelo de producción agropecuaria que parece tener a sus actores en el embelezo de la fascinación: un crecimiento sostenido de la producción y una mayor rentabilidad, con escaso riesgo y mínimo trabajo. Así las cosas, era de esperar y así sucedió, la siembra de soja transgénica aumentó en pocas campañas en forma exponencial”.
Además señaló que los principales beneficiarios, “grandes empresas proveedoras y comercializadoras, productores (sean estos propietarios, arrendatarios o pooles de siembra) y gobierno, parecen ver solo una de las resultantes de este verdadero tsunami, el factor económico a corto plazo, dinero efectivo o divisas (pues los costos mayores se pasan a la comunidad)”.
Sin embargo aclaró que “se ignora o se minimiza el otro efecto, los costos sanitarios, ambientales y sociales que van dejando un tendal de víctimas además de alentar un sistema productivo altamente dependiente de los vaivenes externos”.
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