Será un cumpleaños de alto impacto, aunque su principal objetivo político quedó en el camino. En el 200º aniversario de la patria, el Gobierno planea un festejo de cinco días, con recitales de bandas históricas, proyecciones en 3D sobre edificios y un desfile de más de 1.000 artistas. Todo escenificado en el centro porteño, cortado desde el Obelisco hasta la Plaza de Mayo. A un costado del Cabildo, desde un palco especialmente diseñado para la jefa de Estado, Cristina Fernández contemplará, rodeada de gobernadores y presidentes sudamericanos, el cierre conmemorativo del Bicentenario.
Más allá del despliegue monumental, gran parte de las ambiciones iniciales debieron resignarse. La idea oficial de arribar a la fecha con fuertes acuerdos sectoriales con la industria, el campo, los gremios, entre otros, comenzó a naufragar durante el durísimo debate, con derrota incluida, sobre las retenciones móviles a las exportaciones agrícolas. Hacer coincidir ese pacto económico y social con los 200 años de la independencia nacional fue la principal bandera que agitó Cristina apenas asumió su mandato.
“La idea original era coronar la fiesta con un gran acuerdo político. Pero en el medio pasó la pelea con el campo y la ley de medios. Al final, el único acuerdo que logramos es con las universidades nacionales”, admitió un funcionario con despacho en la Casa Rosada.
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